Haina, un municipio dominicano hastiado de la contaminación

Vista de la playa de Gringo y al fondo la ciudad de Bajos de Haina, el principal centro industrial y portuario de República Dominicana y también la tercera ciudad más contaminada del mundo. Crédito: Dionny Matos/IPS
Vista de la playa de Gringo y al fondo la ciudad de Bajos de Haina, el principal centro industrial y portuario de República Dominicana y también la tercera ciudad más contaminada del mundo. Crédito: Dionny Matos/IPS

La basura inunda las playas y los ríos, el vertedero a cielo abierto carece de manejo y más de 100 fábricas emiten sustancias nocivas en el municipio de Bajos de Haina, el principal centro industrial y portuario de República Dominicana. 

“Solo estamos en las noticias por ser uno los lugares más contaminados del mundo”, lamentó la maestra Adriana Vallejo, que conversó con IPS en el Centro Educativo Manuel Felix Peña, dedicado a la enseñanza artística en esta localidad,  a 80 kilómetros al sur de Santo Domingo.

Vallejo se refiere a la lista de las 35 ciudades del planeta con más contaminación, que elabora periódicamente el Instituto Blacksmith, con sede en New York.

El último informe de esta institución, de 2013, colocó a Bajos de Haina en el tercer puesto, detrás de la ciudad de Dzerzhinsk, en Rusia, y Chernóbil, la urbe casi fantasma de Ucrania que sufrió en 1986 uno de los desastres ambientales más graves de la historia, por un accidente en la entonces central termonuclear.

“No se le está dando (al problema ambiental) un seguimiento a nivel jerárquico, allá arriba”, señaló Vallejo, en referencia a las clases poderosas y las autoridades. “Nosotros, desde aquí abajo, prácticamente no podemos hacer nada”, expresó.

El acelerado deterioro ecológico parece dejar maniatada a la población de 159.000 habitantes, donde 33 por ciento de los hogares son pobres, de acuerdo con “El Mapa de la Pobreza en la República Dominicana 2014”.

Las empresas privadas “hacen algunas aportaciones pero son mínimas, como un local de la escuela acondicionado por la refinería de petróleo (la única de esta nación insular caribeña). No se ve el deseo real de que Haina cambie”, valoró la docente, que vive en esta ciudad desde hace 25 años.

“Cuando la situación se nos sale de las manos hacemos marchas. El pueblo ha tenido que tirarse a las calles para frenar problemas muy graves, como las quemas del vertedero, que envolvían a Haina en un mar de humo”, explicó.

El total de industrias de manufacturas, productos químicos y farrmacéuticos, metalurgia, generadoras de electricidad y la refinería, emite al aire anualmente 9,8 toneladas de formaldehído, 1,2 toneladas de plomo, 416 toneladas de amonio y 18,5 toneladas de ácido sulfúrico.

Desembocadura del Ñagá, un río de aguas oscuras y cauce estrecho por los vertidos industriales y la pérdida de sus manglares, en la costera ciudad de Bajos de Haina, en República Dominicana. Crédito: Dionny Matos/IPS
Desembocadura del Ñagá, un río de aguas oscuras y cauce estrecho por los vertidos industriales y la pérdida de sus manglares, en la costera ciudad de Bajos de Haina, en República Dominicana. Crédito: Dionny Matos/IPS

Solo el Complejo Termoeléctrico aquí produce más de 50 por ciento de la electricidad disponible para la economía y los 9,3 millones de habitantes de República Dominicana.

Se registran además en el ambiente 65 sustancias muy tóxicas en importantes concentraciones, junto a otras 19 calificadas de peligrosas. Al tiempo que las fábricas vierten sus desechos a los ríos y el mar, y el ruido afecta la salud humana.

Estudios científicos alertan que la mayoría de los habitantes padecen de asma, bronquitis, gripe e infecciones diarreicas agudas.

