PORTUGAL-BRASIL: Pragmatismo ante todo

El fin de la retórica y la consolidación del pragmatismo en las relaciones entre Brasilia y Lisboa fueron los puntos destacados de la visita de tres días a Portugal del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.

El izquierdista mandatario sudamericano exhortó a los grupos económicos de su país a asumir "una postura multinacional, que complemente las relaciones afectivas y de confianza política entre Brasil y Portugal".

Lula se reunió con el presidente Jorge Sampaio y el primer ministro José Manuel Durao Barroso, y fue recibido por el parlamento, las asociaciones empresariales y sindicales y los líderes de los partidos de oposición.

Durante décadas, las declaraciones de los gobernantes a ambos lados del Atlántico se centraron en cuestiones épicas, como "la gesta de los navegantes portugueses, que crearon el Brasil" o "Portugal y Brasil, países unidos por 500 años de cultura, lengua e historia común".

Pero esta vez no fue así. Tales pronunciamientos se limitaron al acto de recepción brindado por Sampaio en la Torre de Belem, símbolo nacional que rememora las conquistas portuguesas.

Desde ese fuerte, en la desembocadura del rio Tajo, en las afueras de Lisboa, Lula evocó la gesta de cinco siglos atrás, cuando desde Belem zarpó la flotilla de galeones y carabelas del almirante Pedro Alvares Cabral, que llegó en 1500 a las costas de América y fundó la colonia de Terras de Santa Cruz, más tarde Brasil.

A poco de llegar, Lula colocó una ofrenda floral en la tumba de Luiz Vaz de Camões, escritor del siglo XVI, considerado el padre de la lengua portuguesa. Fue el último acto destinado a destacar el "cordón umbilical" afectivo entre ambas naciones.

A partir de entonces, reinó el pragmatismo.

Portugal, en la óptica de Lula, es "una puerta privilegiada para que los empresarios brasileños inviertan en la Unión Europea" (UE).

"Los países más pobres necesitan una oportunidad", como la que ofrece la nación europea, de plataforma hacia la UE, dijo el viernes, al inaugurar el encuentro empresarial "Portugal-Brasil, Comercio e Inversiones".

Recordó que su país, pese a ser la mayor economía de América Latina y una de las diez mayores del mundo, "tiene un crecimiento estable, pero no sostenido".

Lula pidió a los empresarios de Portugal —que entre 1999 y 2001 invirtió 30.000 millones de dólares en Brasil—, acompañar a sus colegas sudamericanos "en la obra de construcción e inversiones" en el Mercosur (Mercado Común del Sur, integrado también por Argentina, Paraguay y Uruguay).

Portugal es uno de los cinco mayores inversores extranjeros en Brasil, que controlan porciones de sectores estratégicos tales como la electricidad, la telefonía celular, el agua potable, la distribución de alimentos y los grandes centros comerciales.

Sin embargo, Lula deploró el modesto intercambio comercial entre ambos países, "más bajo de lo deseado, pero que puede ser corregido con la diversificación de la oferta bilateral de productos".

En 2002 Brasil vendió apenas 168 millones de dólares a Portugal y este año las exportaciones suman sólo 11,5 millones.

Los productos portugueses vendidos a Brasil el año pasado sumaron 581,8 millones de dólares, y en lo que va de 2003 alcanzaron a 52,9 millones.

Lula también obtuvo el beneplácito de Lisboa para otorgar un trato especial y privilegiado a los inmigrantes brasileños respecto de los demás trabajadores extranjeros.

Según la ley vigente, el 1 de diciembre de 2001 caducó el plazo para que los trabajadores extranjeros sin permiso de residencia legalizaran su situación.

A partir de entonces son pasibles de deportación, medida que ya afectó a más de 2.000 brasileños y a cientos de ciudadanos de naciones luso-africanas y de Europa central y oriental.

El acuerdo obtenido por Lula prevé la creación de una comisión especial bilateral para "legalizar a brasileños que estén en situación irregular y que trabajen en Portugal" y permite, en caso de retrasos, "renovación de la visa de residencia sin que el ciudadano brasileño deba regresar a su país".

En otras palabras, exime a los brasileños de obligaciones vigentes para las demás nacionalidades, en su mayoría de las ex colonias portuguesas de Angola, Cabo Verde, Guinea-Bissau, Mozambique, Santo Tomé-Príncipe y Timor Oriental, así como de Ucrania, Moldavia, Rusia, Rumania y Bulgaria.

Portugal, con 10,2 millones de habitantes y 88.000 kilómetros cuadrados, alberga a unos 600.000 inmigrantes, 420.000 de los cuales son residentes documentados.

Los brasileños suman 65.000, y son la segunda comunidad extranjera detrás de los 200.000 ucranianos, de los cuales apenas 85.000 cuentan con permiso de residencia.

Este beneficio, favorable a los brasileños y discriminatorio para el resto de los residentes extranjeros, es visto por los analistas como consecuencia directa de las relaciones económicas entre los dos países.

Además del volumen de las inversiones de Portugal, en la nación sudamericana viven 1,3 millones de portugueses.

Lula tuvo tiempo de visitar la sede de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP), que representa a 220 millones de personas de los países luso-africanos, Brasil, Portugal y Timor Oriental.

Lula reiteró su deseo de reforzar las relaciones políticas, económicas y culturales con los países luso-africanos que visitará este año, y con el asiático Timor Oriental, en donde Brasilia colabora con el enorme esfuerzo de Lisboa por recuperar la lengua portuguesa, prohibida por Indonesia durante su ocupación de la ex colonia lusa, entre 1975 y 1999.

El momento más mediático del viaje portugués de Lula fue el jueves, cuando visitó sin protocolo la Fundación Mario Soares.

Ir a Lisboa "sin ver a Mario Soares, es como ir a Roma y no ver al Papa", explicó a la multitud que llenó la calle de Sao Bento, donde se halla la sede de la fundación del ex mandatario portugués (1986-1996), considerado el "padre de la nación" democrática surgida tras el golpe militar izquierdista que derrocó en 1974 a una dictadura corporativista.

El único acto no oficial del mandatario brasileño fue la inaguración, en la misma sede, de la exposición de fotografía "Lula, de metalúrgico a presidente", título que alude a su historia de obrero industrial, dirigente sindical y fundador del ahora gobernante Partido de los Trabajadores.

El acto debió ser abreviado pues miles de personas lograron superar las barreras tendidas por la policía para acercarse a los dos políticos.

Soares jugó un papel crucial en la defensa de Lula, de quien es amigo personal, durante la campaña electoral que llevó al brasileño al poder, y en los primeros días de su gobierno, iniciado el 1 de enero.

Soares tranquilizó a los empresarios portugueses que percibían con evidente recelo la elección del ex dirigente sindical izquierdista como presidente del país destino de las mayores inversiones lusas en el mundo.

Pero Soares no es el único amigo importante que Lula deja en Portugal.

"Me voy de Lisboa mucho más feliz de lo que llegué y muy realizado como dirigente político de mi país, con la certeza de tener en Portugal y en su primer ministro, un aliado, un hermano", confesó Lula al despedirse del conservador primer ministro Durao Barroso.

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