G-20 debe reconocer aporte económico de las mujeres

A las mexicanas solo se les ve como madres y esposas pese a que su trabajo, asalariado y no remunerado, contribuye al desarrollo y es sostén del sistema económico.

Hartas de ser consideradas solo como responsables del cuidado del hogar y la familia –y por tanto relegadas de las actividades económicas–, las mujeres quieren estar presentes en la toma de decisiones y ser reconocidas como agentes de desarrollo.

Así lo expresan feministas y expertas mexicanas en economía, al hacer una reflexión a propósito de la séptima cumbre del Grupo de los 20 (G-20), realizada el lunes 18 y el martes 20 en la ciudad mexicana de Los Cabos, en el noroccidental estado de Baja California Sur, y donde la perspectiva de género quedó, otra vez, marginada.

La socióloga y feminista Leonor Aida Concha explica que a las mujeres se les relega de los temas económicos porque se cree que en su mayoría son inactivas, y que las tareas que realizan en el hogar no tienen valor y por ende no se pagan.

Sin embargo, la también antropóloga sostiene que esta idea es falsa porque a través del trabajo no remunerado y del cuidado y crianza de los hijos las mujeres forman personas, y les generan capacidades y cualidades que después serán aprovechadas en el mercado laboral.
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Es decir, las mujeres que limpian la casa, alimentan, educan y cuidan a los hijos, los enfermos y los adultos mayores, aportan al desarrollo, crecimiento y sostén de la economía porque aunque ese trabajo no es asalariado tiene un valor importante en la sociedad.

Pero no solo eso, estas actividades se traducen en un valor monetario. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reporta que en 2010 las mujeres mexicas realizaban 79,4 de cada 100 horas de trabajo doméstico no remunerado, lo que equivale a 76 de cada 100 pesos generados. Un dólar es equivalente a 13,7 pesos mexicanos.

Esa labor representa 21,9 por ciento del producto interno bruto (PIB), mientras que la aportación de los hombres es de únicamente 5,3 por ciento. Tan solo «proporcionar cuidados y apoyo a los integrantes del hogar», una función que recae esencialmente en las mujeres, aporta 6,9 por ciento del PIB, precisa el Inegi.

En 2010, el PIB de México ascendió a casi 8,9 billones de pesos. El trabajo doméstico no remunerado de las mujeres en ese año representó casi dos billones de pesos.

El PIB es el volumen total (en dinero) de los bienes y servicios que produce un país al año en los sectores agropecuario, industrial y de servicios.

Además de sus tareas domésticas, millones de mujeres también trabajan en empleos formales en empresas, fábricas e instituciones de gobierno, o informales, como negocios propios o pequeños comercios.

El Inegi reporta que en el primer trimestre de 2012, de los 47,1 millones de personas ocupadas que generaron algún bien o servicio, 17,8 millones eran mujeres, más de un tercio de la población económicamente activa.

Rocío Mejía, integrante de la Red Género y Economía, sostiene que esto comprueba que la población femenina participa activamente en los ciclos económicos y que la crisis económico-financiera mundial les impacta de manera particular.

Aclara que las políticas neoliberales, avaladas en foros internacionales como el G-20, repercuten en los bolsillos de las madres y jefas de familia, ya que para evitar una nueva crisis económica los líderes mundiales recortan subsidios a servicios como educación y salud.

Mejía señala que los gobiernos no son conscientes de que los recortes en el gasto social afectan en particular a las jefas de familia y a las madres, quienes, según el Inegi, representan a siete de cada 10 mujeres ocupadas laboralmente.

Agrega que cuando se deja de subsidiar ciertos servicios se cree que las madres o abuelas están obligadas a garantizar educación, dar alimento, conseguir vestido y cuidar la salud de los hijos, y que el Estado por su parte no tiene responsabilidad en ello.

Marcela Orozco, economista y académica de la Universidad Nacional Autónoma de México, califica como alarmante que la y los candidatos presidenciales para las elecciones del 1 de julio, no tengan propuestas con perspectiva de género, para generar empleos bien remunerados y con prestaciones; ni para promover el crecimiento económico.

La experta critica que se siga viendo a las mujeres como jefas de familia o madres solteras que necesitan políticas asistencialistas, y no como ciudadanas activas que pueden ser agentes económicos y de desarrollo.

Por ello considera urgente que además de guarderías y becas escolares, el Estado debe incentivar la participación de la población femenina en la producción y venta de bienes y servicios.

La también integrante de la Red Mexicana de Acción Frente al Libre Comercio advierte del riesgo de que en el G-20 se abran aún más los mercados a las empresas trasnacionales y los servicios públicos se sigan privatizando, lo que aumentaría la carga de trabajo de las mujeres porque ellas asumirán los gastos de los servicios que no brinda el Estado.

* Este artículo fue publicado originalmente por la agencia mexicana de noticias de Comunicación e Información de la Mujer AC, Cimac.

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