El mundo agroalimentario puede cambiar con las mujeres

Una agricultora labora en una cooperativa de hortalizas en Sierra Leona. Avanzar en la igualdad de la mujer en el sector agroalimentario puede inyectar un billón de dólares anuales a la economía mundial y apartar del hambre a 45 millones de personas. Foto: Sebastian Liste/FAO

ROMA – Igualar a la mujer en los sistemas agroalimentarios del mundo puede reducir el hambre, estimular la economía y ayudar en la lucha contra el cambio climático, estableció un nuevo estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), publicado este jueves 13.

Las mujeres “se desempeñan como productoras, empresarias, vendedoras, trabajadoras y consumidoras. Participan en todas las dimensiones que forman parte de los sistemas agroalimentarios”, indicó el director del Departamento de Transformación Rural Inclusiva e Igualdad de Género de la FAO, Benjamin Davis.

Davis dijo que “si se cerrara la brecha de género en la productividad agrícola y si se suprimiera la diferencia salarial existente en los sistemas agroalimentarios, el producto interno bruto (PIB) mundial aumentaría en uno por ciento”, es decir, en un billón (millón de millones) de dólares.

Con ello, la inseguridad alimentaria mundial se reduciría alrededor de dos puntos porcentuales, por lo que “el número de personas con inseguridad alimentaria se reduciría en 45 millones, y eso solamente es un cálculo conservador, en el sentido de que no se calcula su impacto a largo plazo”, añadió el responsable.

“Si abordamos las desigualdades de género endémicas en los sistemas agroalimentarios y empoderamos a las mujeres, el mundo dará un salto adelante en la consecución de los objetivos de poner fin a la pobreza y crear un mundo sin hambre”: Qu Dongyu.

El documento, “La situación de las mujeres en los sistemas agroalimentarios”, el primero de su tipo desde 2010, no se limita a la agricultura, sino que ofrece un panorama completo de la situación de las mujeres que trabajan en los sistemas agroalimentarios, desde la producción hasta la distribución y el consumo.

La FAO destaca que los sistemas agroalimentarios son una importante fuente de trabajo a nivel mundial: 36 % de las mujeres que trabajan están empleadas en el sector, una cifra que alcanza a 38 % en el caso de los hombres.

Ante la pregunta de por qué se habla de desigualdad en el sector, ante una cifra tan pareja, Davis expone que el trabajo de las mujeres está menospreciado y sus condiciones laborales tienden a ser peores que las de los hombres.

“En general, las mujeres tienen un trabajo más informal, es más precario, a tiempo parcial, de escasa cualificación y es más laborioso, y finalmente peor pagado”, según el director.

Otro elemento de la desigualdad es la mayor carga como cuidadoras no remuneradas y el trabajo doméstico, que a nivel mundial es tres veces más alto para las mujeres. “Ahí es donde está la desigualdad”, puntualizó Davis.

El informe destaca que las asalariadas en la agricultura ganan 82 céntimos por cada dólar que reciben los hombres.

Las mujeres también tienen menos acceso a la posesión de la tierra, al crédito, a la formación y a las nuevas tecnologías. Junto con la discriminación, esas desigualdades dan lugar a una brecha de género de 24 % en la productividad entre mujeres y hombres agricultores para explotaciones de igual tamaño.

Abordar las desigualdades de género en los sistemas agroalimentarios tendría consecuencias en la vida cotidiana de las familias y de las comunidades, y las mujeres tendrían un papel protagonista dentro de la vida colectiva.

Los beneficios de los proyectos que empoderan a las mujeres son mayores que los de los que se limitan a tener en cuenta las cuestiones de género.

Según el estudio, si la mitad de los pequeños productores tomasen medidas centradas en el empoderamiento de las mujeres, se produciría un aumento significativo de los ingresos de otros 58 millones de personas y de la resiliencia de otros 235 millones.

También se señala que, cuando las economías se contraen, los puestos de trabajo de las mujeres son los primeros en desaparecer.

En el mundo, 22 % de las mujeres de los segmentos de los sistemas agroalimentarios que se desarrollan fuera de la explotación agrícola perdieron su empleo en el primer año de la pandemia covid-19, frente a dos por ciento de los hombres.

Durante la pandemia aumentó también más rápidamente la inseguridad alimentaria de las mujeres, que además debieron asumir más responsabilidades de cuidado, lo que supuso que las niñas faltasen más a clase que los niños.

Igualmente, el informe indica que las mujeres son más vulnerables a las perturbaciones climáticas y los desastres naturales, debido a que “tienen recursos y activos más limitados, lo que reduce su capacidad de adaptación y resiliencia”.

En América Latina la brecha de género es mayor en el proceso de transformación de la producción agrícola en bienes de consumo, debido al nivel de desarrollo de la región y al número de empleos en los sectores secundario y terciario.

Davis enfatizó la situación de la de la población indígena en el continente, y en concreto de las mujeres indígenas, quienes “sufren una doble discriminación, por ser indígenas y por ser mujeres, lo que tiene implicaciones muy importantes para la vida de ellas y de sus familias”.

El informe plantea que avanzar en la igualdad de género en el campo agroalimentario implica subsanar las carencias relacionadas con el acceso a activos, tecnología y recursos, desde la educación hasta la seguridad en la tenencia de la tierra.

Se debe abordar la carga del trabajo doméstico no remunerado y se destaca el efecto positivo del acceso a guarderías y a los programas de protección social.

Al presentar el informe, el director general de la FAO, Qu Dongyu, señaló que “si abordamos las desigualdades de género endémicas en los sistemas agroalimentarios y empoderamos a las mujeres, el mundo dará un salto adelante en la consecución de los objetivos de poner fin a la pobreza y crear un mundo sin hambre”.

A-E/HM

 

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