LA HABANA – La agricultora Yoandra Álvarez aprecia en Cuba fortalezas para extender la agricultura circular, aunque faltan incentivos para el reciclaje de residuos, el incremento del uso de biofertilizantes, el cultivo de alimentos más sanos de forma sostenible y el estímulo a reducir los desperdicios.
“En el país sufrimos de escasez de alimentos e insumos, e innovamos con recursos propios desde el nivel micro. La agricultura circular es una oportunidad, pero hay que trabajar duro y capacitar a las personas, dar herramientas para reutilizar lo que ven como desperdicios”, reflexionó Álvarez, impulsora de la finca integral La Yoandra, ubicada en el barrio Mantilla del municipio de Arroyo Naranjo, en la periferia de La Habana.
Esta técnica media en química, de 51 años, explicó a IPS que la finca bautizada con su nombre, vinculada con la Cooperativa de Créditos y Servicios Julito Díaz, surgió en 1999, con apenas tres hectáreas, recibidas en usufructo del Estado.
“El terreno era un humedal y había un gran basurero. Tuvimos que limpiar escombros, drenar el agua mediante zanjas y aplicar capa vegetal para recuperar el suelo”, señaló.
“Desde un inicio tratamos de reutilizar todo lo del entorno y de las propias producciones. Luego supimos que aplicábamos la agricultura circular”, indicó.
Mediante cursos y talleres con el Instituto de Suelos, añadió, “mi esposo y yo aprendimos prácticas para un mejor manejo del recurso, uso de bioproductos, aplicación del riego, además del conocimiento adquirido con otros productores”.
También “empezamos a usar la madera de árboles caídos, preparar compost con el estiércol y aplicar biofertilizantes. Con las abejas estimulamos la polinización y recurrimos a las cotorritas o mariquitas (Coccinellidae) como método de control biológico contra plagas. No usamos químicos en los cultivos”, amplió Álvarez.
“La agricultura circular es una oportunidad, pero hay que trabajar duro y capacitar a las personas, darles herramientas para reutilizar lo que ven como desperdicios”: Yoandra Álvarez.
La Yoandra, ahora con ocho hectáreas, acoge un Jardín botánico de árboles frutales tropicales gracias al incentivo del ingeniero y científico Adolfo Rodríguez Nodals (1945-2017), director desde 1997 y hasta su muerte del Programa nacional de agricultura urbana, suburbana. También dirigió el centenario Instituto de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical (Inifat).
“Desde el 2000, Rodríguez Nodals nos invitó a plantar la mayor cantidad de frutales. Muchas variedades eran desconocidas en un país tropical y en los agromercados apenas se comercializaban las de la estación. La idea era crear un banco de germoplasma para distribuir las semillas en el país. Llegamos a tener acá 120 especies”, puntualizó.
Parte de las frutas de La Yondra se convierten en pulpa para elaborar helados en una instalación dentro la pequeña empresa Natural Bio Vida, constituida en la finca en 2021.
En el sitio también se ha instalado el restaurante Divino, que desde 2011 ofrece menús vegetarianos, veganos y sin gluten.
Sobresalen en los predios de la finca un estanque artificial para la cría de langostinos y carpas japonesas o koi (Cyprinus carpio koi), y un huerto para plantas medicinales y de condimentos.
Estimular un modelo para la sostenibilidad
La agricultura circular constituye un paradigma de acciones para incentivar una actividad agrícola sostenible, consciente y respetuosa del suelo.
Propone reciclar y reutilizar los residuos orgánicos para piensos y fertilizantes, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, reutilizar el agua y usar energías alternativas para el riego.
Álvarez participó en el Primer Taller de Agricultura Circular, efectuado en La Habana el 22 de marzo, en el cual una veintena de mujeres, hombres y jóvenes con iniciativas relevantes en diferentes regiones de Cuba compartieron experiencias y analizaron los retos para el desarrollo de sistemas agroalimentarios sostenibles.
Fue organizado por la embajada de Países Bajos y la Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y la Agricultura (FAO), entidades que desde 2019 impulsan, conjuntamente con el Ministerio de la Agricultura (Minag) y otras instituciones, una estrategia para estimular esa forma de producción.
La actividad ocurrió en el contexto de la Feria Internacional Agroindustrial Alimentaria (Fiagrop 2023), impulsada por el Minag.
Durante el taller, al cual fue invitada IPS, varios participantes consideraron que la agricultura circular puede contribuir al éxito de la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Ley SSAN), en vigor desde octubre de 2022.
