PERÚ: Candidato indigenista remonta vuelo

El coronel retirado del ejército peruano Ollanta Humala dio un salto espectacular en las encuestas de la última semana, ubicándose en el segundo lugar entre los candidatos a la Presidencia, con 22 por ciento de las preferencias, a solo tres puntos de distancia de la derechista Lourdes Flores Nano, primera con 25 por ciento.

El resultado es impresionante para un aspirante a la Presidencia que empezó con cinco por ciento de intención de voto, y en las últimas cuatro semanas subió de 11 a 22 puntos porcentuales en esos sondeos, sin haber inscrito todavía a su partido y mucho menos su candidatura.

Con un encendido discurso radical que embiste a los partidos y políticos tradicionales a los que atribuye todos los males del país, desde la corrupción hasta la extrema pobreza, Humala encarna la decepción de los peruanos por el gobierno de Alejandro Toledo.

Ollanta —nombre quechua que significa "el guerrero que todo lo mira"— no es de izquierda pero su discurso es antiestadounidense. Tampoco es socialista, pero habla de nacionalizar las "empresas estratégicas" y destaca el origen andino de su raza. Sin embargo, Humala es un limeño nacido en el seno de una familia de clase media acomodada, cuyo padre es un abogado dedicado a la asesoría de compañías extranjeras.

Isaac Humala, el progenitor de Ollanta, es un comunista de viejo cuño, que fue retratado como un personaje folclórico por Mario Vargas Llosa en su novela "Conversación en La Catedral". En su juventud, el escritor fue miembro de una célula comunista universitaria en la que Isaac era instructor de marxismo-leninismo.

Entregado a la idea de que solo los descendientes de los incas son capaces de sacar de la postración y el atraso a los peruanos, Humala padre bautizó a la mitad de sus ocho hijos con nombres quechuas, como Pachacutec, Ima Sumac, Cusicollur, Antauro y Ollanta.

Más aun, Isaac elaboró una ideología a la que llamó "etnocacerismo", una forma de nacionalismo extremo enraizado en la revalorización de lo indígena. Se trata de la reivindicación de la etnia andina como la única capaz para liberar a los peruanos del sistema de explotación que instaló la colonización española. Se suma la exaltación del mariscal Andrés Avelino Cáceres, quien durante la Guerra del Pacífico contra Chile (1879-1883) resistió a los invasores en los Andes con un puñado de guerrilleros indígenas.

Con el sueño de que alguno de sus hijos fuera un nuevo Cáceres para encabezar una revolución indígena y liberar a los millones de peruanos empobrecidos por una "casta blanca", Isaac Humala inscribió a sus vástagos Antauro y Ollanta en la Escuela Militar de Chorrillos. Los dos se graduaron de oficiales y, mientras cumplían rigurosamente las funciones que les asignaban sus jefes, en los cuarteles organizaban reuniones con sus compañeros para difundir el "etnocacerismo".

Precisamente por sus actividades conspirativas, el mayor del ejército Antauro Humala fue expulsado de la institución en enero de 1998, pero su hermano Ollanta continuó con la propaganda de la ideología.

A primera hora de la mañana del 29 de octubre de 2000, al mando de 69 soldados, el comandante Ollanta Humala, acompañado de un grupo de reservistas dirigidos por su hermano Antauro, capturaron una instalación en la localidad sureña de Toquepala y reclamaron la renuncia del entonces presidente Alberto Fujimori y el encarcelamiento de su asesor Vladimiro Montesinos.

El mismo día de la rebelión, Montesinos se fugaba del país en un velero que lo condujo a Costa Rica, desde donde se trasladó a Caracas, Venezuela. El ejército de Fujimori no hizo mayor esfuerzo por capturar a los conjurados, y los Humala se entregaron en noviembre cuando ya gobernaba un presidente de transición, Valentín Paniagua, quien luego los amnistió.

Los críticos de los Humala afirman que el levantamiento fue una "cortina de humo" para facilitar el escape de Montesinos, y que se alzaron en armas cuando al gobierno de Fujimori (en el poder desde 1990) solo le quedaban días para expirar y no representaba un peligro, versión rechazada por la familia.

Ahora, Fujimori y Montesinos están presos, el primero en Chile, a la espera del resultado de un juicio de extradición por crímenes de lesa humanidad y corrupción, el segundo bajo proceso en Perú por numerosos delitos.

Bajo el gobierno de Toledo, Antauro Humala se dedicó a la formación del Partido Etnocacerista del Perú, y Ollanta regresó al ejército con el grado de coronel. Toledo lo premió enviándolo como oficial a la embajada de Perú en Francia.

Debido a sus abiertas críticas al gobierno y a la cúpula del ejército, en 2004 Ollanta Humala fue desplazado de París a Corea del Sur, donde se desempeñó como agregado militar, y luego fue pasado a retiro. Allí supo que su hermano Antauro y un grupo de reservistas etnocaceristas capturaron la estación de la policía de la localidad andina de Andahuaylas y mantuvieron secuestrados a una docena de efectivos. Reclamaban la renuncia de Toledo a la Presidencia y la convocatoria a elecciones.

