Tras el incendio que arrasó más de 34.000 hectáreas de bosques, algunos milenarios, en la Patagonia, en el sur de Argentina, las autoridades deberán apagar llamas no menos graves: las nuevas catástrofes socioambientales que van a emerger de sus cenizas.
El peor siniestro forestal de la historia del país demorará en extinguirse plenamente en los alrededores de Cholila, un pueblo entre lagos, valles y montañas, al noroeste de la provincia de Chubut. Sus 2.000 habitantes ansían el inicio en abril de la época de lluvias en esta región recostada sobre la Cordillera de los Andes y limítrofe con Chile.
Pero en la localidad, que entre sus atractivos turísticos tiene haber sido escondite en 1902 de los legendarios bandoleros estadounidenses Butch Cassidy y Sundance Kids, el gran temor es lo que vendrá tras el incendio, iniciado el 15 de febrero y extinguido oficialmente el 6 de este mes, aunque persistirán un mes más humaredas y pequeñas lengüetas de fuego, según expertos.[pullquote]3[/pullquote]
“Estamos muy angustiados. Perdimos el marco natural que elegimos para vivir, y por supuesto se resentirá la actividad económica”, relató a Tierramérica por teléfono el aviador Daniel Wegrzyn, quien tuvo que cerrar su hostería sobre el lago Cholila, que no fue afectada por las llamas pero funcionó como refugio para los damnificados.
Estos incendios “pueden afectar la calidad del aire y la salud” por el humo y el polvo atmosférico por “meses o años después”, explicó a Tierramérica el experto en bosques patagónicos Thomas Kitzberger, de la Universidad Nacional del Comahue.
El incendio devastó áreas de pastoreo vacuno. Pero la ganadería y el ecoturismo están lejos de ser las únicas pérdidas.
“El daño ecológico es lo que viene”, anticipó Wegrzyn.
El incendio arrasó bosques de cipreses, ñires (Nothofagus antártica), lengas (Nothofagus pumilio), coihues (Nothofagus dombeyi), cañas colihue (Chusquea culeou), y de especies milenarias como el alerce (Fitzroya cupressoides).
Asimismo mató o hizo migrar a fauna endémica, como pudúes (venados), lagartijas, aves y zorros, e incluso especies en extinción, como los huemules (ciervos surandinos).
Kitzberger explicó que esos ecosistemas albergan plantas “relativamente bien adaptadas al fuego como las de matorrales y estepas”, que son resilientes y que “rápidamente rebrotan del fuego”.
Otros como los bosques de coihues, cipreses o los alerces, con resiliencia moderada, “pueden sobrevivir al fuego y recolonizar áreas quemadas”. Pero, en el caso de los alerces que soportaron fuego severo, murieron sus semilleros y su pérdida es prácticamente irrecuperable, porque harían falta varios siglos para formar un nuevo bosque.
También “la lenga es incapaz de regenerarse en estos sitios (donde el incendio fue intenso) o lo hace de manera muy lenta por lo que tardaría muchos siglos en recuperarse”, señaló.
Kitzberger destacó que los bosques son hábitats de numerosas especies y “crean condiciones localmente estables para las funciones ecosistémicas”. Al quemarse, “dan lugar a formas más arbustivas o herbáceas”, que no sustituyen esas funciones, detalló.
Por eso, según la bióloga Silvia Ortubay, habrá alteraciones climáticas que se extenderán a otros ecosistemas.
“Cambian los regímenes de vientos, la disponibilidad de oxígeno, disminuyen la humedad ambiental y la evapotranspiración, aumentan la temperatura ambiental, la radiación solar, la luminosidad, y el efecto invernadero”, señaló a Tierramérica desde la zona.
Existe el riesgo de inundaciones y sequías acentuadas y por ello es “prioritario delinear un plan de restauración”, alertó.
Resaltó que la vegetación, la materia orgánica y las raíces arbóreas actúan como capa protectora del suelo y barrera natural del agua, y que con las primeras lluvias y la dispersión de cenizas, se erosionará y perderá su fertilidad.
A su vez aumentará las escorrentías, que causarían derrumbes de lodo y zanjas donde haya mayor pendiente.