En el municipio de 49,9 kilómetros cuadrados, el primer problema ambiental radica en la contaminación del aire, las aguas y por ruidos. Le siguen las afectaciones del vertedero y, por último, los residuos sólidos domésticos por doquier.

Sobre el descampado cubierto toneladas de basura, hace 30 años hubo un bosque, “que desandaba de niño”, recordó el profesor de matemáticas Juan Ventura, quien acompañó a IPS hasta el lugar. “Las personas de esa época hoy tenemos nostalgia y tristeza por ese ambiente natural, que se llamaba El Naranjal”, confesó.

“Aquí se trae la basura del municipio, sin ningún tipo de política de sanidad. Durante décadas hasta se lanzó parte de la de Santo Domingo. Lo único que hacían era prenderle fuego, que arrojaba a toda la población un humo nauseabundo”, explicó.

“Es penoso que no haya una política seria de las autoridades locales para reciclar y algunos moradores aglutinen materiales por su cuenta y sin medios de protección”, dijo señalando a la decena de hombres y mujeres que rasgaban las bolsas en busca de tela, plástico y metales, para luego clasificarlos y venderlos a empresas de reciclaje.[related_articles]

Una de las mujeres, con las manos sucias por la faena, contó a IPS que hace ese trabajo informal porque le da “ganancias”.

Por la recolección exclusiva de plásticos, está recicladora de origen haitiano y afrodescendiente aseguró que percibe entre el equivalente a 22 y 44 dólares respectivamente, una cifra a considerar en este país con un salario mínimo de 231 dólares mensuales.

Las autoridades sostienen que Haina sufre en gran medida las consecuencias del pasado, cuando apenas existían leyes ambientales en el país.

El barrio Paraíso de Dios se convirtió en un infierno durante los 20 años de operaciones sin controles ambientales de la planta de reciclaje de baterías para automotores Metaloxa. Gran parte de las partículas de plomo despedidas por las calderas, iban a parar a la sangre de las personas.

La comunidad batalló durante una década hasta que Metaloxa tuvo que trasladarse en 1999 por la intervención del Ministerio de Salud Pública. Pero quedaron secuelas imborrables en la población.

Por su parte, vecinos del municipio califican de débil la aplicación actual de la Ley General sobre Medio Ambiente y Recursos Naturales, vigente desde 2000.

“No hay respeto ambiental. Las industrias de aquí no tienen control, vierten sus tóxicos por las chimeneas y en las aguas. La situación de Haina ha empeorado en los últimos tiempos”, estimó Mackenzie Andújar, un plomero de 41 años, que habita en la playa Gringo.

Los vertimientos y la desforestación volvieron sucio y estrecho el cauce del río Ñagá, que desemboca en la playa de Gringo. Botellas de plástico, cartones, ropas viejas y otros desechos cubren las dunas, mientras niñas y niños se bañan en el litoral, desde donde se divisan las calderas y torres de las fábricas del centro económico.

“Tampoco los vecinos tienen ningún tipo de cultura porque se muere un perro u otro animal y tiran el cadáver al río o la playa, en vez de enterrarlo”, comentó Andújar.

La crisis ambiental, alta densidad poblacional, bajo nivel de vida de los moradores y falta de infraestructura de servicios convierten a esta localidad en una zona de conflictos, según la investigación, de 2011, “Diagnóstico socioeconómico y ambiental del manejo de residuos sólidos domésticos en el municipio de Haina”.

“Los problemas ambientales de nuestra comunidad son bien difíciles pero tenemos otra contaminación social causada por la delincuencia y el desinterés de los jóvenes por el estudio”, analizó el alumno de música Juan Elías Andújar.

“A nosotros nos hablan en la escuela sobre el tema ecológico. Tenemos un grupo llamado Guardianes de la naturaleza, para incentivar la conciencia social y realizar acciones como limpiezas en las playas”, detalló. A su juicio, “Haina puede cambiar con la disposición de cada persona”.

Editado por Estrella Gutiérrez

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe