El yihadismo y la radicalización de la juventud en Pakistán

Ante los atentados terroristas en curso y el reclutamiento de jóvenes combatientes, el yihadismo debe ser visto como un problema mundial clave. Crédito: Mel Frykberg / IPS
Ante los atentados terroristas en curso y el reclutamiento de jóvenes combatientes, el yihadismo debe ser visto como un problema mundial clave. Crédito: Mel Frykberg / IPS

Cuando Gauher Aftab tenía 13 años, el camino a la felicidad eterna nunca le pareció más atractivo que cuando un hombre religioso con una barba frondosa ingresó a su clase de estudios islámicos en el noveno grado en Pakistán.

Para un alumno joven y permeable, el impecable shalwar kameez – una vestimenta tradicional originaria del sur de Asia – del profesor, junto con su porte majestuoso y sus emocionantes relatos de cuando era un combatiente mujaidín en Afganistán, fueron el ejemplo que Gauher, que actualmente tiene 32 años y es uno de los fundadores de la empresa de comunicación Creative Frontiers, tomó para su aspiraciones futuras.[pullquote]3[/pullquote]

Según el profesor, los niños de la clase de Gauher tenían una obligación fundamental, luchar contra todos los enemigos del Islam. Sus enérgicas charlas se concentraban más en la condena de las religiones no musulmanas que en el programa académico.

Durante estos sermones «académicos», el profesor legitimaba la violencia en nombre del honor, también conocida como «yihad», que se define como una lucha religiosa contra uno mismo o en la sociedad.

El mensaje era claro. Si Gauher y sus compañeros no acataban el antiguo «código de la violencia» se les consideraría indignos del yihadismo.

El profesor les aseguraba que aquellos que no creían en la violencia contra los «herejes» no eran mejores que los hombres que «usan mehendi en los pies y brazaletes en las muñecas», recuerda Gauher.

El «mehendi» es el arte de aplicar tatuajes temporales de henna o alheña, que se cree fueron usados por el profeta Mahoma para teñirse la barba y, por lo tanto, no se puede utilizar en los pies, en señal de respeto hacia él.

Tradicionalmente, las mujeres de Medio Oriente y el sur de Asia practican el mehendi con fines cosméticos.

Estos ataques verbales calculados contra la masculinidad de los jóvenes son lo primero que les enciende el fuego para que demuestren su virilidad y luchen en nombre del «honor» religioso.

Cuando era niño, la idea del yihadismo proporcionó a Gauher una sensación de realización, señaló.

Lo que comenzó primero como exiguas donaciones al movimiento yihadista, -10 rupias para Alá, el equivalente a 15 centavos de dólar -, que el profesor aseguraba permitirían comprar una bala destinada a un infiel, posteriormente dio lugar a una fijación con la idea del martirio.

Debido al sutil adoctrinamiento del profesor, Gauher anhelaba la oportunidad de luchar y hacer la guerra contra el «enemigo» del Islam. La historia del muchacho representa uno de los miles de casos de hombres jóvenes a quienes líderes religiosos llevan por el mal camino.

Ahora Gauher defiende que se proteja a la juventud contra estas fuerzas de adoctrinamiento religioso.

El hombre de 32 años es coautor de un cómic contra el extremismo y también da conferencias sobre el proceso de radicalización. En este sentido, su experiencia pasada puede considerarse una bendición encubierta que utiliza para informar a los demás y combatir la tendencia creciente del yihadismo.

El mensaje clave que se esfuerza por difundir es que el proceso de radicalización le puede pasar a cualquiera y en cualquier momento. Como alguien que llevaba una vida privilegiada, Gauher es plenamente consciente de que el extremismo no conoce límites.

Ya sea uno menesteroso y analfabeto o rico y culto, los reclutadores religiosos yihadistas saben qué tecla tocar para conmocionar a las personas y disponerlas a sucumbir a sus demandas «piadosas».

En los últimos años el significado de la palabra yihad se distorsionó, sobre todo después de  los atentados del 9 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y la posterior “guerra contra el terrorismo”. Yihad se traduce a menudo como «guerra santa», sin embargo, en términos puramente lingüísticos, en realidad significa lucha o esfuerzo.

En el sentido religioso, como la describe el Corán, yihad tiene muchos significados. Se puede referir al esfuerzo interno o externo por convertirse en un devoto creyente, así como al esfuerzo por informar a la gente acerca de la fe islámica.

Como consecuencia directa de los recientes atentados terroristas, el sensacionalismo y el alarmismo antiislámico, el término yihad se reproduce por los medios de comunicación mundiales.

Por este motivo, la yihad se vincula a la violencia, la brutalidad y el martirio.

Es fundamental tener en cuenta que la acción militar solo representa una forma de yihad, que en sí es muy poco común. Los extremistas religiosos han corrompido el significado del término y, lamentablemente, los medios de comunicación se nutren de su distorsión por la religión.

De hecho, la corrupción y la mala interpretación parecen estar en el centro del movimiento extremista. En una reciente charla TED en Lahore, Gauher analizó el proceso de radicalización y cómo los extremistas buscan a los más vulnerables y susceptibles de adoctrinamiento, o sea, los niños.[related_articles]

Gauher hace hincapié en que, en muchos casos, los niños son tolerantes frente a la radicalización incluso antes de ser abordados por los extremistas. En un estudio realizado en las aldeas rurales de Pakistán por el Proyecto Paasban, 50 por ciento de los niños y adultos creían que la violencia es un medio justificado para imponer una opinión. Y 66 por ciento coincidieron en que los líderes religiosos no pueden mentir ni hacer daño.

En este sentido, este sistema de creencias radicales está arraigado en la conciencia colectiva desde una edad temprana, lo que facilita el trabajo de los extremistas.

El ascenso del yihadismo no debe ser visto como un problema exclusivamente islámico. Los no musulmanes son igualmente responsables por esta crisis de características mundiales. De hecho, uno de cada seis reclutas de la organización extremista Estado Islámico son conversos occidentales al Islam.

En muchos casos, los ciudadanos occidentales que se sienten marginados y aislados por la sociedad consideran a los grupos extremistas como su «llamado a la revolución».

De esta manera, que los medios de comunicación utilicen a la población musulmana de chivo expiatorio ante los atentados terroristas es nada menos que una forma de sensacionalismo islamófobo.

Sin embargo, a pesar del incremento de atentados, los activistas están convencidos de que el crecimiento del yihadismo no es irreversible.

Mediante el diálogo y el pedido de reforma de los sistemas de enseñanza radicalizados podemos guiar a miles de jóvenes vulnerables lejos de los grupos extremistas violentos.

Gauher y otros activistas por la paz mundial nos animan a todos, como una comunidad unida, a defender nuestra postura ante el terror.

Traducido por Álvaro Queiruga

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