El trabajo doméstico crece en Cuba, en un escenario atípico

Una trabajadora limpia el suelo del corredor de una vivienda en Wajay, en el oeste de La Habana, en Cuba. El empleo en el servicio doméstico crece en el país, realizado casi siempre por mujeres, solo durante el día y muchas veces de manera informal. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
Una trabajadora limpia el suelo del corredor de una vivienda en Wajay, en el oeste de La Habana, en Cuba. El empleo en el servicio doméstico crece en el país, realizado casi siempre por mujeres, solo durante el día y muchas veces de manera informal. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

“Cada vez somos más y, si siguen aumentando las casas (privadas) de alquiler, habrá mucho trabajo doméstico”, aseguró Antonia Méndez, quien labora como limpiadora externa en la capital de Cuba. “Ya se ve más natural y sin tapujos”, valoró la mujer de 53 años.

“Cuando en 2008 comencé a limpiar la casa de una amiga, mi hijo me decía: ‘¡Ay, mamá!, pero limpiando casas¡’… Y ahora él ve que me da más ganancia que el puesto de secretaria que dejé”, dijo a IPS esta vecina del céntrico barrio habanero de Vedado, donde se paga cuatro o cinco CUC (equivalente al dólar) diarios por estos servicios.

La creciente ocupación en el servicio doméstico privado se ejerce de manera mayoritariamente informal y llama la atención de medios internacionales y alternativos,  incluso de algún sitio digital estatal, donde ya se analizan problemas como las brechas de género, explotación, discriminación y desprotección legal.

Méndez, con título de bachiller, está contratada actualmente por un hostal privado para turistas internacionales. “Gano cuatro CUC diarios porque somos dos empleadas y limpio todos los días. Tengo mi licencia, pago los impuestos y la seguridad social”, dijo.

Aseguró que sus empleadores han sido excelentes, pero que conoce historias de otras mujeres que trabajan de asistentas domésticas que han sido explotadas, maltratadas y hasta víctimas de acoso sexual.

En un trabajo pionero, la socióloga Magela Romero investiga con enfoque de género el auge del empleo doméstico en Cuba, donde este servicio fue mal visto y casi desapareció durante las primeras décadas de la Revolución, que llegó al poder en 1959 y se declaró socialista en 1961.

Fuentes especializadas señalan que el servicio doméstico, ejercido casi exclusivamente por mujeres que casi nunca pernoctan en los hogares donde trabajan, volvió al panorama local por la crisis económica con la que el país convive  desde 1991.

“Referirse al trabajo doméstico remunerado a domicilio en el contexto cubano de hoy constituye un gran reto”, reveló Romero a IPS, con base en los datos preliminares de entrevistas realizadas a 15 asistentas que laboran en el barrio residencial habanero de Miramar.

Romero seleccionó a Miramar para su estudio por ser el único lugar del país donde confluyen trabajadoras domésticas con licencia como cuentapropistas (privadas), informales y el reducido grupo de contratadas a través de las agencias estatales de empleo Palco y Cimex, que brindan este servicio a extranjeros radicados en el país.

Una trabajadora acomoda una habitación que se renta para huéspedes en una casa en la occidental ciudad de Matanzas, en Cuba. Muchas mujeres profesionales encuentran en el servicio doméstico ingresos muy superiores a los que obtendrían como empleadas en el sector estatal. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
Una trabajadora acomoda una habitación que se renta para huéspedes en una casa en la occidental ciudad de Matanzas, en Cuba. Muchas mujeres profesionales encuentran en el servicio doméstico ingresos muy superiores a los que obtendrían como empleadas en el sector estatal. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

En 2010, cuando el gobierno de Raúl Castro flexibilizó los trámites y amplió el número de actividades permitidas a ejercer por cuenta propia, las autoridades registraron 211 licencias otorgadas en el país para el servicio doméstico. Y ya al cierre de 2013 la cifra ascendió a 3.149 licencias, a nombre de mujeres en su inmensa mayoría.

“Quienes se dedican a este desempeño presentan una amplia diversidad. A diferencia de épocas pasadas, no son un grupo homogéneo”, apuntó la experta, quién lamentó que apenas existan estudios sobre ellas en la isla caribeña, cuando reciben atención científica en el resto de América Latina.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula 100 millones de personas trabajan en el mundo en el servicio doméstico, la mayoría mujeres, de las cuales muchas sufren situaciones de esclavitud, abusos sexuales, discriminación, bajos salarios, violencia, falta de vacaciones remuneradas o seguridad social, entre otras desventajas.

