Tsunami humano causa tragedia en sierras argentinas

Una quebrada desbordada y una carretera dañada en el municipio de Río Ceballos, en Sierras Chicas, en Córdoba, Argentina, tras las inundaciones del 15 de febrero. Ricardo Suárez, director del Proyecto de Conservación y Reforestación de las Sierras de Córdoba achaca los daños a la alta deforestación del área. Crédito: Cortesía de biólogo Ricardo Suarez
Una quebrada desbordada y una carretera dañada en el municipio de Río Ceballos, en Sierras Chicas, en Córdoba, Argentina, tras las inundaciones del 15 de febrero. Ricardo Suárez, director del Proyecto de Conservación y Reforestación de las Sierras de Córdoba achaca los daños a la alta deforestación del área. Crédito: Cortesía de biólogo Ricardo Suarez

Fenómenos pluviales atípicos y cada vez más frecuentes en Argentina, como los que provocaron las inundaciones en la central provincia de Córdoba, plantean la necesidad cada vez más imperiosa de políticas de reordenamiento territorial y de un combate efectivo a la deforestación.

Definidas por el gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, como “un tsunami que cayó del cielo”, las lluvias que el 15 de febrero afectaron 320 kilómetros cuadrados del cordón montañoso de Sierras Chicas, en el noroeste de la provincia, dejaron ocho muertos y 1.500 viviendas destruidas.

Este jueves 26, otro fuerte temporal, esta vez en el este y el sudeste cordobés, volvió a inundar varias poblaciones y obligo a evacuar más de 800 personas, según datos provisionales, aunque no hubo víctimas mortales.[pullquote]3[/pullquote]

“Fue una catástrofe: puentes rotos, casas destruidas, una plaza con su playón deportivo ya no están, varios cientos de metros de cañería troncal que nos abastecen de agua desaparecieron. Y lo más lamentable la muerte de personas”, relató a IPS el ambientalista Ricardo Suárez, habitante de Río Ceballos, una de las localidades más afectadas por las inundaciones del día 15.

Pero el “tsunami” de ese día, una metáfora de los 320 milímetros de lluvia caídos en 12 horas, en esa región de 300.000 habitantes, “no cayó del cielo”, según Raúl Montenegro, presidente de la Fundación para la Defensa del Medio Ambiente.

“Sierras Chicas depredadas, parceladas  por  inmobiliarias, y sin poblaciones preparadas causaron la tragedia”, resumió a IPS el biólogo, premio Nobel Alternativo, un galardón entregado anualmente en el parlamento sueco a quienes luchan por un futuro mejor para el planeta.

“La mano humana intervino para que esto se agrave”, añadió Suárez, director del Proyecto de Conservación y Reforestación de las Sierras de Córdoba.

“Plazas sobre el río, casas construidas en sus márgenes, basura sin recoger, árboles exóticos plantados que no están adaptados a las crecientes, puentes peatonales y privados de autos,  por doquier, falta de planificación, de alertas y de prevención”, enumeró.

Según Montenegro, la tragedia tuvo dos causas principales: “precipitaciones extensas en un tiempo breve y  ambientes serranos deforestados”, dónde los principales cursos de agua nacen en esas montañas.

“El deterioro ambiental de las sierras las transformó en peligrosos e impredecibles toboganes que llenan rápidamente los cursos de agua”, ilustró.

Federico Kopta, biólogo y presidente del Foro Ambiental Córdoba, explicó a IPS la función de la vegetación nativa en las cumbres.

“Actúa como una especie de paraguas, evitando que el agua impacte directamente y disgregue el suelo”, dijo. Además, junto a sus raíces, “opera como una especie de red sosteniendo el suelo y evitando que se arrastre pendiente abajo”, añadió.

Finalmente, sumó, se desempeña como “una especie de esponja”, “reteniendo el agua en la parte superior de las sierras y administrándola lentamente”.

Cuando esa vegetación desaparece “se incrementa la escorrentía de la superficie” y con la erosión hídrica y las inundaciones “queda menos reserva de agua durante la estación seca”, profundizó.

La otra cara de la moneda, el Dique La Quebrada, a siete kilómetros de la localidad de Río Ceballos, con el agua en su nivel histórico más bajo, en noviembre de 2013, como consecuencia de la sequía que afectó entonces al cordón montañoso de Sierras Chicas, en Córdoba, Argentina. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS
La otra cara de la moneda, el Dique La Quebrada, a siete kilómetros de la localidad de Río Ceballos, con el agua en su nivel histórico más bajo, en noviembre de 2013, como consecuencia de la sequía que afectó entonces al cordón montañoso de Sierras Chicas, en Córdoba, Argentina. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS

La organización ambientalista Greenpeace atribuyó el incremento de inundaciones en Argentina a las altas tasas de deforestación, pese a la entrada en vigor en a fines de 2007 de una demandada Ley para la Protección de los Bosques Nativos, con presupuestos específicos para su restauración.

