ARGENTINA-BRASIL: Cuando las partes preocupan más que el todo

La buena estrella de la industria automotora argentina, protagonista del fuerte crecimiento industrial de este país en los últimos años, es amenazada por su fuerte dependencia de componentes importados.

Argentina pasó de producir 159.000 vehículos en 2002 a 716.000 en 2010, mientras que se proyectan 840.000 para este año y un millón para 2013. De ese total fabricado, 80 por ciento se exporta y tiene a Brasil como su principal destino.

Pero la fila de automóviles frenados a comienzos de esta semana en la frontera sugirió a analistas que el límite para la continuidad del buen desempeño del sector está en Brasil, que había trabado la entrada a su mercado en represalia a iguales medidas de Argentina. Finalmente la sangre no llegó al río y el paso fue abierto, aunque con cierta precaución, gracias a la intervención directa de los ministros de Industria de ambos países.

En verdad, el problema es más profundo que una disputa comercial entre los dos socios más grandes del Mercosur (Mercado Común del Sur), que los reúne junto a Paraguay, Uruguay y Venezuela en proceso de adhesión plena. Es que Argentina y Brasil comparten esta industria automotora integrada.

La crisis se desató a raíz de la implementación de restricciones comerciales en Argentina a la entrada de productos brasileños que afectan a casi 24 por ciento de las importaciones provenientes de ese país, según la consultora Abeceb.
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La herramienta más usada es la "licencia no automática", prerrogativa que permite frenar importaciones por 60 días. En este caso, el plazo se prolongó por más tiempo y afecta a 576 productos provenientes de Brasil.

En respuesta a las trabas, el gobierno brasileño, que también apela a similares licencias para proteger su mercado, paró el ingreso de unos 3.000 automóviles provenientes de Argentina, que quedaron varados en aduanas.

Pero más allá de chisporroteos, el problema no es de comercio, dicen los expertos.

El proteccionismo argentino responde al desequilibrio que registra la balanza comercial entre ambos países. En el primer cuatrimestre de este año, el déficit que Argentina acumula es 126 por ciento superior al de igual período del año pasado.

En el rubro automotor, pese al constante crecimiento del sector, también hay un déficit en perjuicio de Argentina, pero no por el intercambio de vehículos terminados sino por el marcado desequilibrio en el área de componentes.

"Si uno observa los números de 2010 se ve que en el sector automotor en su conjunto Argentina exportó por 9.000 millones de dólares e importó por casi 15.000 millones", advirtió Marcos Ferrario, experto en el sector de Abeceb.

Ferrario explicó a IPS que este desequilibrio interno del rubro se debe a que esta industria requiere de proveedores que produzcan partes de vehículos con alto nivel de desarrollo y no todas las empresas radicadas en Argentina cumplen esos requisitos.

Hay componentes genéricos que cualquier proveedor vende, dijo, pero otros que son provistos por empresas especializadas y, por una cuestión de escala, esas firmas prefieren instalarse en Brasil y exportar desde allí a la región, añadió.

Las llamadas autopartistas locales reclaman mayor participación, pero hay problemas difíciles para empresas pequeñas como la exigencia de homologar una pieza para que cumpla con las exigencias de las terminales, resumió.

La ministra de Industria de Argentina, Débora Giorgi, asegura que mediante el control estricto de las importaciones y su paulatina sustitución, algunos modelos ya se producen en el país, con 60 por ciento de partes fabricadas localmente.

Sin embargo, esa política genera conflictos entre los socios porque dificulta la entrada de baterías, neumáticos y otros productos fabricados en Brasil.

Para Ferrario, el gobierno argentino de Cristina Fernández podría estar buscando generar incentivos. "Si se dificulta la entrada de partes de automóviles quizás a esas empresas les conviene radicarse acá", especuló, al tiempo que advirtió que, si esa es la lógica "es muy discutible".

El especialista sostuvo que si Argentina prevé producir un millón de automóviles en el corto plazo necesita una industria de componentes que acompañe ese proceso, pues, de lo contrario, va a tener "un problema gigante de comercio exterior".

"Hay que lograr que la industria de automóviles derrame hacia abajo", recomendó. Ferrario señaló que actualmente el déficit de este sector se compensa con otros rubros de la economía que arrojan superávit, pero esas condiciones pueden variar.

"La industria automotora en su conjunto debería tener un crecimiento independiente de otros sectores para que sea sustentable", advirtió.

En diálogo con IPS, Fabio Rozenblum, presidente de la Asociación de Fábricas Argentinas de Componentes, coincidió con Ferrario al describir un panorama en el que no todas las partes del automóvil pueden ser provistas por empresas locales.

El problema, explicó, es que "sustituir una pieza importada por una nacional es un proceso que lleva tiempo porque requiere contar con las herramientas para producirlas, la tecnología, y el acceso a homologarla".

"Nuestras fábricas están en un proceso de sustitución de importaciones y aumento del contenido local pero lleva tiempo", dijo. "El gobierno está preocupado por el creciente déficit del sector y ofrece financiamiento para eso", destacó.

No obstante, la estrategia gubernamental no arrojará sus frutos en el breve plazo de una licencia no automática que mantiene frenados temporalmente los ingresos.

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