Además, indica que en 2014 una de cada siete mujeres ocupadas en América Latina lo hacían en el servicio doméstico.

Ese grupo gana magros salarios, tiene bajo nivel educativo y las migrantes, indígenas y afrodescendientes suelen estar sobrerrepresentadas, según el informe “Políticas de formalización del trabajo doméstico remunerado en América latina y el Caribe”, publicado este año por la organización mundial.

Aunque con brechas por erradicar, la OIT destacó que países como Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú y Uruguay, disponen de marcos legales adaptados a la situación compleja del personal doméstico.

En el caso de Cuba, Romero identificó similitudes y diferencias con respecto al resto de la región.

Las trabajadoras domésticas cubanas afrontan problemas globales como la vulnerabilidad de depender de contratos orales, desprotección del derecho al descanso remunerado, falta de leyes laborales ajustadas a su contexto y algunas son víctimas de discriminación y humillaciones, recabó.

En ese sentido, la socióloga consideró que el Código de Trabajo, vigente desde 2014, “cubre aspectos trascendentales para las relaciones laborales” que ocurren en el caso del empleo doméstico, pero “quedan aún vacíos por resolver”. “No constituye un marco ajustado y coherente con sus necesidades específicas”, acotó.

Una empleada doméstica lava algunos utensilios en la  Finca Marta, en el municipio de Caimito, en la occidental provincia de Artemisa, en Cuba. El trabajo en el servicio doméstico, por mucho tiempo casi desaparecido en el país, se ha extendido también a las zonas rurales. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS
Una empleada doméstica lava algunos utensilios en la Finca Marta, en el municipio de Caimito, en la occidental provincia de Artemisa, en Cuba. El trabajo en el servicio doméstico, por mucho tiempo casi desaparecido en el país, se ha extendido también a las zonas rurales. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

 

Al contrario del resto de la región, muy pocas domésticas cubanas ejercen estas labores en situación de supervivencia, no existe la explotación infantil en el sector y, como algo muy propio de Cuba, Romero resaltó la diversa composición sociodemográfica de la franja, donde se incluyen hasta mujeres universitarias y con alta calificación.

La investigadora conminó a romper el silencio sobre “los posibles retrocesos” en equidad de género que pueden estar aparejados al fenómeno.

Las empleadas domésticas contratadas en zonas con mayor poder adquisitivo como barrios residenciales capitalinos o el balneario internacional de Varadero, a 121 kilómetros al este de La Habana, pueden percibir entre 100 y 150 dólares al mes, al tiempo que se registran casos excepcionales con ingresos de 400 dólares mensuales.[related_articles]

Pero en comunidades más desfavorecidas, muchas mujeres realizan algunas de estas labores por entre 40 y 15 dólares mensuales, en un país donde el salario promedio estatal es de 23 dólares.

En un pueblo de la provincia de Mayabeque, que colinda con La Habana, Omaida López realiza tres veces a la semana el aseo de la vivienda de una finca, desde que su esposo enfermó y asumió sola la carga del hogar. “Los lunes, miércoles y viernes entro al trabajo a las 7:30 AM y salgo a las 4:00 PM”, detalló a IPS.

“Todo el mundo me aconseja que cuide este trabajo. Por aquí casi ninguna mujer tiene dinero para pagar porque ´le hagan las cosas de la casa´”, contó la mujer de 43 años, que se estrenó en el servicio doméstico en 2015. “Lo que gano es limpio (neto). La señora de la casa me da las meriendas y el almuerzo en cada jornada”, explicó.

Con dos títulos de técnico medio, uno en construcción civil y otro en agronomía, López trasegó por seis empleos estatales. “No me siento rebajada por hacer esto. La señora me paga 250 pesos semanales (10 dólares) por lo pactado y lo extra lo paga aparte. Incluso me hace regalos porque valora la calidad de mi trabajo”, añadió.

Aunque López lo califica como “el empleo mejor remunerado” de su vida, no quisiera ser empleada de hogar por siempre. “Ojalá en los trabajos estatales pagaran más, que regresaba sin pensarlo”, apuntó.

Ella evita solicitar la licencia. “Si pago los impuestos, no me alcanza para mantener la casa”, explicó.

La actividad de trabajo doméstico exige el pago mensual de 30 pesos cubanos (poco más de un dólar) por impuestos y 262,50 pesos cubanos (10 dólares) trimestrales por concepto de seguridad social.

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