ARGENTINA: Un matrimonio por presidencia

Sin tener un cargo oficial, el ex presidente argentino Néstor Kirchner llama y recibe ministros y gobernadores y se asegura que elige funcionarios y distribuye fondos para obras públicas. Según analistas, su influencia empaña la gestión de su esposa y sucesora, Cristina Fernández, y afecta las instituciones.

Kirchner tenía la oportunidad inédita de acompañar como cónyuge a la primera presidenta elegida directamente como tal en las urnas en Argentina. Sin embargo y pese a que prometió jocosamente que sería "un primer ‘damo’", dista mucho hoy de tener un rol subordinado en la actual gestión.

Cuando sólo han pasado 14 meses de los cuatro años de mandato de Fernández, distintos observadores consultados por IPS coincidieron en que, sin ninguna duda, la pareja "co-gobierna".

Es que Kirchner no oculta su intervención en asuntos de Estado, a diferencia del bajo perfil que mantuvo su esposa en la pasada administración de 2003 a 2007, aunque era la principal senadora del gobernante sector centroizquierdista del Partido Justicialista (peronista).

Para Carla Carrizo, profesora de ciencias políticas de la Universidad Católica Argentina, el co-gobierno "tiene un efecto negativo tanto en la lucha por un desarrollo institucional moderno, consolidado, como en la batalla por la igualdad de género".
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No obstante, esta experta cree que los factores del desencanto entre el liderazgo esperado y el verdaderamente ejercido por la mandataria no responden al hecho de que es mujer sino a su dudosa legitimidad de origen. Ella fue designada candidata por su propio esposo y no como producto de una competencia interna.

Fernández suele decir que por ser mujer "todo le costará el doble", pero lejos de batallar contra esos prejuicios, acepta un co-gobierno que la debilita, comentó a IPS. Desde el inicio de su gestión, su esposo deja entrever su influencia.

En las últimas semanas, el involucramiento de Kirchner se hizo más visible. Desde su oficina en la residencia presidencial de Olivos, localidad de la zona metropolitana de Buenos Aires, recibe a gobernadores, intendentes, ministros y otros funcionarios.

Preocupado por las elecciones legislativas de este año, Kirchner, que preside el Partido Justicialista, consulta a gobernadores e intendentes por sus planes de obras públicas y les facilita el envío de fondos, afirman analistas. Esta práctica, ajena a las normas institucionales, fue puesta en evidencia por más de un beneficiario.

El más claro fue Ricardo Quintela, intendente de La Rioja, capital de la provincia homónima, quien admitió en rueda de prensa que "no esperaba que Kirchner diera respuesta con tanta celeridad a la firma de convenios por obras públicas".

El ex mandatario le había prometido agilizar su pedido y cumplió. En una semana le fue enviado por el gobierno nacional casi 100 millones de pesos (28 millones de dólares).

En tanto, Fernández se afirma en un papel tradicional. "Las mujeres somos doble turno: el que nos corresponde como profesionales, funcionarias… y el turno de amas de casa", declaró al anunciar un plan de créditos para la adquisición de lavarropas, cocinas, calefones y otros enseres.

"Yo convivo con un ex presidente y la presidenta soy yo, pero las cosas que hay que resolver en ese ámbito (doméstico) no se las consultan a él", remarcó. "Nunca se pierde el lugar de la casa. También soy yo la que reta a Florencia (dijo en alusión a su hija). Estamos condenadas a ser las brujas de la familia", añadió.

Para la socióloga Cecilia Lipszyc, presidenta de la Asociación de Especialistas Universitarias en Estudios de la Mujer, los Kirchner son "una pareja política desde hace tiempo" y así como ella influía en la gestión de él "desde las sombras", él "no se invisibiliza porque está imbuido de una concepción patriarcal del poder".

Lipszyc, que es además funcionaria del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo, sostuvo que Fernández "no se hacía notar", en cambio su esposo hace alarde de su influencia por una cuestión "machista" y recordó un comentario que hizo en noviembre, durante un acto con sindicalistas.

En un tono bromista, el ex mandatario confesó que cada mañana su esposa le reprocha: "Néstor, qué vicepresidente me pusiste!".

La referencia era al malestar que existe en el oficialismo con el vicepresidente Julio Cobos, un disidente de la opositora Unión Cívica Radical que tras aliarse con el "kirchnerismo" para llegar al gobierno se distanció a poco de andar.

"Esa anécdota, a la que se refirió además a la presidenta como ‘Cristina’, deslegitima el papel de ella, y además fue dicho en un tono patriarcal y en un ámbito dominado por hombres", remarcó Lipszyc a IPS. Kirchner se jactó de haber sido quien decidió que la fórmula presidencial de su esposa se integrara con Cobos, comentó.

El analista político Rosendo Fraga, de Nueva Mayoría, marcó la paradoja. "Kirchner fue el presidente que reconstituyó la autoridad presidencial después de la crisis de 2001. Pero ahora, con el papel secundario en el que ubica a su esposa en cuanto a ejercicio del poder, debilita la autoridad presidencial que él reconstruyó".

"Ni él, ni el grueso de la dirigencia política perciben la grave confusión institucional que esto implica", advirtió Fraga ante la consulta de IPS.

De hecho, muchos funcionarios, ex funcionarios y dirigentes, del oficialismo y de la oposición, se refieren al Poder Ejecutivo como "el matrimonio presidencial". Para Carrizo, "ese lugar común da nombre a una anomalía, porque el cargo (de presidente) es unipersonal".

La experta consideró que Fernández "es una víctima de su propia tradición política" y apuntó al "pecado de origen" que arrastra su designación como candidata a la presidencia. Según Carrizo, en el Partido Justicialista "no hay condiciones de neutralidad" para las designaciones.

"¿Cuál es la diferencia entre Cristina Fernández y otras dirigentes mujeres como (la presidenta chilena Michelle) Bachelet, (la jefa de gobierno de Alemania, Ángela) Merkel, o la dirigente socialista francesa Segolene Royal?", se preguntó a si misma. "¿Por qué el liderazgo de Cristina desencanta?", abundó.

Para Carrizo, las dificultades no surgen "por ser mujer" ni "por su estilo atrevido", como insiste en justificar la presidenta en discursos y entrevistas. "Vivimos en un contexto en el que las mujeres políticas no pugnan por entrar al sistema sino que ya están adentro y deben mostrar lo que pueden hacer", advirtió. El problema es "la falta de partidos políticos con reglas claras", sostuvo. "Cuando no hay reglas, lo que surge es la tradición, que en el caso del Partido Justicialista es reaccionaria", alertó. "Más que un asunto de liderazgo, de lo que se trata aquí es de la estructura que lo sustenta", remarcó.

Mientras que Bachelet, Merkel o Royale, con o sin pareja, se sometieron a las reglas de los partidos políticos de los que provenían, Fernández fue designada "a dedo" por Kirchner como si el poder fuera un asunto patrimonial, comentó Carrizo. De ahí la debilidad política de origen, que ahora explota su propio esposo.

Por eso, la experta recomendó, tanto a mujeres como a hombres políticos, "no legitimar sucesiones maritales", que serían propias de "un sistema patriarcal, pre moderno", justo cuando la sociedad "ya está emancipada de estas concepciones desde hace por lo menos dos generaciones".

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