EDUCACIÓN-CUBA: Sobre el filo de los cambios

La imposición de un mayor rigor en los exámenes para acceder a cursar la educación superior a partir del próximo año lectivo en Cuba inquieta a las familias que ven en el ingreso a la universidad un gran logro para sus hijos e hijas.

"Estos jóvenes siguieron bajo el pensamiento de que era importante llegar a la universidad", dijo a IPS Sandra Álvarez, madre de Lisandra Carbó, una estudiante de 18 años que optó por la Licenciatura en Medicina.

Para Álvarez, a los alumnos del preuniversitario "no se les preparó para eso (nuevas pautas en los exámenes de ingreso) y carecen de las habilidades básicas".

El Ministerio de Educación Superior estableció a comienzos de este año que para acceder a la enseñanza superior se deberá obtener al menos 60 puntos, en base de 100, en cada uno de los tres exámenes obligatorios, español, matemáticas e historia nacional, para aumentar la calidad educativa.

También se contará con tres convocatorias. La primera será el 10, 13 y 17 de mayo para aspirar a todas las modalidades de cursos de la universidad, en julio habrá una segunda oportunidad para quienes reprobaron o no pudieron, por razones justificadas, asistir a la cita inicial y, finalmente, en agosto se ofrece la última posibilidad bajo normas equivalentes a la anterior.
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En declaraciones públicas, funcionarios del sector insistieron que la cantidad de oportunidades no mellarán la rigurosidad del ejercicio. Desde el curso 2010-2011 se recuperó la práctica del examen de ingreso, que rigió por décadas la entrada al mundo universitario, una de las transformaciones encauzadas por el ministro Miguel Díaz-Canel, en el cargo desde 2009.

En declaraciones a IPS, Díaz-Canel recordó que, "cuando se introdujeron cambios en el ingreso, que exigían mayor calidad y más rigor en todos los procesos de las universidades, hubo un momento de incomprensión" entre la población cubana.

A su juicio, "la gente ahora ha entendido el por qué (de las regulaciones), en la medida en que se ha argumentado".

Sin embargo, los reclamos entre el alumnado, de alrededor de 50.000 aspirantes para el próximo año lectivo a una carrera universitaria, y sus madres y padres se dirigen a las deficiencias de niveles de enseñanza anteriores y a reformas acaecidas en la historia reciente de la educación pública cubana.

Carbó estudia en la escuela mixta Francisco de Miranda, en el capitalino municipio de Lawton. Antes estuvo internada en un preuniversitario en el campo, opción mayoritaria que tuvo la juventud de la isla hasta la desaparición de esta iniciativa entre 2009 y 2010.

"Este cambio fue un shock y no tenemos una buena base para estudiar", lamenta la joven ante la consulta de IPS.

Según Carbó, su desarrollo se ha limitado por la impartición tardía de los contenidos, costumbres negativas entre algunos profesores, y por el déficit de personal frente a aulas preuniversitarias, a pesar de que aumentó en el curso 2009-2010, según la Oficina Nacional de Estadísticas.

"En la escuela se dan repasos y demás, pero hay asignaturas que no tienen profesor", explica Álvarez. Además, según la actual editora de la revista Cubaliteraria, "estos muchachos son ‘hijos’ de los maestros emergentes", un proyecto de formación rápida de docentes, para completar el personal escolar.

La incorporación de profesores "en formación" a las aulas y hasta su sustitución por clases a través de medios audiovisuales como televisores, equipos de video y ordenadores es la queja recurrente de muchos respecto de la educación primaria, secundaria y media, sobre todo en el actual debate comunitario y sindical de la nueva política económica, trazada por el gobernante Partido Comunista de Cuba.

En ese sentido, Joaquín Heredia Martínez consideró que "hacer un maratón para que los muchachos sean profesores, introduce también a quienes no están interesados", en una función que exige "vocación, entrega y dedicación".

"Está también el que quiere ser profesor y realmente le gusta. Ese, a la hora de una clase, lo entrega todo", reconoció.

Heredia y su esposa Lázara Wilson luchan porque su hija Ileana pueda alcanzar una carrera universitaria. La vía para apoyarla ha sido restringir la economía familiar y pagar a profesores particulares, que cobran en Ciudad de La Habana el equivalente a algo más de un dólar por cada clase.

Este esfuerzo puede resultar baldío, según Sandra Álvarez, quien también ha recurrido, según sus posibilidades, al pago de educadores privados. "Muchos padres les pusieron profesores particulares a sus hijos e igual se quedaron fuera de la universidad", explicó.

Por otra parte, el alumnado de los Institutos Preuniversitarios Vocacionales de Ciencias Exactas, escuelas selectivas y de alto rendimiento y de los centros educativos militares, conocidos popularmente como "Camilitos", ostentan un alto índice de entrada a la universidad.

Desde la academia, se observa un mayor rendimiento estudiantil tras la aplicación de exámenes de ingreso, detalló a IPS María Irene Balbín, rectora de la Universidad Agraria de La Habana. "Antiguamente, los estudiantes no aprobaban los exámenes de ingreso, pero se quedaban en primero o en segundo año, porque no estaban lo suficientemente preparados", aseguró.

"Eso nos daba una eficiencia muy baja. Económicamente hablando se afectaba al país, porque un estudiante cuesta cada año determinada cantidad de presupuesto", explicó Balbín. En carreras de su universidad como licenciatura en veterinaria, Ingeniería agrícola y agronomía, cada estudiante representa un costo anual equivalente a entre 5.000 y 6.000 dólares.

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