CARIBE: Alianza para proteger ballenas jorobadas

En diciembre de 2006 un santuario de mamíferos marinos de República Dominicana y otro de Estados Unidos concertaron una alianza para la conservación de unas 900 ballenas jorobadas. Detrás de esa iniciativa estuvo la tenacidad de Nathalie Ward, directora de la Red de Cetáceos del Caribe Oriental.

Crédito: NOAA Photo Library
Crédito: NOAA Photo Library
Se trata del primer acuerdo de conservación de cetáceos en peligro que cubre las zonas geográficas extremas de su migración anual, explica la bióloga Ward, asesora desde 1989 del Protocolo Relativo a las Áreas y Flora y Fauna Especialmente Protegidas del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y coordinadora de asuntos externos del Santuario Marino Nacional de Stellwagen Bank, en la Bahía de Massachusetts.

Doctora en estudios ambientales y biología de la conservación, Ward publicará en 2008 su libro "Ballenas y Delfines del Caribe".

IPS: —Una de las principales amenazas a los mamíferos marinos son las redes de pesca, en las que suelen morir. ¿Qué incidencia tiene este fenómeno en el Caribe oriental?

Nathalie Ward: — La pesca accidental ha sido identificada como la amenaza inmediata más importante y mejor documentada para las poblaciones de cetáceos en todo el mundo.
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La información sobre este tema en la región del Gran Caribe es escasa, y aún no existen datos sobre el Caribe oriental. Mientras Estados Unidos y México han dedicado esfuerzos al golfo de México, no hay monitoreo sistemático en el Gran Caribe, que comprende las costas centroamericanas y sudamericanas sobre el mar Caribe, el golfo de México y el océano Atlántico circundante.

Esto impide una evaluación profunda en cuanto a cantidad de ejemplares, mortalidad e impacto en los índices reproductivos. Además, la pesca no intencional es difícil de resolver cuando implica dimensiones económicas y culturales, particularmente en pequeñas naciones en desarrollo.

— ¿Qué estrategias se han adoptado en el Caribe para enfrentar esta situación?

— Reducir la pesca accidental y desechar las capturas indeseadas como prácticas no sustentables es hoy la política de muchos estados y de un creciente número de organizaciones regionales y subregionales vinculadas con el manejo y la planificación de la pesca, incluyendo los países del Gran Caribe.

Una estrategia potencial sería el fortalecimiento de las relaciones y el establecimiento de alianzas con las industrias pesqueras y los programas de observación, aprovechando iniciativas en curso y conocimientos existentes.

— La mayoría de las principales ciudades de los estados caribeños están situadas en zonas costeras. ¿De qué manera el desarrollo urbano en los litorales puede afectar el hábitat de estos cetáceos?

— Los entornos marinos y costeros en el Gran Caribe contienen diversos hábitat: estuarios y lagunas, manglares, playas, arrecifes coralinos y pastos marinos, amenazados de manera creciente por el desarrollo costero, así como por el incremento de la pesca, la contaminación terrestre (la agricultura es una fuente de sedimentos, nutrientes y pesticidas residuales) y marina (descargas y derrames de petróleo, aguas negras, descarga de lastres y sentinas y vertimiento de basura desde los barcos), y el cambio climático (elevación del nivel del mar y ocurrencia de huracanes).

Esos hábitat son importantes para el ciclo de vida de los mamíferos marinos, especialmente para las pequeñas especies de cetáceos que habitan en zonas costeras en el Gran Caribe, y también como lugares de desove, alimentación y desarrollo de las crías.

Las causas principales de pérdidas de hábitat allí son el desarrollo de asentamientos, el turismo, la agricultura, la deforestación y la contaminación.

— ¿De qué modo se pueden prevenir estos daños?

— La mayoría de los países del Gran Caribe han adoptado instrumentos para regular aspectos de la contaminación en zonas costeras y marítimas, con varios niveles prácticos de manejo y control. En este sentido, varios proyectos regionales integrales están en marcha como respaldo a la implementación de los protocolos regionales concernientes a la contaminación de fuentes y actividades terrestres, y a la cooperación para combatir los derrames de hidrocarburos en el Gran Caribe, ambos bajo la Convención de Cartagena y el Programa de Evaluación y Manejo de la Contaminación Ambiental del Programa para el Medio Ambiente en el Caribe.

Acciones de conservación como la reciente alianza entre el Santuario de Mamíferos Marinos de República Dominicana y el de Stellwagen Bank de Estados Unidos ofrecen una prometedora solución para el manejo de las especies marinas migratorias. Este es el primer acuerdo dedicado a la preservación de mamíferos marinos en peligro que cubre las zonas geográficas extremas de la migración anual.

Estas dos áreas, distantes a más de 3.000 kilómetros entre sí, protegen una misma población de alrededor de 900 ballenas jorobadas, que habitan entre abril y diciembre en la reserva estadounidense situada en la nororiental Bahía de Massachusetts y en sus aguas cercanas, y viajan a latitudes inferiores en los meses del invierno boreal, incluyendo las aguas dominicanas, donde se aparean y reproducen.

— Las naciones del área son en gran medida dependientes del turismo. ¿Qué impacto podría tener el incremento de la actividad acuática?

— En las últimas décadas el avistamiento de mamíferos marinos (ballenas, delfines y manatíes) en su hábitat natural ha sido promovido como un uso no consuntivo que puede proveer recompensas monetarias a la gente y beneficios a comunidades locales y gobiernos. Las experiencias turísticas exitosas tienen que beneficiar a las poblaciones locales, en lo económico y cultural, e incentivar la protección de recursos naturales considerados "destinos" para el turismo.

Lo anterior resulta relevante en áreas sensibles y dinámicas, como las costeras. En muchas de ellas el auge del turismo puede destruir o marginar el hábitat de los mamíferos marinos y sus presas, por el incremento incontrolado de la actividad naval, el inadecuado tratamiento de las aguas residuales y el aumento de la pesca.

El reto es tratar que el turismo no comprometa la conservación. Experiencias nacionales en la adopción de medidas para la observación de delfines y ballenas deben unirse a otras disposiciones existentes (los Principios Generales para el Avistamiento de Ballenas, de la Comisión Ballenera Internacional) para elaborar regulaciones específicas, en consonancia con el crecimiento de la actividad turística donde habitan poblaciones de cetáceos.

Es importante la colaboración del sector privado y las instituciones de turismo en la región en la implementación del Plan de Acción de Mamíferos Marinos dentro del protocolo de áreas protegidas para promover mejores prácticas económicas con los cetáceos y respaldar estudios sobre su biología.

Si bien la aproximación de buques puede molestar a los mamíferos marinos, el uso de embarcaciones dedicadas al avistamiento con fines comerciales provee una incomparable plataforma para realizar estudios de identificación fotográfica a largo plazo de sus poblaciones.

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