Robina Shah soñaba con ser policía, como lo fue su padre, asesinado en un atentado suicida del extremista movimiento Talibán en Peshawar, la capital de la provincia de Jiber Pajtunjwa, en el norte de Pakistán.
No era fácil realizar un sueño de ese tipo en el corazón tribal de Pakistán, donde la vida cotidiana de muchos de sus habitantes está atrapada entre los extremistas y los militares desde 2001, cuando los talibanes que huyeron de la invasión de Estados Unidos en el vecino Afganistán instalaron su base de operaciones en esta provincia montañosa.[pullquote]3[/pullquote]
Shah tuvo su oportunidad en 2014 cuando el gobierno local lanzó un programa para entrenar durante cinco meses a un pequeño escuadrón de mujeres.
La decisión de incorporar mujeres a las fuerzas armadas de la provincia se produjo tras el atentado terrorista de diciembre contra una escuela pública del ejército en Peshawar, que mató a 145 personas, incluidos 132 alumnos de ocho a 18 años de edad.
El movimiento Talibán de Pakistán (TTP) se atribuyó la matanza como una represalia por la operación Zarb e Azb, una ofensiva militar lanzada contra los extremistas en Waziristán del Norte en el verano boreal de 2014.
Durante más de una década, las fuerzas armadas lo intentaron todo, desde ataques aéreos a operaciones en tierra, en el afán de eliminar a los extremistas.
«Solo en los últimos nueve años perdimos a más de 5.000 policías (en lucha) con el proscripto TTP», aseguró a IPS el jefe de policía de la provincia.
«Aumentamos de 70.000 a 90.000 el número de efectivos, y la nuestra es la primera provincia en el país en tener comandos femeninos», informó.
Llevar mujeres a una profesión dominada por hombres es un paso valiente, sobre todo porque los fundamentalistas islámicos de la zona pretenden que el lugar de la mujer sea en el hogar.
Pero la medida envía el mensaje de que las mujeres están en pie de igualdad con los hombres, y permite a la policía manejar situaciones «delicadas» en las operaciones antiterroristas, como es el caso de la inspección de mujeres sospechosas o las búsquedas en casas de presuntos terroristas con presencia femenina.
Tras una sesión de entrenamiento intensivo en una academia en el distrito de Nowshera, que terminó el 16 de junio, las 35 comandos están listas para salir al frente.
Cinco meses agotadores de levantarse a las cinco de la mañana para entrenar hasta casi la medianoche convirtieron a este escuadrón de élite en una fuerza a tener en cuenta, según los expertos.
Vestidas de manera conservadora, incluso con temperaturas elevadas, las mujeres aprendieron a manejar lanzacohetes antitanque y antiaéreos.
Pero más que por la formación, su empeño surge de años de vivir a la sombra de la violencia en este país que fue testigo de unas 50.000 muertes relacionadas con el terrorismo en la última década.
Las mujeres soportaron la peor parte del conflicto, como los ataques sistemáticos del Talibán contra la educación de las niñas y las mujeres trabajadoras de la salud.
Por otra parte, de los muchos miles de personas desplazadas por los combates entre los militares y los extremistas, las mujeres refugiadas están entre las más perjudicadas por la falta de alimentos y de instalaciones sanitarias.
«Es una cuestión de orgullo defender a nuestro pueblo contra la agresión. Nuestra gente nos necesita para ayudarles a mantenerse a salvo de la violencia», expresó Zainab Bibi, de 22 años y una de las recientes egresadas de la academia.
«Podemos operar todo tipo de armas y combatir a los extremistas donde sea que el gobierno elija enviarnos. No tenemos miedo”, aseguró con voz decidida.
Aunque pequeño en su alcance, el plan piloto inspiró a autoridades dentro y fuera de la provincia a ampliarlo.
El analista político con sede en Peshawar, Jadim Hussein, considera que el gobierno debería preparar a un «grupo de mujeres comandos para todo el país”.[related_articles]
«Ya es hora de que el gobierno les dé más facilidades a las mujeres e introduzca beneficios para atraerlas a la fuerza policial», dijo a IPS.
De hecho, las oportunidades de educación y empleo para las mujeres en la provincia, donde viven 22 millones de personas, son sumamente limitadas. Las mujeres solo ocupan 40.000 de los 740.000 puestos de trabajo en el sector de la salud, y apenas hay 600 médicas, frente a 6.000 hombres doctores.
La última Encuesta Económica de Pakistán reveló que hay una proporción mayor de mujeres que hombres en el sector informal de la economía, que realizan la mayor parte del trabajo doméstico no remunerado y que suelen ocupar otros puestos laborales con bajos sueldos, como la cocina y la limpieza.
Entre tanto, ocupan menos de dos por ciento de los puestos profesionales y administrativos.
Fuentes expertas aseguran que esas cifras son el resultado combinado del estigma social, el conservadurismo religioso y las estrictas obligaciones familiares que mantienen a las mujeres atadas a su casa y fuera del mercado de trabajo.
Incluso las que buscan trabajo se decepcionan. Entre 2010 y 2011, por ejemplo, se estima que 200.000 mujeres en Jiber Pajtunjwa estaban desempleadas aunque manifestaban el deseo de conseguir un empleo.
En este contexto, el ingreso de las mujeres a los niveles superiores de las fuerzas armadas representa un monumental paso adelante para la igualdad de género, e incluso podría extenderse a otras esferas de la vida.
«Las egresadas impartirán su formación a mujeres de otros distritos y esperamos tener cientos de comandos femeninas en unos pocos años», dijo Noor Wazir, director del programa de entrenamiento militar, a IPS.
Añadió que las comandos no solo van a operar en el frente militar, sino que pueden cumplir su servicio en los colegios electorales durante las elecciones, en los hospitales para brindar seguridad adicional o en mercados públicos, que fueron objeto de atentados terroristas, y a donde las mujeres no quieren ir sin un acompañante masculino.
Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Álvaro Queiruga