Polémica por exposición británica de artefactos robados a Etiopía

Un manuscrito de Magdala, Etiopía, en posesión de la Biblioteca Británica. Crédito: James Jeffrey/IPS.
Un manuscrito de Magdala, Etiopía, en posesión de la Biblioteca Británica. Crédito: James Jeffrey/IPS.

La exposición de antiguos tesoros robados a Etiopía en el famoso museo londinense de Victoria y Alberto reavivó el debate sobre dónde deberían estar los artefactos y sobre el imperialismo de Occidente en África.

La muestra incluye 20 artefactos de la realeza y religiosos robados en la batalla de Magdala, en 1868, cuando las fuerzas británicas sitiaron la fortaleza montañosa del emperador Teodoro II.

Tras su triunfo, los británicos tomaron lo que quisieron, y no se conoce realmente la dimensión del botín. Dentro de la Biblioteca Británica hay cientos de hermosos manuscritos robados.

El argumento para su devolución puede parecer obvio, pero hay cuestiones legales relacionadas con la responsabilidad de los museos como guardianes del patrimonio mundial, así como sobre la mejor forma de exponerlo al público, que complican la situación.

“Los museos tienen la responsabilidad de comprender mejor sus colecciones, de revelar las historias y los relatos detrás de los objetos y de mostrar las personas y las sociedades que marcaron su camino”, explicó Tristram Hunt, director del museo Victoria y Alberto.

“Con ese fin, queremos reflejar mejor la historia de esos artefactos en nuestra colección, rastreando sus orígenes y haciendo frente a las difíciles y complejas cuestiones que plantean”, añadió.

El sitio de Internet del museo describe la colección de tesoros etíopes como “perturbador recordatorio de los procesos imperiales que permitieron a los museos británicos adquirir bienes culturales de otros”.

Por ello, esfuerzos como los de Richard Pankhurst, reconocido investigador y de los más prolíficos en estudios etíopes, quien ayudó a crear la Asociación para el Retorno de los Tesoros Etíopes de Magdala (Afromet, en inglés) y concentrar sus esfuerzos en unos 350 manuscritos que terminaron en la Biblioteca Británica.

“No se sabe bien lo que pasó”, explicó Pankhurst antes de su muerte en 2017. “Los soldados pudieron agarrar lo mejor de lo mejor de lo que tenía Etiopía para ofrecer. La mayoría de los etíopes nunca han visto manuscritos de esa calidad”, acotó.

Teodoro rastreó el país en busca de los más finos manuscritos y recolectados en Magdala para una gran iglesia y biblioteca que planeaba construir.

“Son tan lujosos porque fueron hechos para reyes”, indicó Ilana Tahan, curadora de estudios hebreos y cristianos de Oriente de la Biblioteca Británica, cuyo personal se toma muy en serio su papel de guardianes, así como quienes tratan de devolver los manuscritos a Etiopía.

Carátula de uno de los manuscritos de Magdala, Etiopía, en manos de la Biblioteca Británica, en el que se lee: Pres. (Presentado) por S.A. la reina (Victoria), el 21 de enero de 1869. Crédito: James Jeffrey/IPS.
Carátula de uno de los manuscritos de Magdala, Etiopía, en manos de la Biblioteca Británica, en el que se lee: Pres. (Presentado) por S.A. la reina (Victoria), el 21 de enero de 1869. Crédito: James Jeffrey/IPS.

“Es verdad que el grado de cuidado y calidad de los británicos es mucho mejor que el nuestro, pero si va al Instituto de Estudios Etíopes, donde tenemos algunos artefactos de Magdala devueltos anteriormente, verá lo bien que están preservados y expuestos al público”, observó Andreas Eshete, expresidente de la Universidad de Adís Abeba, donde está el instituto, y otro fundador de Afromet.

“Esos manuscritos están entre los mejores del mundo y es uno de los ejemplos de manuscritos indígenas de África, y los historiadores deben estudiarlos con sumo cuidado”, acotó.

Teodoro, de hecho, admiraba a Gran Bretaña, e incluso esperaba que lo ayudara a desarrollar su país. Pero cuando interpretó como un desaire la falta de respuesta de la reina Victoria a una carta suya, decidió apresar a un pequeño grupo de diplomáticos británicos, lo que motivó una misión de rescate del general Robert Napier con unos 32.000 hombres.

