BRASIL: Candidatas presidenciales, entre el hierro y la flor

Con la participación de fuertes candidatas a la Presidencia de Brasil, la irrupción de cuestiones de género parece inevitable en el escenario preelectoral de la potencia latinoamericana.

Protesta en la Cámara de Diputados de Brasil contra discriminación a las mujeres Crédito: Cortesía Cfemea
Protesta en la Cámara de Diputados de Brasil contra discriminación a las mujeres Crédito: Cortesía Cfemea

El inédito escenario es un campo de experimentación para elementos emblemáticos de género, como el estímulo a una mayor participación femenina en la política o el compromiso de una agenda que garantice los derechos de las mujeres.

Todavía no son candidatas oficiales, pero sus partidos ya las lanzaron al ruedo político y las encuestas las incluyen con importantes intenciones de voto.

La primera es Dilma Rousseff, del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), aspirante a suceder al presidente Luiz Inácio Lula da Silva, su gran promotor.

La acompaña Marina Silva, combativa activista ambiental, ex ministra de Medio Ambiente de Lula y actualmente en las filas del opositor Partido Verde.

La tercera, y de la que más se duda la confirmación de su candidatura, es Heloísa Helena Lima de Moraes Carvalho, del Partido Socialismo y Libertad, una escisión del PT. Ella finalmente podría optar por postularse nuevamente como senadora.

En Brasil son simplemente Dilma, Marina y Heloísa Helena, porque así se las conoce y se las menciona habitualmente.

[related_articles]Son tres mujeres «competitivas» en el panorama previo a las elecciones de octubre de 2010, dijo a la socióloga IPS Fátima Pacheco Jordão, directora de Data, el Núcleo de Estudios de TV Cultura, entre otros cargos.

Jordão recordó que Brasil ya tuvo candidaturas femeninas, pero «no candidatas competitivas» como las actuales, que pertenecen a «partidos fuertes», «con mensajes consistentes», «respaldo económico» y con posibilidades de triunfo.

Las tres tienen entre cinco y 20 por ciento de intención de voto, aunque todavía lejos del 40 por ciento del favorito en las encuestas, José Serra, del opositor Partido de la Social Democracia Brasileña.

«Hay una masa inédita de electores predispuestos a votar mujeres», resaltó la analista, y lo confirman diversos sondeos de opinión.

Una encuesta realizada en febrero por la encuestadora Ibope y otras instituciones mostró que nueve de cada 10 brasileños votaría por una mujer y 83 por ciento considera que la presencia de mujeres en el poder mejora la actividad política.

«No hay impedimento o rechazo a la elección de una mujer como presidenta de la República», dijo a IPS Ricardo Guedes, responsable de Sensus.

[pullquote]1[/pullquote]Una encuesta realizada por ese instituto de opinión pública en 2007 sobre diferentes prejuicios sociales, dio la primera señal en esa dirección, cuando 57,4 por ciento de entrevistados dijeron que votarían a una mujer para presidenta y 29,3 por ciento que lo harían «dependiendo de la persona».

Es un panorama novedoso, según Jordão, en que resulta inevitable que emerja la cuestión de género según avance la campaña electoral y pasen a usarse, por ejemplo, referencias, maneras o imágenes vinculadas al género.

Dilma, actualmente jefa de la Casa Civil de la Presidencia —una especie de primera ministra— ya dio señales en ese sentido, recordó Jordão, que citó su reciente defensa ante las críticas sobre su permanente presencia en la inauguración de obras públicas.

La ministra se comparó con una cocinera que muestra sus platos una vez terminados. ¿Por qué no mostrar una obra, de una hidroeléctrica por ejemplo, también terminada? se preguntó, antes de considerar que las críticas existían por ser una mujer quien lo hace.

Para Jordão ésta es una referencia simbólica de género, porque evoca la imagen tradicional de la mujer «escondida» en la cocina, y se pregunta «por qué los hombres sí pueden y las mujeres no».

La cientista política Patricia Rangel consideró que la diversidad de candidaturas femeninas es «extremadamente positiva» por lo simbólico y por la posibilidad que una presidenta representaría en cuanto a derechos y garantías para las mujeres.

En el plano simbólico mencionó que una candidata presidencial «representa un cambio de paradigma político y contribuye al proceso de reconocimiento del sujeto político mujer».

Según Rangel, del Centro Feminista de Estudios y Asesoría (Cfemea), la «sociedad patriarcal reproduce la idea de que política es cosa de hombres», y las candidaturas femeninas son positivas en la medida en que «cuestionan los estereotipos y funciones asignadas a las mujeres».

