FORO SOCIAL TEMÁTICO: La contraseña es «ocupar»

La ocupación, que movimientos sociales tradicionales como los sin techo o los sin tierra utilizaron por años como instrumento de presión, es la clave para luchar contra el sistema capitalista en crisis, también en el mundo virtual.

Al grito de "Vamos a ocupar el Parque del Flamengo" (en Río de Janeiro), representantes de movimientos sindicales, sin tierra, de mujeres, indígenas, negros y "quilombolas" (habitantes de antiguos enclaves de esclavos africanos) cerraron el fin de semana el Foro Social Temático (FST) en esta sureña ciudad brasileña.

El FST, entre el 24 y el 29 de este mes, sirvió como encuentro preparativo para la Cumbre de los Pueblos, que se realizará en junio en forma paralela a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible (Río+20).

Mientras, en la reunión Conexiones Globales, en el marco del FST en Porto Alegre, activistas de la red convocaron a una campaña para bloquear sitios web de grandes empresas, como una forma de ocupación virtual.

El FST, un desdoblamiento del Foro Social Mundial, propició una discusión de las formas modernas de protesta. Del encuentro participaron en persona y a través de Internet representantes de los movimientos populares de la Primavera Árabe, de Ocupa Wall Street y de los "indignados" de España, Estados Unidos y Gran Bretaña.
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Dos temas acapararon la mayor parte de la atención: qué hacer luego de las ocupaciones y cómo lograr que las nuevas herramientas informáticas puedan favorecer a movimientos sociales tradicionales que todavía no tienen acceso a ellas.

En videoconferencia desde Gran Bretaña, el comunicador e investigador Matheus Lock no quiso arriesgar un pronóstico sobre el futuro de estas ocupaciones. "Durante Ocupa Londres, la gente se quedaba esperando las orientaciones políticas a través (de la red social) Twitter", dijo.

"No hay un liderazgo. Hay grupos de debates y algunos representantes. Participan incluso los sin techo", agregó.

En el mismo panel, Wilhelmina Trout, de la Marcha Mundial de las Mujeres, se refirió a las dificultades para informar al mundo lo que sucedía en África subsahariana, donde la mayoría de las personas no tienen electricidad, mucho menos Internet.

En tanto, el periodista Emiliano Bos, que cubrió diversos conflictos en el norte de África y Medio Oriente, recordó cómo el año pasado un millón de personas huyeron de Libia a países vecinos como Egipto y Túnez.

"Podíamos seguir el movimiento en las plazas de Egipto, pero no veíamos que millones de personas se estaban movilizando, fuera de los noticieros, en campamentos de refugiados", dijo.

"Esas personas no están representadas, no protestan, no ocupan. La única forma que tienen de expresarse es a través de la huida. Esperan un pedazo de papel que les permita salir de allí", añadió.

Por su parte, el marroquí Hamouda Soubhi, del Foro Social del Magreb, señaló: "Las luchas son comunes, a pesar de que hablamos idiomas diferentes".

"Cuando los medios de comunicación anunciaron que había una revolución en el mundo árabe, también nos sorprendimos, porque durante muchos años denunciamos las violaciones de los derechos humanos y fuimos encarcelados, pero los occidentales querían mantener el régimen, porque podían exportar el petróleo y sacar las materias primas", señaló.

"Para nosotros no era una revolución. Era solo el derecho a tener democracia, justicia y libertad. Estamos ante una oportunidad histórica, y tenemos muchas: Río+20, el Foro Social del Magreb, el Foro Social sobre Palestina y los movimientos jóvenes de Europa y de diferentes partes del mundo que posibilitan cambios, no mañana, sino ahora", agregó.

En la visión del sociólogo y profesor de la Universidad Federal de ABC en São Paulo, Sérgio Amadeu da Silveira, quien participó de las discusiones en Conexiones Globales, sostuvo que los cambios pasaban por la creación de "democracias interactivas" y no solo participativas.

"Falta que los movimientos tradicionales sociales se unan más estrechamente con los activistas de la cultura ‘hacker’ (piratas informáticos), los ‘ciberactivistas’", dijo a IPS.

"Así se podrá construir una nueva esfera pública interactiva, interconectada, otro espacio para la formulación de políticas", añadió.

Para eso, según Silveira, "es necesario abrir el ‘código fuente’ del poder", en alusión al conjunto de líneas de texto que funcionan como instrucciones a una computadora para ejecutar un programa informático.

Corporaciones que toman decisiones importantes y pueden causar devastaciones ambientales, sociales y económicas pueden ser responsabilizadas por la sociedad civil, indicó.

Por ejemplo, "Ocupa Wall Street puede cobrarle a estas grandes corporaciones el precio de la crisis. Los partidos políticos en general no pueden, porque son financiados por esas empresas", añadió.

En tanto, el economista francés Gustave Massiah, al hablar en la Sala de Actos de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, sostuvo que la crisis era social, geopolítica, ideológica y ecológica, y que el desafío era conectar a los nuevos movimientos populares con los grupos altermundistas que ya estaban luchando contra el sistema. Con él coincidió el activista Sam Halvorsen, de Ocupa Londres, quien admitió que la cuestión ambiental no era, hasta ahora, una preocupación central. "Estamos pensando cómo vincular los problemas derivados de la crisis con los cambios del clima. Es el momento de pensar cómo formar vínculos".

Las más de 30 organizaciones locales e internacionales que se reunieron en el FST para definir las reivindicaciones que presentarán en la Cumbre de los Pueblos ya utilizaron Internet para divulgar su manifiesto, aunque saben que precisarán más que eso para lograr una diferencia.

La agenda comenzará el 5 de junio, Día Mundial del Ambiente. Desde entonces hasta el día 10 habrá jornadas internacionales de "luchas, denuncias y articulaciones". Los días 15 y 16 servirán para discusiones. El 17 de junio habrá una marcha de apertura de la Asamblea Permanente de los Pueblos, que sesionará hasta el 21.

El 20 de junio se convocará una gran marcha en Río de Janeiro, que los organizadores esperan se repita en todo el país y en varias ciudades del mundo, con una visible ocupación de las calles.

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