El lunes 13 de abril de 1868, cuando los triunfantes británicos estaban en el valle que rodeaba su reducto en la cima de la montaña de Magdala y a punto de lanzar su ofensiva final, Teodoro tomó una pistola, de hecho un regalo de la reina Victoria, y jaló del gatillo.

En la actualidad, Teodoro sigue siendo venerado en Etiopía por su inquebrantable convicción en el potencial de su país. Mientras, el saqueo de Magdala continúa incitando los esfuerzos de Afromet y de otros que siguen a Pankhurst.

“Richard no tuvo éxito con los manuscritos de la Biblioteca Británica, se devolvieron numerosas cruces y manuscritos de colecciones privadas”, relató su hijo, el también historiador Alula Pankhurst.

La familia del general Napier devolvió hace poco un collar y un pergamino al Instituto de Estudios Etíopes, acotó.

“Mi padre diría que los artefactos deben devolverse porque fueron robados”, indicó Alula.

“Ahora existe la tecnología disponible para realizar copias (de manuscritos) que no se distinguen de los originales y los microfilmes hacen que se puedan retener las copias”, apuntó.

Pero el mismo argumento de la tecnología lo emplean quienes creen que los manuscritos pueden permanecer donde están.

“Tenemos la oportunidad y la responsabilidad de usar las posibilidades de la tecnología digital para mejorar el acceso del público mundial al patrimonio intelectual que salvaguardamos”, arguyó Luisa Mengoni, directora de las colecciones asiáticas y africanas de la Biblioteca Británica.[related_articles]

La institución sigue realizando esfuerzos para que los manuscritos sean accesibles al público mediante nuevas exposiciones. Y en los próximos dos años, tiene previsto digitalizar 250 manuscritos de colecciones etíopes; ya hay 25 disponibles y completos en línea, por primera vez gracias al sitio Manuscritos Digitalizados.

“Las obras de arte sufren cuando se digitalizan, además de que muchos manuscritos tienen comentarios detallados al margen; son muchas las razones por las cuales los investigadores necesitan el original y que no las encuentran en las copias digitalizadas”, argumentó Andreas.

Pero la devolución de los manuscritos no está, de hecho, en manos de la biblioteca. Se necesitan nuevas leyes para que se devuelvan esos u otros elementos patrimoniales en los museos británicos.

“Los promotores de la restitución podrán quejarse de que la mayoría de los artefactos no se devolvieron, pero se ha hecho mucho por difundir el conocimiento de su existencia, y el gran talento artístico, entre los investigadores etíopes y del mundo, en general”, explicó Alexander Herman, director adjunto del Instituto de Arte y Leyes, organización dedicada a vincular el aspecto legal con el patrimonio cultural.

La compleja cuestión de la repatriación de objetos saqueados resonó en Europa y Estados Unidos durante años sin resolución, aunque parece haber una mayor apertura para tratar el asunto, tanto de parte de los museos de Occidente como de sus gobiernos.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, declaró en noviembre que la restitución de artefactos africanos era una “de las mayores prioridades” de su país. Y en un discurso en Burkina Faso señaló: “El patrimonio africano no puede estar en colecciones y museos privados europeos”.

Mientras, aparecen opciones alternativas a mitad de camino. Hunt señaló que está “abierto a la idea” de un préstamo a largo plazo de objetos a Etiopía, una iniciativa que Alula Pankhurst consideró: “un pasó en la dirección correcta”.

Pero para algunos, eso no es suficiente.

“La restitución de propiedad etíope se trata de respetar la dignidad y los derechos fundamentales de Etiopía”, explicó Kidane Alemayehu, uno de los fundadores del Centro para la Paz y el Desarrollo del Cuerno de África, y director ejecutivo de la Alianza Global para la Justicia: La Causa Etíope.

“Saquear la propiedad de otro país y luego ofrecérsela como préstamo al propietario legítimo debería despertar la mayor vergüenza de cualquier país que se precie de tal”, añadió.

Traducción: Verónica Firme

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