Los casquillos de balas quedaron esparcidos en las calles del este pueblo del noreste de México. Un vecino cuenta que, al día siguiente de la balacera, los cartuchos se podían agarrar del piso a puñados, “como si fueran granos de maíz”.
También quedaron regadas gorras, “montones de gorras”, dice el hombre con el que hablamos. Quedaron junto a los charcos de sangre a los que se dedicó a cubrir con tierra durante varios días.
Las gorras y las manchas de sangre son la única evidencia que tienen los pescadores de este lugar para pensar que hubo heridos o muertos. Pero nadie sabe bien, porque todos se encerraron y apagaron las luces de las casas durante la balacera y no salieron hasta el día siguiente.
En la cabecera de San Fernando, municipio al que pertenece este poblado que no llega a mil habitantes, las propias autoridades dicen que fueron “como 40 muertos”, pero no tienen la certeza porque ni el alcalde ni los regidores han venido para acá. Tampoco el gobernador, que si fue a las ciudades fronterizas. Y no hay registros en la prensa.
El enfrentamiento sucedió el 4 de agosto y a esta comunidad de pescadores, del nororiental estado de Tamaulipas, lo único que ha llegado es el Ejército.
Los soldados, cuentan en el pueblo, llegaron al día siguiente y tomaron como base El Mezquite, el rancho donde vivió y murió el exgobernador Emilio Martínez Manautou, y que ahora es de unos propietarios desconocidos que insisten en extender sus límites hasta La Laguna.
Pero en las horas que estamos en este pueblo, los soldados tampoco aparecen.
Los pobladores juran que antes de que llegara el Ejército, el rancho el Mezquite era el lugar del que salieron los hombres armados que llegaron el 4 de agosto a enfrentarse con otro grupo que nadie sabe quien es ni de dónde salió. Esa suerte de amnesia colectiva es la que los mantiene vivos.
“Un soldado me preguntaba que le diera datos, pero le dije: ¿cómo le voy a decir a usted, si acá está mi familia, ustedes se van a ir y ellos ya nos dijeron que cuando se vayan van a regresar? Yo no puedo decirle nada porque no se ni quienes son”, dice una mujer que, como todos, pide no ser identificada.
Días después del enfrentamiento, la única evidencia visible de que el enfrentamiento no fue una pesadilla colectiva del pueblo, o un rumor entre las comunidades del municipio de San Fernando, son los agujeros de bala en varias de las construcciones y algunas camionetas que los soldados no se han llevado.
De acuerdo con los testimonios recogidos, en total fueron unas 20 camionetas, algunas blindadas, las que entraron ese día al Barrancón y quedaron balaceadas, chocadas, volteadas o quemadas en las calles del pequeño pueblo.
Algunos vehículos los dejaron incluso encendidos hasta que el combustible se agotó. Nadie se atrevió a acercarse a los carros.
El control del agua
El Barrancón del Tío Blas es parte de San Fernando, el municipio más grande de Tamaulipas; está ubicado en la rivera de la Laguna Madre. Este cuerpo de agua, de unos 250 kilómetros, recorre el norte del golfo de México hasta llegar al estadounidense estado de Texas. Esta región es habitada por decenas de poblaciones pesqueras.
El Barrancón vive –o aparenta vivir– de la pesca. Los pescadores descansan sus pangas en la orilla salitrosa. El día comienza temprano para arrojar los chinchorros. Algunos atienden las diligencias con las trampas para jaibas.
Está a unos 40 minutos de la cabecera municipal, pero las autoridades municipales ni se asoman. Aunque por estos días el presidente municipal, José Ríos Silva, está organizando una competencia de pesca para que la gente vea que en San Fernando no solo hay malos noticias.
Hace años que toda esta región es conocida como trasiego de drogas y cualquier cantidad de contrabando, incluidas personas migrantes. Pero los pobladores del Barrancón no recuerdan haber vivido nunca una situación de zozobra como la que tienen desde el 4 de agosto.
Un comerciante local cuenta que, para él, lo más peligroso de Tamaulipas está hacia el norte, en La Ribereña, como se conoce a la carretera que va de Reynosa a Nuevo Laredo, y en las demás demcarreteras. Él ha aprendido a sobrevivir con la misma técnica de los otros vecinos del pueblo: no ve ni oye ni sabe nada. Cuando se topa con algún grupo en una carretera, acepta la revisión de su mercancía sin alegar y evita confrontarlos.
San Fernando tiene salidas para todas las ciudades importantes del estado por decenas de caminos de brecha y es la vía más corta para llegar a La Laguna desde la capital de Nuevo León. De hecho, hace una década, antes de que iniciara la guerra entre cárteles que ha desahuciado a esta zona del país, las costas de San Fernando eran el lugar favorito de fin de semana para los habitantes de Monterrey.
¿Qué es lo que provocó este nuevo frente de batalla? “El control del agua”, dice, a modo de reflexión, un político local. “Están buscando la Laguna Madre”.
Los otros “enemigos”
Pero no solo los grupos del crimen organizado ilegal amenazan a esta región. Desde hace tres años, pescadores de Tampico y San Fernando capitanean una batalla legal contra la tormenta impuesta por la reforma energética que aprobó Enrique Peña Nieto.