Brasil fue uno de los primeros países latinoamericanos en conceder a las mujeres el derecho al voto, pero tiene uno de los peores niveles de representación femenina en cargos públicos, según datos de la Unión Interparlamentaria Mundial.

En febrero de 2009, en promedio las legisladoras representaban algo menos de 20 por ciento de los parlamentos del mundo. En Brasil, en cambio, la proporción era de nueve por ciento en la Cámara de Diputados y 12,3 por ciento en el Senado.

Eso ubica a este país de más de 190 millones de habitantes en el puesto 106 del ranking mundial.

Cifras de Cfemea de este mes indican que sólo hay tres gobernadoras en los 27 estados brasileños y 504 alcaldesas en 5.555 municipios.

Para Rangel, varios factores favorecen la poca participación, como dar prevalencia al papel de madre y esposa sobre el activismo político, las provocaciones que soporta la mujer en el ejercicio político, o las exageradas exigencias respecto de los varones.

«Las mujeres tienen que mostrarse más capaces que los hombres para ser aceptadas y si llegan a altos cargos se les exige mucho más», reflexionó.

DE HIERRO O FLORES AMAZÓNICAS

La participación de la mujer en el trabajo y en la política es fruto de un largo recorrido en Brasil, pero los estereotipos continúan moldeando el imaginario colectivo.

Se trata de estereotipos negativos y positivos, según la encuesta de Ibope, porque 74 por ciento de los entrevistados consideraron que más participación femenina en la política traería más honestidad, más compromiso con el electorado y más capacidad administrativa.

Rangel estableció dos estereotipos básicos respecto de las mujeres políticas.

El de «mujer dulce», que la presenta como un gueto femenino dentro de la masculina política y perpetúa su papel tradicional, o el de «mujer de hierro», que ignora la «postura femenina adecuada» y puede ser estigmatizada como «masculinizada».

En política, las mujeres pueden perder autoridad si adoptan patrones «femeninos», y se arriesgan a la desaprobación social si se pliegan a los esquemas «masculinos», sintetizó Rangel.

Este último es el caso de las candidatas presidenciales, «que conquistaron la autoridad a costa de la desaprobación social».

«¿Quién no oyó decir que Dilma no tiene dulzura o que Marina es fea y seria, como si esos fueran criterios relevantes para la carrera política?», se preguntó.

A la hora de analizar la confluencia inédita de candidatas, los expertos coinciden en que no se origina en el deseo de beneficiarse de los «estereotipos positivos» sobre las mujeres en la política.

Jordão explicó que incidieron factores más pragmáticos, como la capacidad de Dilma de dar continuidad a la obra de un gobierno altamente valorado, al ser la mano derecha de Lula.

Rangel destacó que Marina y Dilma, por su labor en el gabinete, escaparon al tradicional nicho de las políticas en los gobiernos brasileños, que las vincula a lo doméstico y al cuidado, al asignarles áreas como educación o asistencia social.

En Dilma prevalece también el que Lula la perciba y muestre como una «ejecutiva», opinó Guedes. Acerca de que las encuestas la sitúen al «límite del rechazo» del electorado, el experto lo atribuyó sobre todo a su falta de «empatía política» y de «carisma».

NO BASTA SER MUJER

Símbolos de un nuevo paradigma político, amargas o dulces, flores o minerales, la presencia de mujeres candidatas no es suficiente, subraya el movimiento feminista.

Jordão consideró que la adhesión a una candidatura femenina dependerá de algunos compromisos programáticos, como la defensa de la legalización del aborto y los derechos reproductivos, o el combate a la violencia contra la mujer.

La asesora de Cfemea no ve que haya una ecuación automática entre «más mujeres en el poder y más derechos para la colectividad femenina».

Rangel recordó que el movimiento feminista considera que «no sirve solamente elegir a más mujeres, sino a más mujeres con conciencia de género, o sea con conciencia de su situación de marginalización y de desigualdad».

En cualquier caso, las candidaturas femeninas abren el espacio para abordar en la campaña temas de la agenda de género, como trabajo y jubilación, licencia por maternidad y paternidad, estabilidad, erradicación de la violencia o salud reproductiva.

Está por verse si las candidatas «usan y abusan» de esta agenda. Para Rangel hasta ahora no hubo un discurso de género claro, e incluso figuras como Marina, contraria al aborto por razones religiosas, «prefieren evitar estos temas».

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