En un primer momento, Humala dijo a la prensa que comprendía y respaldaba a su hermano. Pero al segundo día, cuando las huestes de Antauro asesinaron a cuatro policías, cambió de discurso y dijo que no compartía esos métodos. Antauro está bajo proceso por esos delitos.

Desde entonces se produjo entre los hermanos un aparente distanciamiento, si bien el periódico oficial del Partido Etnocacerista del Perú, dirigido por Antauro, sigue llamándose Ollanta.

Para diferenciarse de su hermano, el rebelde violento, Ollanta organizó el Partido Nacionalista Peruano en marzo de 2005, e inició la carrera hacia la Presidencia.

Isaac, el patriarca, aclaró a la prensa que Antauro y Ollanta compartían la misma ideología y que solo los diferenciaba el método.

De hecho, el propio Ollanta inició los trámites ante la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) para la inscripción del Partido Etnocacerista del Perú, fundado por su hermano, y luego para el Partido Nacionalista Peruano, como ha confirmado el organismo público.

Pero la estrecha relación ideológica con su hermano Antauro no ha mermado su fulgurante ascenso en las encuestas. Desde que en abril apareció como aspirante a la Presidencia, Humala no ha dejado de ganar popularidad un solo día.

Para los analistas, el crecimiento de su popularidad es un fenómeno que se repite en la política peruana. En 1990, Fujimori se presentó como el candidato anti-sistema, y lo mismo hizo Toledo 10 años después. Humala sigue la ruta.

Para el ex ministro del Interior del régimen de Toledo, Fernando Rospigliosi, actual investigador del Instituto de Estudios Peruanos, la irrupción del coronel retirado en la política peruana representa dos cosas: "Por un lado, un rechazo visceral de una gran parte de la población a los políticos y la forma de manejar la política en nuestro país, y, por otro, la poca importancia que la gente le da a la democracia, sin reparar en las consideraciones morales ni valorativas de las personas, como Ollanta Humala".

Rospigliosi afirma que si Humala "gana las elecciones va a acabar con la democracia, se va a instalar una dictadura al estilo de Hugo Chávez en Venezuela", sostuvo.

Humala admira a Chávez y ha viajado a Caracas para reunirse con dirigentes chavistas.

Militares que participaron en el frustrado levantamiento de 27 de noviembre de 1992 (seguidores del entonces teniente coronel de paracaidistas Chávez, preso por haber liderado meses antes un fallido golpe de Estado), se refugiaron en Perú con la anuencia de Fujimori y Montesinos, como lo demuestran documentos secretos que autorizaron el financiamiento de su estancia en Lima.

En el grupo de los golpistas estaba Eliécer Otaiza, quien más tarde fue designado por el ya presidente Chávez jefe de la policía política (Disip). Según la prensa caraqueña, cuando Montesinos escapó de Perú y se escondió en Caracas, Otaiza le brindó protección, y cuando esto se descubrió, el presidente no tuvo más remedio que destituirlo.

Para el experto en temas de violencia Carlos Tapia García, del Centro de Promoción y Desarrollo Poblacional, el repunte de Humala se debe a que canaliza "la ira y el rencor de los sectores excluidos, que creen que los políticos se benefician personal y colectivamente de la democracia".

"Si Humala lidera las encuestas es porque en el país hay un malestar contra los políticos y los partidos. Las torpezas de la clase política peruana son las que han generado esta situación", dijo Tapia.

Mientras, el analista Eduardo Toche Medrano, del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo, cree que cuando Humala manifieste sus verdaderos objetivos, la ciudadanía se dará cuenta de qué hay realmente detrás de su discurso, y entonces comenzará a descender su popularidad.

"Creo que en algunos puntos, Humala refleja una postura de ultraderecha fascista, por eso tiene una posición dudosa, no sé sabe en qué decantará", dijo Toche.

"Humala no ha considerado que participar con las reglas del sistema no es lo mismo que hacerlo fuera del sistema, habrá que ver qué tan hábil es para estar adentro", sostuvo.

Las elecciones se celebrarán el 9 de abril de 2006. Faltan cuatro meses, y en ese periodo, con un electorado que se ha mostrado imprevisible en los últimos comicios, cualquier cosa puede ocurrir.

Menos de cuatro semanas antes de las elecciones de 1990, el liberal Vargas Llosa era el candidato seguro para ganar la contienda. Pero de pronto apareció un "outsider" como Fujimori con un discurso anti-sistema, y obligó al novelista a una segunda vuelta. Finalmente, el escritor fue derrotado.

El sociólogo Fernando Tuesta, quien condujo la ONPE, considera que la popularidad de Humala representa un estado de ánimo antes que un voto seguro.

"No creo que Humala sea tanto como para considerarlo una amenaza. Esto porque su discurso es ambivalente, ni siquiera es abiertamente anti-sistema. Todavía hay que esperar y ver qué pasa", dijo. (

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