Saqueos expresan desesperación de damnificados en Nepal

Rita Rai, de 65 años, aún no recibió ayuda de emergencia en la aldea de Mahadevsthan, 100 kilómetros al sur de Katmandú. Crédito: Naresh Newar/IPS
Rita Rai, de 65 años, aún no recibió ayuda de emergencia en la aldea de Mahadevsthan, 100 kilómetros al sur de Katmandú. Crédito: Naresh Newar/IPS

Más de un millón de familias que resultaron damnificadas por el terremoto de magnitud 7,8 que sacudió a Nepal el 25 de abril comienzan a intentar seguir adelante con sus vidas, pero las devastadoras secuelas que sufrió este país del sur de Asia complican sus esfuerzos de recuperación.

La entrega de la ayuda humanitaria y los suministros básicos de emergencia sigue siendo muy lenta, lo  que provocó algunos incidentes de saqueos de personas desesperadas por la espera. Las fuertes lluvias monzónicas que se producen anualmente cada verano boreal están a la vuelta de la esquina, y en algunas partes del país ya comenzaron las precipitaciones.[pullquote]3[/pullquote]

Hasta el momento se confirmaron 8.413 muertes en 30 distritos, la mitad de ellas en la capital Katmandú y su vecino distrito de Sindupalchok, y 17.576 personas heridas, según la Sociedad de la Cruz Roja de Nepal (SCRN), la mayor organización no gubernamental humanitaria del país.

Más de 1,1 millón de familias fueron afectadas o desplazadas en 35 distritos, mientras que más de 460.000 viviendas resultaron completamente destruidas, añade la SCRN.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) afirma que el desastre natural afectó a unos ocho millones de los 27 de millones de habitantes de Nepal.

De ellos, aproximadamente 3,5 millones necesitan ayuda alimentaria. El Programa Mundial de Alimentos hizo un pedido urgente de 116,5 millones de dólares para entregar la ayuda a los 1,4 millones de personas más necesitadas en los próximos tres meses.

Por otra parte, a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura le preocupa la complicada situación de la cosecha de trigo de este país.

La agencia preveía una producción de 1,8 millones de toneladas este año, pero ese pronóstico se da por hecho que se reducirá ya que los agricultores tienen dificultades para acceder a los campos arrasados, mientras que los sistemas de drenaje y canales de riego quedaron gravemente dañados.

El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) anunció el martes 5 que comenzó a transportar por vía aérea 80 toneladas de ayuda humanitaria a las zonas más afectadas con “provisiones para saneamiento e higiene, materiales de cloración, kits contra la diarrea y el cólera, así como bolsas de agua, para brindar agua potable ante el temor de brotes de enfermedades transmitidas por el agua”.

Unicef también entregará “kits sanitarios y lonas, ya que muchas familias huyeron a la intemperie por la amenaza de más réplicas» del sismo.

Las familias anhelan la normalidad

«Ya dejamos de llorar de miedo porque tenemos que seguir adelante y ser valientes», expresó a IPS la adolescente Sunita Tamang, de 13 años,  mientras abraza a su mejor amiga, Manju Tamang, de 12.

Ambas son oriundas de la aldea de Ghumarchowk, a 80 kilómetros de Katmandú. El terremoto dejó a sus familias sin sus hogares, ganado y reservas de alimentos.

Este pueblo del distrito de Kavre fue uno de los más damnificados por el terremoto del 25 de abril. Crédito: Naresh Newar/IPS
Este pueblo del distrito de Kavre fue uno de los más damnificados por el terremoto del 25 de abril. Crédito: Naresh Newar/IPS

Su escuela está en ruinas y aunque las dos están ansiosas por reanudar las clases, deberán esperar a que pase el mes de cierre obligatorio de los centros de enseñanza declarado por el gobierno, ante la posibilidad de  más sismos.

En este pueblo, al que se llega tras una empinada caminata de tres horas por la montaña, la mayoría de las 500 viviendas están dañadas o son inseguras, lo que es un serio obstáculo para las familias que están cansadas de dormir a la intemperie en sus granjas de papas y calabazas. Ahora residen en tiendas de campaña improvisadas y solo una fina lámina de plástico les cubre las cabezas.

Las lluvias torrenciales que azotan al pueblo hacen que el suelo se vuelva demasiado fangoso para dormir.

«Prefiero volver a casa y correr el riesgo», aseguró a IPS el asistente social Bikash Tamang.

Dibya Paudel, jefe de comunicaciones de la Sociedad Nacional de Tecnología Sísmica-Nepal (NSET), cuyo objetivo es crear «comunidades a prueba de terremotos en Nepal para 2020», comenzó a evaluar el daño sufrido por las principales zonas de oficinas y residenciales en todo el país, para garantizar que los organismos estatales, así como el sector médico y de comunicaciones, tengan acceso a los más necesitados.

Pero la destrucción es tal que una evaluación integral llevará tiempo.

Los habitantes de las zonas afectadas reciben la asistencia esporádica de ingenieros nepaleses que ofrecen sus servicios voluntariamente para evaluar los daños y la seguridad de las estructuras edilicias.

«Estos ingenieros nos están ayudando de forma gratuita, y estoy muy agradecido con ellos», manifestó Shankar Biswakarma, oriundo del barrio de Bagdol, en Katmandú.

Pero la caridad no bastará para remediar la situación.

Las familias migrantes permanecen en el limbo

El número de residentes en Tundikhel, la mayor zona de campamento para los desplazados en Katmandú, se redujo a la mitad en los últimos días. Las familias que quedan son en gran medida trabajadores migrantes, indicó Manisha Lama, una madre de 25 años, a IPS.

«Muchos que tienen familiares y amigos para ayudarlos se fueron. Los que quedan aquí en los campamentos son aquellos que no son de Katmandú», explicó.

Su casa está en la remota aldea de Deupur, en Kavre, uno de los distritos más afectados, unos 100 kilómetros al sur de la capital.

Kavre también tiene el mayor número de viviendas destruidas, con unas 30.000 casas perdidas por el sismo, según la SCRN.[related_articles]

«Las necesidades de las familias más afectadas son cruciales y la respuesta se está convirtiendo en un enorme desafío», afirmó Paudel.

Él asegura que los damnificados están sumamente frustrados por la ayuda de emergencia que llega a paso de tortuga, y agregó que el gobierno y sus organismos están saturados por los pedidos de asistencia y la presión de atender a las necesidades humanitarias de millones de personas.

Hasta el 2 de este mes, la comunidad internacional se había comprometido a destinar 68 millones de dólares a la ayuda de emergencia, un monto muy inferior a los 415 millones de dólares necesarios para la recuperación del país, según la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU.

Para peor, las agencias humanitarias denuncian incidentes de saqueo de las provisiones de socorro antes de que estas lleguen a sus destinatarios. La larga espera de la ayuda por las vías formales hace que las familias se desesperen, aseguran testigos de esta situación.

«Seguimos esperando la ayuda pero me enteré que el gobierno y las agencias tienen miedo de venir a causa de los saqueos», comentó Sachen Lama, habitante de Bajrayogini, una aldea a 10 kilómetros de Katmandú.

Él y otros habitantes piden calma a la comunidad para cuando lleguen los suministros, así los trabajadores humanitarios pueden realizar su trabajo sin que se obstruya el proceso de distribución.

«Pero hace dos días algunas personas que estaban desesperadas provocaron saqueos, y las provisiones de la ayuda nunca nos llegaron», sostuvo Lama.

Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Álvaro Queiruga

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