Como documentó Pie de Página en el reportaje Defender el hogar en tierra zeta, la industria extractiva ataca en Tamaulipas por tierra y mar: mientras campesinos intentan resistir al desplazamiento de sus tierras, en beneficio de los parques eólicos y a la explotación del gas mediante fracking o fractura hidráulica, en el golfo de México los pescadores enfrentan la construcción del gasoducto Tuxpan-Texas, el proyecto energético pactado por el exdirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, cuando era director de la estatal Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Se trata de un ducto de 800 kilómetros que comenzó a colocarse en mayo de 2017 y que tendrá capacidad de transportar 2.600 millones de pies cúbicos diarios.
En los amparos interpuestos, los pobladores advierten del impacto al ecosistema del golfo de México y la Laguna Madre, incluido el riesgo para tortuga lora que desova en la zona protegida playa Rancho Nuevo.
El consorcio Infraestructura Marina del Golfo (IMG), integrado por la canadiense TransCanada y la estadounidense IEnova, fue el único postor de la licitación. Ganó con una oferta de 2.727 millones de dólares.
El gobernador Francisco García Cabeza de Vaca ha mantenido silencio ante los reclamos de los pescadores de altamar, mientras funcionarios e inversionistas presionan a los pescadores para recibir indemnizaciones por dejar su modo de vida.
El Barrancón del Tío Blas es medular en esa zona, porque en este lugar se encuentran los ranchos El Mezquite y La Isla, dos de las propiedades favoritas del exgobernador Emilio Martínez Manautou, y cuya extensión territorial estimada por los lugareños, suma 60.000 hectáreas.
Los dos ranchos colindan con las costas del golfo de México, justo donde se forma la Laguna Madre. La Isla es, además, un islote rodeado por aguas del río Conchos y el dique de Las Nachas, que son las únicas fuentes de agua dulce de la región, lo que durante años permitó al mandatario tener el control de la población
Martínez Manautou no solo fue uno de los principales latifundistas de Tamaulipas, también fue diputado y senador, y ocupó importantes cargos de gobierno con los presidentes Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo.
En sus buenas épocas, El Mezquite, llegó a tener hasta 10 mil cabezas de ganado. La finca había pertenecido a la familia de su esposa, Leticia Cárdenas, y ocupaba 12.000 hectáreas, pero en su período se amplió hasta 45.000, luego de que lo fusionó con el rancho Laguna Honda, según documentó la revista Proceso, en un reportaje publicado en 1993.
Desde entonces, los pobladores del Barrancón han peleado contra los enviados del rancho que insisten en extender sus límites casi hasta la Laguna, pasando por encima de los terrenos de los pescadores.
Martínez Manatou acostumbraba a pasar largas temporadas en su rancho, donde murió en 2003, sumido en la soledad, con la compañía de un empleado doméstico y cientos de gatos finos. A su sepelio solo acudieron unos cuantos personajes de la vida política de Tamaulipas entre ellos el entonces gobernador, Tomás Yarrington. Cinco años después, los restos del exmandatario fueron exhumados y trasladados a la capital del estado.
El rancho se vendió. En el pueblo nadie tiene claro a quien, aunque el rumor popular jura que el verdadero dueño ahora es el expresidente Enrique Peña Nieto (2012-2018). Los pobladores también aseguran que ahí estaban guardados los integrantes de uno de los carteles que se enfrentaron en el pueblo el 4 de agosto. Y que ahí es ahora la base de los militares.
Desde la barda perimetral que rodea el rancho no puede verse más que una gran extensión de tierra.
La principal beneficiaria de la fortuna del mandatario local – que fue un escándalo a principios de la década de los 80 porque incluía lingotes de oro, dólares, joyas, innumerables propiedades y obras de arte)- fue su hija Leticia, madre del exsenador y expresidente del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y popularmente conocido como el Niño Verde, quien no solo heredó la fortuna de su abuelo materno, también heredó de su padre, Jorge González Torres, el partido que era negocio de la familia y todo un estilo de hacer política.
La única prueba documental que hay del enfrentamiento del 4 de agosto es un video en Facebook en el que sólo se escucha el estallido de las armas automáticas.
En Facebook también es posible encontrar páginas con toda la información de los movimientos de grupos criminales que operan en La Laguna, extorsionando a los pobladores y robando lanchas y gasolina. En esas páginas hay nombres, imágenes, formas de operación y hasta mensajes entre las bandas, que fácilmente podrían ser ubicados por equipos de inteligencia. Pero en Tamaulipas las autoridades prefieren no voltear a ver.
Después del 4 de agosto, la presencia del ejército puso en suspenso la confrontación. Pero el Cártel del Noroeste aseguró que volverá a dar batalla al Cártel del Golfo asentado en el lugar.
Mientras tanto, los pobladores esperan, con cerrojo puesto por las noches y la vida apagada desde temprano. Una mujer nos cuenta la historia de su vida, pero del enfrentamiento y de la situación actual prefiere no decir nada. Su razón es simple: “los militares un día se van a ir, pero nosotros nos quedamos”.
Este artículo fue publicado originalmente por Pie de Página, un proyecto de Periodistas de a Pie . IPS-Inter Press Service tiene un acuerdo especial con Periodistas de a Pie para la difusión de sus materiales.
RV: EG