Brasil pasa de las sequías del Nordeste a la sed de São Paulo

Un pequeño charco es lo que quedó en una de las represas del Sistema Cantareira, que abastecía casi la mitad de la Región Metropolitana de São Paulo. Crédito: Cortesía de Ninja/ContaDagua.org
Un pequeño charco es lo que quedó en una de las represas del Sistema Cantareira, que abastecía casi la mitad de la Región Metropolitana de São Paulo. Crédito: Cortesía de Ninja/ContaDagua.org

En algún momento pueden quedar sin agua seis millones de personas en la metrópoli brasileña de São Paulo. Las lluvias de febrero no alejaron el riesgo y pueden agravarlo al postergar un racionamiento demandado desde hace seis meses por hidrólogos.

La amenaza atormenta de modo especial a los millones de inmigrantes provenientes de la pobre región del Nordeste del país, que en muchos casos huyeron de las sequías que se repiten allí cada década o poco más.

Nadie podía imaginar que volverían a enfrentar escasez de agua en esta tierra de abundancia a que arribaron y la mayoría prosperó. Uno de ellos, Luiz Inácio Lula da Silva, logró incluso afirmarse como líder sindical y político y ser presidente del país entre 2003 y 2011.[pullquote]3[/pullquote]

“Nuestro tanque almacena 4.500 litros, que alcanzan para dos días. Busco donde poner otro para disponer de 10.000 litros, negociando con vecinos, ya que mi techo puede no soportar el peso”, señaló a Tierramérica el dueño del restaurante Nación Nordestina, Luciano de Almeida, cuyo negocio atiende 8.000 clientes mensuales.

Su preocupación por almacenar más agua es común en los 22 millones de habitantes de la región metropolitana paulista, especialmente en su Zona Norte, que será la primera afectada por el racionamiento si finalmente el gobierno del estado de São Paulo decide adoptarlo, para garantizar algún suministro hídrico durante todo el año.

Esa zona la abastece el Sistema Cantareira, un conjunto de seis represas que, al borde del colapso, aún abastece a seis millones de personas. Eran cerca de nueve millones hasta mediados de 2014, pero un tercio fue transferido a alguno de los otros ocho sistemas que proveen agua al área.

Es precisamente en la Zona Norte que se concentran muchos de los inmigrantes nordestinos y sus descendientes, como refleja la gran cantidad de restaurantes que ofrecen comida típica del Nordeste, con sus carnes secadas al sol, harinas de mandioca y frijoles especiales.

Almeida, de 40 años, nació en São Paulo. El inmigrante fue su padre, el primero de 14 hermanos en dejar el nororiental estado de Pernambuco para buscar “una vida mejor” en la metrópoli, en 1960, dos años después de una de las peores sequías en la región.

Se empleó en una empresa metalúrgica, donde “ganó tanto dinero que un año después volvió a su tierra de vacaciones” y los hermanos empezaron a seguir su ejemplo, contó Almeida, quien descubrió su vocación trabajando ocho años en el restaurante de uno de esos tíos, antes de abrir su propio local.

“La vida en el Nordeste se volvió más tranquila. Con los beneficios sociales del gobierno, la población no sufre las carencias de antes, incluso durante la sequía actual, una de las peores de la historia”, comprobó Almeida en sus frecuentes viajes a la tierra de sus antepasados, de donde proviene también su esposa, con quien tiene una hija de siete años.

Un asentamiento rural en el estado de Pernambuco, en el Nordeste de Brasil, con cisternas para recoger, almacenar y potabilizar agua de lluvia. Iniciativas como esta modificaron la relación de los habitantes de la región con sus cíclicas sequías. Crédito: Mario Osava/IPS
Un asentamiento rural en el estado de Pernambuco, en el Nordeste de Brasil, con cisternas para recoger, almacenar y potabilizar agua de lluvia. Iniciativas como esta modificaron la relación de los habitantes de la región con sus cíclicas sequías. Crédito: Mario Osava/IPS

Además, la población rural, la más afectada por las sequías, aprendió a convivir con el clima semiárido nordestino, recogiendo agua de la lluvia en cisternas y otros depósitos, tanto para beber como para irrigar sus pequeños cultivos. Es una tecnología social que el paulista Movimiento Cisterna Ya adaptó ahora para enfrentar la crisis hídrica aquí.

