Aguas turbias por la mezcla del mar y las desembocaduras de dos ríos que conforman la bahía de Gibara, un municipio costero del este de Cuba, donde atracan 53 embarcaciones de mediano y pequeño cabotaje de la Base de Pesca Deportiva Pepín Infante.
Como otros en el resto del archipiélago cubano, este centro dispone de 23 barcos a motor y 30 botes y es operado por 272 pescadores privados, que con métodos artesanales y permitidos como el palangre salen a alta mar a capturar peces, como la aguja (Belone belone), de los cuales deben vender una parte al Estado, mientras la otra queda para su libre comercialización y autoconsumo.
Antes de salir el sol, el dueño del maltrecho bote llamado Papillo saca el agua que durante la noche se coló en la embarcación por las rendijas del casco deteriorado. “El Papillo sale más allá en la bahía y con él alimenta a su familia”, explicó a IPS el responsable de la base, Francisco Catalán, mientras recibe a los primeros pescadores del día.
Debido al deterioro de la flota pesquera estatal desde el inicio, en 1991, de la persistente crisis económica que se prolonga hasta la actualidad, los pescadores artesanales componen el rostro más visible para la población de 11,2 millones de habitantes de esta actividad, que por primera vez este año contará con un marco regulatorio con rango de ley.
“Estamos locos por saber (el texto definitivo de la ley)”, dijo Catalán, que aguarda expectante la publicación en la Gaceta Oficial de la República de la norma que fue aprobada por el parlamento el 13 de julio, y cuya entrada en vigor se conocerá solo entonces.
“Esperamos más apertura pero algunas personas dicen que vendrán más restricciones”, comentó.
Entre los principales objetivos de la ley, las autoridades reiteran el ordenamiento del sector para un manejo sostenible del recurso pesquero en la plataforma marítima cubana, de 50.000 kilómetros cuadrados.
En el último quinquenio, las 54 especies que se pescaban en ese espacio se redujeron en 44 por ciento y las capturas en 70 por ciento.
Las causas de este descenso se remontan, según especialistas, a que Cuba pescó de más en las improductivas aguas del Caribe durante los años 60, 70 y 80 del siglo XX. Solo en 1985 la flota cubana capturó 78.000 toneladas en la plataforma. Hoy afectan además la contaminación, el aumento de la temperatura del mar y de la salinidad.
Ante la caída del rendimiento pesquero, un problema de alcance mundial, las autoridades cubanas anunciaron que la nueva ley responde a los códigos y convenios internacionales para una pesca responsable firmados por este país caribeño, prioriza la conservación y reconoce a los trabajadores privados del sector, que cuenta también con empresas estatales y cooperativas.
De los agotados recursos acuáticos cubanos, viven 3.376 pescadores comerciales estatales y 245 pescadores para autoconsumo; junto a 18.638 que realizan la pesca comercial privada y otros 17.600 la deportiva. Además, otras 2.500 personas faenan de forma ilegal, hasta sobre balsas armadas con neumáticos y otros elementos precarios.
En tanto, a la base en Gibara llegan otros cuatro pescadores, saludan a Catalán y sacan sus enseres de una caseta desvencijada. Uno de ellos es Armando Cueto, el propietario de una embarcación a motor bautizada como Pepe. “Esta zona de pesca es muy mala, no depende de la embarcación ni de los recursos”, lamentó Cueto, mientras aprovisionaba el barco.
“Nos dedicamos a pescar pargos (Lutianus) porque las corridas (cardúmenes) son muy malas en este tiempo. Los mejores días se capturan de 15 a 30 libras (de siete a 14 kilogramos), pero los peores, cinco libras (dos kilogramos). Eso no es rentable”, dijo antes de zarpar con su tripulación, que añora cuando podía pescar en otras zonas de la plataforma.
La base, que es la única entidad pesquera del municipio de 71.000 habitantes, padece el descenso del número de asociados y de los ingresos para mantener las instalaciones. “Esto es particular, no es del Estado”, explicó Miguel Téllez, que cuida el lugar en las noches y desde hace tres meses no sale a pescar debido a las regulaciones.
“No tengo embarcación y dependo de que alguien me lleve”, explicó. “Si no eres patrón o propietario no puedes montarte en ninguna embarcación… antes cualquiera podía prestarte un bote sin problemas”, lamentó el pescador, rodeado de sus dos perra que jugueteaban en la arena.
Aunque se desconoce el alcance de la nueva ley, que fue analizada con comunidades y pescadores, las autoridades observan un reto en la situación de los 168 asentamientos pesqueros, en especial donde son muy escasas las alternativas de empleo en otras ramas.
Trascendió que la norma define con mayor claridad las modalidades permitidas, como por ejemplo, independiza la pesca deportiva de la recreativa.
“La pesca artesanal desempeña un rol fundamental en la seguridad alimentaria, el alivio de la pobreza y el desarrollo de economías locales”, dijo, en entrevista con IPS, Alejandro Flores, oficial principal de Pesca y Acuicultura de la oficina para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El experto recomienda fortalecer este tipo de pesca, “estableciendo límites de acuerdo con la capacidad biológica de los recursos y promoviendo prácticas sostenibles, así como su integración a las estrategias de desarrollo rural territorial”, en especial elevar el valor agregado, los encadenamientos y la participación de mujeres y jóvenes.[related_articles]
Esta agencia de las Naciones Unidas promueve alternativas diversas para reducir la presión sobre los recursos pesqueros globales. Según el último informe al respecto de la FAO, publicado en 2018, el porcentaje de poblaciones de peces capturados de forma insostenible pasó de 31 por ciento en 2013 a 33 por ciento en 2015.
“La vulnerabilidad del recurso es propiciada por dos factores: uno extrínseco, que es el cambio climático y sus efectos; y otro intrínseco, relacionado con el sistema de medidas de ordenamiento y aplicación de las normas establecidas para garantizar la sostenibilidad”, puntualizó Flores desde la oficina regional de la FAO en Santiago.
Según las autoridades cubanas, la entrada en vigor de la nueva ley permitirá la implementación de la Política Nacional de Pesca, que fue aprobada el 28 de febrero de 2017 por el Consejo de Ministros, con vistas además a revertir el bajísimo consumo per cápita de pescado de la población cubana.
La última estadística pública al respecto indicó que, en 2014, el consumo por habitante de pescado de Cuba fue de 4,3 kilogramos. La FAO calculó en su informe de 2018 que América Latina tiene el menor consumo de esta proteína en el mundo, con 9,8 kilogramos por persona cada año.
La estrategia cubana busca duplicar la producción acuícola, de 23,2 toneladas obtenidas en 2016 a 49.376 toneladas en 2030.
Además, tiene la meta de mantener la cuota de capturas en la plataforma en 12.000 toneladas anuales de pescado y cifras no divulgadas de camarón y langosta, junto con potenciar algo la maricultura, que aporta 5.000 toneladas de camarones.
A media mañana en Gibara, el Pepe regresa a la bahía, que acoge también a embarcaciones de recreo y otras que transportan personas a pequeños asentamientos costeros.
Al desembarcar en el estrecho muelle, uno de sus tripulantes, Raidel León, muestra una sarta con 15 pargos rojos. “Hoy fue un día bueno”, evaluó con una sonrisa el pescador..
Casi 25 por ciento de las aguas costeras del archipiélago cubano pertenecen a áreas protegidas, como parte de las políticas proteccionistas de su fauna y flora altamente endémica.
El Fondo de Defensa Ambiental, una oenegé internacional que apoya en ese sentido a Cuba, resaltó el enfoque de conservación de la nueva ley de pesca.
Edición: Estrella Gutiérrez