COLUMNA: Robots, drones y los ingresos de los humanos

El debate sobre el desempleo estructural, la automatización y el crecimiento económico sin empleos se inició en la década de 1960, cuando las fábricas de automóviles comenzaron a reemplazar a los obreros con robots.

Futuristas como yo vieron en el hecho de que estas tecnologías coparan sectores enteros de las economías industriales oportunidades para la transición hacia “sociedades del ocio posindustriales”, basadas en la información y los servicios, y para el desarrollo del potencial humano, el aprendizaje permanente, la investigación, la atención sanitaria preventiva, las artes, el entretenimiento, los deportes y el turismo.

Hazel Henderson
Hazel Henderson

Algunas partes de esa visión se materializaron. El turismo y el entretenimiento son sectores económicos importantes en el mundo. La investigación produjo avances médicos, sectores nuevos basados en la informática, Internet, la impresión en 3D y los aviones no tripulados, así como la democratización de la educación por vía electrónica con los cursos en línea abiertos para todos.

Lamentablemente, hoy faltan nuestras visiones futuristas que incluían un principio clave de esta toma de control del trabajo por parte de la tecnología informática: los ingresos garantizados de manera incondicional para proporcionar el poder adquisitivo necesario y mantener la demanda agregada de esta nueva abundancia de bienes y servicios.

También sostuvimos que si los trabajadores fueran reemplazados por las máquinas, tendrían que ser dueños una parte de estas.

El debate ha vuelto, a medida que la desigualdad alcanza niveles de crisis en Europa y Estados Unidos, donde cae la participación de los trabajadores en los ingresos procedentes de una mayor productividad, mientras se disparan a nuevas alturas los beneficios para los dueños del capital y los ejecutivos.

Esta desigualdad ahora conduce a un mayor estancamiento en muchas economías.

Las transferencias directas de dinero en efectivo para los ciudadanos más pobres están elevando el nivel de vida en México y Brasil mediante los programas de “Oportunidades” y “Bolsa Familia”, respectivamente, que incorporaron a millones de personas a la clase media.

Estos pagos, llamados transferencias condicionales de dinero en efectivo, sólo exigen que los niños asistan a la escuela y se sometan a exámenes médicos.

En Europa, el movimiento por ingresos incondicionales básicos como respuesta al aumento del desempleo estructural global dio lugar a manifestaciones generalizadas y, en Suiza, a un referéndum.

Mientras, las gigantes de la tecnología de la información de Silicon Valley, como Amazon, Google y otras en Japón apuntan a copar otros sectores, tras haber alterado el comercio minorista, el entretenimiento, los medios de comunicación, las finanzas y demás.

Los automóviles sin conductor de Google son una amenaza para millones de puestos de trabajo de taxistas y camioneros. El asesor en informática de Microsoft, Jaron Lanier, ilustra vívidamente el futuro copamiento digital en el libro “Who Owns the Future?” (¿Quién es dueño del futuro?), de 2013.

Lanier aboga por una economía nueva basada en el intercambio de valor digital donde toda la información personal que las personas brindan a Facebook, Twitter, Amazon, Google, LinkedIn u otras empresas similares sea remunerada, ya que estos datos les proporcionan su principal activo a estas compañías.

La venta de información personal, el uso de grandes volúmenes de datos para su comercialización, por no hablar de entregárselo a los gobiernos, es un modelo básico de negocios de la tecnología de la información.
Los próximos grandes proyectos de Google, aparte de sus gafas, con todo lo que implica para la privacidad, es la producción de robots que, aseguran, aliviarán a los humanos de la monotonía. Este argumento ha sido utilizado por los entusiastas de la automatización desde hace décadas.

Los economistas también evitan considerar las consecuencias de la productividad sin empleos, al recomendar más educación y capacitación, mientras eluden un análisis más controvertido sobre las teorías económicas del laissez faire.

Pero el desempleo amenaza a muchos egresados universitarios, de los cuales muchos miles trabajan como conserjes y trabajadores a tiempo parcial. Las políticas públicas suelen redistribuir el crecimiento de manera injusta mediante exenciones impositivas y subsidios a poderosos intereses a cambio de contribuciones políticas.

Todas estas tendencias reviven las grandes preguntas que se formulan desde hace décadas: ¿Ccuál es el propósito de la tecnología? ¿Por qué la liebre de la tecnología del sector privado siempre supera a la tortuga de la innovación social?

En 1974, Estados Unidos creó su Oficina de Evaluación Tecnológica (OTA, por sus siglas en inglés), en la cual trabajé, para responder a estas preguntas: ¿Cómo afectarán los beneficios y los impactos de las nuevas tecnologías a los diferentes grupos de la sociedad, así como al ambiente y la calidad de vida en general?

Consideremos el plan de Amazon para la entrega rápida de paquetes mediante el uso de aviones no tripulados. ¿A cuántos les beneficiarán y a cuántos les podrán incomodar, irritar o incluso hasta lesionar todos estos drones en el espacio aéreo público?

¿La calidad de vida de los millones de personas que viven cerca de los almacenes de distribución masiva de Amazon se verá afectada con semejante plaga constante de drones sobre sus cabezas?

O veamos las nuevas propuestas de que aviones no tripulados asuman la polinización cruzada de los cultivos que realizan las abejas, cuyas poblaciones están en riesgo por el colapso de las colmenas o los pesticidas neonicotinoides (véase New Scientist, 16 de noviembre 2013, p. 43).

¿Los drones pueden en verdad sustituir a las abejas para mantener el suministro de alimentos de la humanidad? ¿Quién se beneficia y quién pierde?

La OTA hacía todas estas preguntas incómodas hasta que los legisladores republicanos del Congreso estadounidense la clausuraron en 1996. Su punto de vista era que todas estas cuestiones debían dejarse a merced de la magia del mercado.

Hoy, mientras se acelera la revolución digital a medida que aviones no tripulados y robots pueblan nuestras sociedades, resurgen todas estas interrogantes, así como quién paga.

¿Google, Amazon, Facebook, Twitter y demás comenzarán a pagarle a sus usuarios por sus datos personales, o ayudar a pagar por los ingresos garantizados de las personas desplazadas cuya mano de obra ya no es necesaria? Estamos volviendo a unir todos estos puntos y nuestro futuro dependerá de nuevas respuestas.

 

Hazel Henderson es presidenta de Ethical Markets Media (en Estados Unidos y Brasil) y autora de “Building A Win-Win World” (Construyendo un mundo en el que todos ganen) y otros libros. Fue asesora de la Oficina de Evaluación Tecnológica del Congreso de Estados Unidos, de la Fundación Nacional de Ciencias y de la Academia Nacional de Ingeniería entre 1974 y 1980.

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