La norma perfila una política considerada estratégica y que aspira a disminuir la dependencia de las importaciones de alimentos, de 70 a 80 % de los que consumen los 11,1 millones de habitantes en la isla y el turismo, y donde cada año se pierde un significativo porcentaje de cosechas por mala gestión.
De las casi 11 millones hectáreas, este país insular caribeño posee más de seis millones con potencial agrícola, aunque apenas se cultiva la mitad.
Los datos oficiales muestran que casi 77 % de los suelos se caracterizan por su poca productividad, a partir de la existencia de uno o más factores adversos como la erosión, salinidad, acidez, mal drenaje, baja fertilidad y contenido de materia orgánica o escasa retención de humedad.
Disímiles factores externos conspiran contra el apremiante aumento de la producción agropecuaria, entre ellos el embargo estadounidense que dificulta el acceso a créditos internacionales para comprar fertilizantes, pienso animal, maquinaria moderna, sistemas de riego o ampliar las inversiones, exponen las autoridades.
Otros elementos complican el ámbito productivo como el impacto de plagas, bajos rendimientos, éxodo de personas del campo a las ciudades, impagos a productores, además de estructuras burocráticas que abruman la comercialización en un contexto de desabastecimiento, inflación, dolarización parcial y depreciación de salarios y pensiones.
“Debe potenciarse el papel del productor para ejecutar una agricultura con éxito. Hay que incentivar mucho al campesino, algo que pasa, por ejemplo, por cumplir con los contratos y pagarles en tiempo”, analizó Álvarez.
Se refirió “a la necesidad de garantizar semillas de calidad a nivel municipal, potenciar la comunicación para que los agricultores sepan donde localizar bioproductos, además de garantizar el combustible para evitar demoras en los traslados de las cosechas y no se pierdan”.
Álvarez reconoció cuánto falta por avanzar en los procesos de certificación de productos agroecológicos, “que den fe de su mayor calidad nutricional, estimulen sus ventas, además de educar más en cuanto a buenos hábitos de alimentación”.
Debe pensarse, continuó, en cómo estimular a través de créditos bancarios u otros mecanismos fiscales “a productores con pocos recursos, pero con deseos de aumentar los cultivos agroecológicos”.
Al cierre de 2021 en Cuba se contabilizaba 226 597 fincas, 1202 de ellas con la condición de agroecológicas y 64 % del total –unas 146 000-, incorporadas al movimiento agroecológico en las categorías de inicio o en transformación, según datos oficiales.
Enfoque social
La Yoadra incuba proyectos sociales como el círculo de interés La Rosa Blanca, que “inicié en el 2000 con niñas y niños que venían a jugar en la finca. Empecé a enseñarles sobre agroecología y el medio ambiente. Muchos vienen ahora con sus hijos”, significó Álvarez.
Precisó que estudiantes de la enseñanza primaria y de la secundaria realizan allí aprendizajes similares, “mientras que la Cátedra de biología de la Universidad de La Habana estudia el suelo. Somos un lugar abierto a la investigación”.
De igual forma, desde 2008 opera en la finca el proyecto Desde Adentro, destinado a atender a personas adultas mayores de la comunidad que sufrían situación de abandono familiar o permanecían solas durante el día.
La idea partió de los dos hijos de Álvarez, con respaldo de algunos amigos.
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La agricultora apuntó que además de la alimentación diaria gratuita, se les garantiza condiciones para el baño, lavado de ropa, así como la limpieza de sus hogares. La iniciativa que llegó a reunir a unas 40 abuelas y abuelos se interrumpió por la covid y hoy apenas asisten dos personas.
“Pertenecer aquí ha sido una gran alegría. Además de facilitarnos la comida, nos lavan la ropa, nos acompañan a alguna consulta médica, conversamos, bailamos y cantamos. Me siento muy bien feliz”, confesó a IPS Isora Fumero, de 93 años.
De la treintena de trabajadores en la finca, casi por entero de la comunidad, alrededor de la mitad son mujeres, “porque Yoanka ha defendido priorizarnos al dar empleo”, destacó Berta Regla García, de 63 años, cocinera que prepara y condimenta platos del restaurante, algunos muy criollos, con la alquimia de secretos de sus ancestros africanos.
Al dialogar con IPS, García apreció “trabajar aquí casi desde el inicio del proyecto” algo que, además “me permite sustentar los gastos de mi casa, porque soy el bastón de la familia, con una madre de 93 años y un padre centenario”.
Álvarez comentó que planea próximamente reconstruir un biodigestor para las necesidades energéticas de la casa y el restaurante, así como instalar paneles solares para optimizar el riego desde un pozo de 45 metros de profundidad que abastece la finca.
ED: EG