ALIMENTACIÓN-CHINA: De regreso a la autosuficiencia

El gobierno de China afronta el encarecimiento mundial de los alimentos con una política de autosuficiencia agrícola a largo plazo. Pero la acelerada urbanización reduce la tierra cultivable y empuja la mano de obra rural hacia las ciudades.

No hace mucho, los organismos estatales de planificación jugaban con la idea de revisar la autosuficiencia, fijada en 95 por ciento, y permitían una mayor importación de granos.

"La demanda de carne y de productos lácteos crece con tanta rapidez que podemos considerar depender más de las importaciones en el futuro, dejando la autosuficiencia, digamos, en 90 por ciento", dijo Ma Xiaohe, investigador de políticas macroeconómicas de la Comisión Nacional para el Desarrollo y la Reforma, principal órgano de planificación del país.

Pero los precios del arroz se dispararon en marzo y las reservas mundiales de granos se precipitaron a mínimos históricos. Por lo tanto, se elevan otras voces que recomiendan adherir a la arraigada política de autosuficiencia para proteger a China de riesgos externos.

"La única manera de que China quede libre de las consecuencias de la escasez mundial de alimentos y del aumento de los precios es que manenga firmemente su autosuficiencia", declaró el periódico 21st Century Economic Herald la semana pasada, en un editorial.
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Las advertencias sobrevienen mientras toda Asia se sacude por el precio del arroz, base de la dieta en todo el continente.

Los precios se duplicaron desde enero, mientras las prohibiciones a las exportaciones recortaron un tercio del comercio mundial de grano.

Expertos de varias agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advirtieron sobre posibles disturbios en todo el mundo si no se adoptan pasos para remediar la escasez y frenar los precios.

"Los alimentos se encarecieron 45 por ciento en los últimos nueve meses y hay una seria escasez de arroz, trigo y maíz", declaró el miércoles en India el director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Jacques Diouf.

Esta semana, el Banco Mundial advirtió que el elevado precio de los alimentos no constituía un fenómeno temporal, sino que probablemente se perpetuaría varios años.

El presidente del Banco, Robert Zoellick, advirtió sobre un aumento significativo de la pobreza y la malnutrición, lo que para algunos países puede revertir los avances de los últimos cinco a 10 años.

China, que se enorgullece de haber sacado de la pobreza a millones de ciudadanos en los últimos 30 años, tal vez no figure entre los países sobre los que pende una amenaza inmediata. Pero su situación alimentaria sigue siendo precaria.

Dadas las restricciones naturales del país —debe alimentar a 20 por ciento de la población mundial con apenas siete por ciento de las tierras cultivables del planeta—, el gobierno chino ubica la provisión de alimentos como una de sus misiones primordiales.

A fines de los años 50, el país experimentó una de las peores hambrunas en la historia mundial, atribuida a políticas económicas erróneas, que se cobró unos 30 millones de vidas.

Desde entonces, Beijing considera la autosuficiencia alimentaria como un asunto de seguridad nacional.

El primer ministro Wen Jiabao dijo la semana pasada que China había acumulado entre 150 y 200 millones de toneladas en sus reservas de granos, incluidas entre 40 y 50 millones de toneladas de arroz.

"Por favor, tranquilícense, porque China tiene arroz en abundancia", dijo Wen.

Durante años, China combatió acusaciones recurrentes en cuanto a que su demanda podía resultar catastrófica al privar los mercados mundiales de granos y causar escasez de alimentos en países pobres.

Desde 2004, el país se las arregló para distribuir una sucesión ininterrumpida de cosechas extraordinarias. El año pasado produjo de 500 millones de toneladas de arroz, trigo, maíz, soja y otros granos.

Pero los analistas chinos sienten incertidumbres sobre el abastecimiento de alimentos, pues el país sigue perdiendo tierra arable a una velocidad alarmante. En la última década perdido 5,5 por ciento de su superficie fértil a causa de la desertificación, la urbanización y la expansión industrial.

Para detener el encarecimiento de los alimentos, el gobierno controla los precios. Pero ésa es un arma de doble filo. Pocos agricultores desean cultivar arroz, pues los precios nacionales del grano figuran entre los más bajos del mundo a pesar del encarecimiento a nivel mundial.

"Los precios mundiales del arroz suben pero en China todavía son relativamente bajos. Los subsidios del gobierno no compensan el encarecimiento de los insumos agrícolas. ¿Podemos convencer a los jóvenes de quedarse en el campo y cultivar sin ajustar los precios? En caso contrario, ¿cómo garantizaremos en el largo plazo el suministro de alimentos?", dijo el experto agrícola Ding Shengjun.

Para promover la autosuficiencia, Beijing prescindió del impuesto a los granos que se cobró a los campesinos durante 2.000 años, y resolvió proporcionarles más semillas y fertilizantes subsidiados.

En diciembre, China también elevó los impuestos a las exportaciones e impuso cuotas de exportación sobre una variedad de granos y harina.

Más recientemente, el gobierno anunció un aumento de 30 por ciento en el gasto en desarrollo rural, que alcanzó este año una cifra sin precedentes de 80.000 millones de dólares. Parte del dinero se asignó a subsidios directos y el resto a mejorar la productividad.

Pero expertos advierten que los subsidios aún son insuficientes para revertir el creciente flujo de mano de obra rural que busca mejores salarios en las ciudades, y pronostican que entre 300 y 400 millones se mudarán a ellas en los próximos 15 años.

"Pero si los precios del arroz aumentan en casa, entonces la inflación aumentará también, y esto es lo que más le preocupa al gobierno", sugirió Li Guoxiang, experto en políticas rurales de la Academia China de Ciencias Sociales.

La inflación ascendió a 8,7 por ciento en febrero, la mayor en más de 11 años. La presión de los precios estuvo, en parte, detrás de la reciente admisión de Wen Jiabao: 2008, dijo, será "el año más difícil para China".

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