“Uno de mis 20 empleados decidió volver al Nordeste, con sus ahorros pretende comprar un camión y vender agua allá”, contó Almeida. Es una reversión migratoria que alientan las mejores condiciones de vida en la región, conocida como la más seca y pobre de Brasil.

Paulo Santos, de 38 años y gerente del restaurante Feijão de Corda (Frijol de Cuerda), también en la misma Zona Norte, es otro que pretende volver a su ciudad natal, Vitoria da Conquista, en el también nordestino estado de Bahía, que dejó hace 20 años para “probar un trabajo mejor que la labranza”.

“Me cansé, es demasiado estrés vivir en São Paulo. La sequía lo agrava, pero tendrá solución de una manera u otra”, explicó. “Vitoria da Conquista creció mucho, ahora tiene de todo, con una mejor calidad de vida”, acotó.

En tanto, la Alianza por el Agua, que engloba 46 organizaciones sociales y ambientales del estado, busca promover “la construcción de seguridad hídrica” en la región metropolitana, presionando el gobierno estadual y movilizando la sociedad.

Las lluvias de febrero, superiores al promedio histórico del mes, recuperaron un poco la capacidad de Cantareira, pero la situación sigue “gravísima”, dijo a Tierramérica la coordinadora de la Alianza, Marussia Whately.

“Exige un esfuerzo de guerra, en especial para mitigar el sufrimiento de las periferias pobres, que no tienen tanques de agua y no pueden almacenarla para los días u horas sin suministro”, acotó Delcio Rodrigues, activista de la agrupación y vicepresidente del Instituto Vitae Civilis, dedicado al cambio climático.[related_articles]

Pero, criticó, el gobierno estadual y su compañía Saneamiento Básico del Estado de São Paulo (Sabesp) prefieren “generar confusión” al informar que el 23 de febrero Cantareira alcanzó un nivel de 10,6 por ciento, el doble del de fines de enero, omitiendo que se trata del “volumen muerto”, de aguas abajo del punto de captación.

Son aguas que se están usando desde julio del año pasado, aunque deben operar como reserva.

Con el punto de captación como referencia, el indicador es negativo en 18,5 por ciento, muy lejos del índice positivo de 12,3 por ciento de abril de 2014.

La crisis hídrica obedece a dos años de sequía en la región del Sureste brasileño. Sin seguridad de lluvias regulares este año, se necesita una recuperación excepcional de los embalses hasta  marzo, para atravesar los siguientes seis meses de estiaje.

Es poco probable que eso ocurra y por eso especialistas en hidrología proponen un racionamiento inmediato para evitar el colapso.

Sabesp impone un racionamiento no declarado, reduciendo la presión del agua en las tuberías, lo que interrumpe el suministro en muchas áreas durante ciertas horas. Además adoptó multas para quienes aumenten el consumo y descuentos para quienes lo reduzcan.

Pero la Alianza reclama otras medidas de emergencia, como campañas públicas, gestión de crisis con transparencia y pesadas multas contra el despilfarro. Y agrega 10 acciones de mediano plazo, como una gestión más participativa, reducción de pérdidas, reforestación de los manantiales y tratamiento de aguas servidas.

En su intento por evitar un racionamiento, considerado dañino políticamente, el gobierno estadual decidió usar aguas de la represa Billings para complementar otros sistemas. Es “aterrorizante”, según Rodrigues, porque son aguas muy contaminadas, incluso por mercurio, con un grave riesgo sanitario.

En cambio, la reforestación alrededor de los manantiales ganó fuerza con esta crisis. Es necesaria para Cantareira, donde sobrevive solo 20 por ciento de la vegetación original, alentó Whately. Los bosques mejoran la producción y retención del agua y evitan erosión, pero es una solución a largo plazo, no resuelve la emergencia actual, concluyó.

Publicado en la red de diarios latinoamericanos de Tierramérica.

Editado por Estrella Gutiérrez

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