Destacó que en a Córdoba solo le quedan menos de cuatro por ciento de sus bosques originales. Ello después de que entre 1998 y 2007 la deforestación en la provincia, la segunda más habitada del país, alcanzó las 247.967 hectáreas y que entre el 2007 y 2013, se eliminaron 44.823 hectáreas, de las cuales 10.796 eran bosques protegidos por la ley.

“Los desmontes para desarrollo agropecuario y urbano, arrasaron con bosques nativos en zonas frágiles perdiendo la protección de la vegetación frente a las fuertes lluvias”, señaló en un comunicado el 18 de este mes.

“Irónicamente, deforestación, incendios y avance inmobiliario sobre las sierras generan dos crisis contrapuestas: ríos faltos de agua en invierno y peligrosamente desbordados durante las lluvias de verano”,  opinó Montenegro  al recordar que en Córdoba prácticamente fueron eliminados dos de sus tres grandes ecosistemas.

La deforestación “más violenta”, según Montenegro, fue en los años 90 y coincidió con la introducción en Córdoba de cultivos transgénicos (genéticamente modificados) de soja, maíz y algodón.

La construcción de barrios cerrados, industrias y grandes complejos turísticos, impulsó también la deforestación de la provincia, que aporta ocho por ciento del producto bruto argentino.[related_articles]

Kopta consideró que “la mano del hombre” influyó por doble vía en la catástrofe.

En un contexto global, recordó, el calentamiento planetario genera una mayor frecuencia de eventos climáticos extremos, “algo que los cordobeses no podemos manejar”

En un marco más local, añadió, la tragedia “está relacionada con el incorrecto uso de los recursos naturales”.

En ese sentido, señaló, la “devastación de la vegetación nativa” en la cabeceras de las cuencas, causada por incendios forestales, deforestación, talas e invasión de especies exóticas, y pastoreo en altura, “cambian la dinámica hídrica del lugar”.

Kopta consideró urgente limitar los grandes emprendimientos inmobiliarios y las urbanizaciones en las montañas, que agravan la deforestación.

Dijo que esas urbanizaciones se multiplicaron en los últimos 20 años, “por la gran demanda de gente que, trabajando en la ciudad de Córdoba, utiliza Sierras Chicas como dormitorio”, lo que a su vez generó ocupaciones en lugares inundables.

La capital, del mismo nombre que la provincia es la segunda ciudad del país y concentra más de 40 por ciento de la población provincial.

“Es entendible que cada vez somos más y necesitamos de una vivienda digna,  pero es tan poco el control que -por ejemplo- se autorizó la construcción de dos casas sobre un arroyo y, por supuesto, hoy están inundadas y la calle destruida por el desvío del propio arroyo”, abundó Suárez.

Montenegro llamó a que se reactiven los comités de cuencas hídricas para evitar estas tragedias.

Mientras que Kopta instó a que se apliquen las leyes de planificación urbana y protección forestal, para  reordenar y proteger el territorio, incluyendo la asesoría de geólogos y geomorfólogos.

También consideró necesario que las obras de infraestructura, contemplen la nueva realidad climática.

“A veces cuando los puentes no son suficientemente grandes, actúan como diques, donde se traban los troncos y restos de árboles que lleva la creciente, haciendo que el agua se eleve e inunde”, ejemplificó.

Suárez se refirió a otros casos de “mala planificación de obras” como el de carreteras “que no tienen evaluación de impacto ambiental”.

Algunos ingenieros, recordó Kopta, proponen obras preventivas como “lagunas de retención”, para disminuir el escurrimiento del agua.

Pero ante todo, enfatizó, “hay que incrementar la superficie de bosques nativos, el control de especies exóticas y el cuidado de bosques y pastizales, para evitar que se prendan fuego en áreas de sobrepastoreo”.

Estos fenómenos meteorológicos “ya no son atípicos”, enfatizó Suárez, para quien no resulta paradójico “que hoy vivamos inundaciones y un año atrás nos peleáramos por una gota de agua”.

“Es lo que vamos a vivir por el daño ambiental sufrido. La provincia ya no posee resistencia ambiental y cualquier evento se transformará en una tragedia”, advirtió.

Editado por Estrella Gutiérrez

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