HUNGRÍA: Gobierno intimida a los medios

Es posible que las presiones de la Unión Europea (UE) logren que Hungría revierta algunos artículos de su controvertida ley de prensa, pero el principal objetivo de las autoridades de este país ya fue alcanzado: intimidar a los medios.

Pocas horas después de que el parlamento aprobará la norma el 21 de diciembre de 2010, supuestamente para proteger a la población de informes ofensivos y coberturas periodísticas parciales, casi un millón de oyentes que tenían sintonizada la radio Kossuth se quedaron sin poder escuchar el popular programa de noticias "180 minutos".

Como ocurrió con muchos medios de prensa, cambiaron los propietarios de Kossuth poco después del triunfo electoral del partido conservador Fidesz, el año pasado, con dos tercios de los 386 escaños del parlamento.

Muchos radioescuchas esperaron ansiosos la reacción a la norma, todavía no promulgada, del prestigioso programa de radio. Pero hubo un minuto de silencio, que el periodista Attila Mong calificó de "acto simbólico para que la gente piense", tras lo cual fue rápidamente suspendido.

El joven fue la primera víctima visible de la norma, ampliamente criticada por organizaciones de medios internacionales y la UE, lo que presionó a Budapest para que modificara algunos de los artículos más controvertidos.
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Tras una misiva crítica de la Comisión Europea, el primer ministro Viktor Orbán, al frente de la presidencia rotativa de la UE desde enero, aceptó hacer algunas modificaciones, pero alegó que serán de "naturaleza técnica" y que las críticas han sido "ridículas".

La Comisión pidió a Hungría que aclare el criterio de los requisitos para registrar medios de comunicación y para definir qué se entiende por "cobertura equilibrada", que se exige a los bloggers. También le pidió que modifique las disposiciones sobre multas a los que están ubicados en otros países de la UE.

Pero nada de eso ayudará a Mong, quién ahora aguarda el resultado de un proceso disciplinario, iniciado por la gerencia de la radio.

El periodista esperaba una reprimenda verbal, pero ahora lo acusan de "violar una norma laboral porque al parecer di una opinión política en un contexto inadecuado", dijo a IPS.

El caso de Mong es considerado por muchos periodistas locales como un aperitivo envenenado de lo que ocurrirá cuando el proyecto sea promulgado y el nuevo Consejo de Medios, integrado por simpatizantes del gobernante Fidesz y con poderes casi judiciales, comience a supervisarlos.

Los defensores de la ley aluden a la decadencia de la prensa húngara con informes sobre la insignificante delincuencia y la violencia gratuita y con el aumento de portales de Internet de extrema derecha que apuntan contra los gitanos y los judíos.

Numerosos analistas consideran que Orbán y su partido están más preocupados por las críticas de la izquierda que con el crecimiento de la extrema derecha, cuyo principal representante, Jobbik, obtuvo 17 por ciento de los votos en las últimas elecciones.

Frente la debilidad de la prensa, muchos están seguros de que el Fidesz logrará lo que se propone.

"La prensa está mal paga en Hungría y los profesionales veteranos y más prestigiosos ya no aguantaron lo que estaba pasando y desde hace tiempo se dedican a los negocios", dijo a IPS el presidente del Centro para un Periodismo Independiente, János Horvát.

El periodista pertenece a una camada de prestigiosos profesionales que abandonaronsu carrera. Horvát comenzó a trabajar en los años 70, cuando aprovechó la mayor apertura del régimen comunista para cuestionar muchos tabúes periodísticos de la época.

El ambiente de trabajo se deteriora, pese a que en este país hay democracia. "Los periódicos prefieren contratar jóvenes mal remunerados que son más fáciles de manipular debido a la presión empresarial y política a la que están sometidos los medios", explicó.

El resultado es la autocensura, un viejo hábito promovido por las autoridades. El director de la agencia estatal de noticias MTI, Csaba Belénessy, señaló que el "servicio público debe ser fiel al gobierno y ser justo con la oposición".

"No recibí ni una muestra de solidaridad, ni siquiera del sindicato de periodistas", indicó Mong, lo que refleja la autocensura del entorno. "La gente teme perder su empleo y los periódicos temen cuantiosas multas. El único apoyo que recibí fue privado", apuntó.

Todo esto ocurre en un contexto de indiferencia social. Cincuenta y uno por ciento de las personas encuestadas para un estudio de opinión dijeron que la ley de medios es inaceptable y 35 por ciento dieron aprobarla, pero los húngaros son difíciles de movilizar sobre cuestiones vinculadas a la intelectualidad de Budapest.

Hubo algunas manifestaciones que concentraron entre 5.000 y 10.000 personas en Budapest, pero los húngaros, en general, están más preocupados por su frágil situación económica.

"Muchos húngaros quieren, por encima de todo, una vida mejor, y yo respeto que la libertad de expresión viene en segundo lugar", dijo Mong a IPS. "Pero yo hice lo que hice porque no quiero que dentro de 10 años, un joven periodista me pregunte: ¿por qué no respondiste nada?", añadió.

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