A escala regional, “cuando se elimina la cubierta boscosa por incendios severos que afectan altas cuencas, se degrada, por ejemplo, la capacidad de regulación y provisión de agua de calidad”, y se altera la constancia en el suministro energético, que generan represas ubicadas cuenca abajo, reforzó Kitzberger.
El transporte de sedimentos podría enturbiar lagos patagónicos “considerados los más transparentes del mundo”, mientras la degradación de cuencas, con caudales menores en el verano austral y mayores en el invierno, propiciará crecientes o sequías, afirmó Ortubay.
Además, detalló la bióloga, la degradación boscosa generará praderas que atraerán al ganado, obstaculizando el “establecimiento de semillas y la regeneración” arbórea.
Y el ganado, mediante sus bostas, dispersará semillas de especies exóticas invasoras como la rosa mosqueta, uno de sus alimentos preferidos.
Wegrzyn cuestionó la falta de evaluación de riesgos y “la demora en actuar”, mientras que realiza sobrevuelos sobre la zona que le han llevado a alertar sobre el peligro de reactivación de algunos focos.
Se sabía, dijo, que era un “año crítico” por un fenómeno que ocurre cada medio siglo: el florecimiento y muerte de la caña colihue, que seca es altamente combustible.
Además una sequía muy pronunciada y las condiciones climáticas favorecían vientos y altas temperaturas, “decisivos para la expansión del fuego”, que llegó a propagarse al ritmo de un kilómetro por hora.
Según Wegrzyn, como alerta temprana hubieran bastado torres vigías en puestos estratégicos, un buen sistema de radio y patrullajes aéreos.
El activista Darío Fernández afirmó a Tierramérica, también desde Cholila, que además “se podría haber apagado el fuego a pala”, evitando así recurrir a brigadas nacionales, aviones hidratantes y helibaldes llegados como apoyo desde Chile.
Incendio intencional
El gobierno nacional despidió al responsable del Plan Nacional de Manejo del Fuego por errores en la gestión del incendio y denunció que su origen fue provocado.
Esa es también la tesis del gobernador de Chubut, Martín Buzzi, quien vinculó el incendio al “negocio inmobiliario”, que ante la prohibición de talar árboles, patrimonio del Estado, “los hacen desaparecer». [related_articles]
Para frenar esa especulación, Buzzi anunció medidas como la prohibición por 10 años de transferir tierras con bosques incendiados, y una comisión investigadora.
Fernández, que nació y ha vivido siempre en Cholila y quien había anticipado que habría incendios intencionales, responsabiliza al “negocio verde”.
Denunció que entre 2003 y 2011, el anterior gobernador, Mario das Neves, entregó tierras fiscales por decreto, violando la Constitución provincial.
Fernández explicó que el “negocio verde” abarca desde clubes de campo y desarrollos turísticos, a la industria forestal, que “necesita eliminar especies nativas” para introducir pinos comerciales, donde “el común denominador es el desmonte”.
Esas denuncias contrarían la hipótesis de un rayo como origen del fuego, también dudosa para Kitzberger y Wegrzyn, porque la última tormenta eléctrica en la región fue el 3 de febrero, 12 días antes de desatarse el incendio, aunque ambos admitieron que el fuego originado por un rayo puede quedar latente de forma incandescente.
“Es improbable un tiempo tan prolongado entre la ignición y la propagación”, sentenció Kitzberger, más cuando uno de los primeros focos fue detectado satelitalmente en un valle cuando “los rayos tienden a caer en picos o en laderas, más altos que los valles”.
Aun así, recordó que desde los años 90, en el norte de la Patagonia hay un marcado aumento de la frecuencia y magnitud de tormentas eléctricas y de sequías, que intensifican los incendios.
Por ejemplo, en el Parque Nacional Nahuel Huapi, a 160 kilómetros de Cholila, la última tormenta eléctrica generó ocho focos de fuego, señaló.
“De la política a la mafia hay tan solo una chispa de fuego”, resumió las dudas sobre mayor siniestro forestal argentino el diario digital Cholila Online, creado por pobladores autóctonos de la región.
Publicado originalmente por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.
Editado por Estrella Gutiérrez