China y Brasil inundan de represas América Latina

La creciente presencia de capitales chinos y brasileños en el sector energético de América Latina facilita la construcción de numerosos complejos hidroeléctricos, pero también alienta posturas nacionalistas que se suman a los cuestionamientos ambientales a esos grandes proyectos.

Bosques y uno de los ríos en la zona peruana de Cusco que será cubierta por la represa de Inambari. Crédito: Milagros Salazar/IPS
Bosques y uno de los ríos en la zona peruana de Cusco que será cubierta por la represa de Inambari. Crédito: Milagros Salazar/IPS
Las tres mayores obras hidroeléctricas de Ecuador están a cargo de empresas chinas, lo cual rompe con la hegemonía que tenían en esa área constructoras brasileñas, como la Odebrecht o Andrade Gutierrez.

El financiamiento por el Exim Bank (banco de comercio exterior) de China, que cubre casi todos los costos, hizo viable esas centrales en momentos en que Ecuador tenía limitado el acceso al crédito a causa de la revisión de la deuda pública que promovió el gobierno, a partir de 2007, y que llevó a no pagar casi 4.000 millones de dólares por entender que no correspondía.

Brasil también financia obras a través de su estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES). Pero esas inversiones se vieron afectadas desde 2008, cuando el gobierno ecuatoriano de Rafael Correa expulsó a Odebrecht, acusándola de fallas en la construcción de la hidroeléctrica San Francisco y reclamándole reparaciones por 210 millones de dólares.

La competencia entre Brasil y China, ambos con capitales excedentes y que poseen constructoras especializadas en grandes proyectos, crea condiciones más favorables para el aprovechamiento energético de los abundantes ríos latinoamericanos.
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En esta puja, empero, ya hay un ganador en Perú en lo que refiere a los cincos complejos hidroeléctricos que se construirán en la Amazonia. Están "planificados en función de los intereses brasileños", que serán los únicos beneficiados, dijo a Tierramérica el director de la organización no gubernamental ProNaturaleza, Alfredo Novoa.

El activista cuestionó esos proyectos pues entiende que Perú cuenta con generación suficiente para su consumo eléctrico actual y puede atender su demanda futura por el potencial de la cordillera de los Andes y los vientos costeros, que no conllevan daños ambientales y sociales como sí los tienen las represas en la selva amazónica.

Esa reacción nacionalista a la multiplicación de las hidroeléctricas condena también la financiación por parte del BNDES, que tiene como condición la importación de equipos e insumos brasileños para la ejecución de las obras.

Es un mecanismo utilizado por Brasil para incrementar las exportaciones de gran valor agregado, además del cobro de intereses y las ganancias de sus empresas, que serán socias o constructoras de las centrales.

El acuerdo energético entre ambos países, firmado en junio de 2010 para la construcción de cinco hidroeléctricas en la selva peruana, fue el resultado de una "negociación asimétrica", según Novoa, ya que establece la venta a Brasil de la energía excedente durante 30 años.

Pero como Perú "no necesita" nuevas fuentes de la Amazonia, "mientras que Brasil sí", queda evidente a quién le sirven los proyectos, arguyó.

"Con Brasil no se negocia, sólo se acepta", comentó el presidente de Perú, Alan García, en reunión privada con empresarios, diplomáticos y líderes sociales en Chile, aseguró el 20 de este mes el analista político chileno Patricio Navia en su cuenta de la red social Twitter.

Las represas y líneas de transmisión a construir implican la deforestación de 1,5 millones de hectáreas amazónicas, estimó el ingeniero peruano José Serra en un estudio para ProNaturaleza.

China concentró sus inversiones en Perú en el sector minero, mientras que Brasil se volcó a los hidrocarburos, a las obras de infraestructura de transportes y a las hidroeléctricas en zonas cercanas a la frontera común.

Estos capitales de ambos gigantes emergentes jugaron un papel importante en el crecimiento económico de Perú y redujeron la dependencia de ese país respecto de Estados Unidos, que aún no supera la crisis que estalló en 2008, precisó a Tierramérica la politóloga Cynthia Sanborn.

Las empresas brasileñas actúan en diversos sectores de la economía peruana, pero "no he visto mucha resistencia a estas inversiones de parte de la sociedad civil, a excepción del caso de las hidroeléctricas", señaló Sanborn, experta estadounidense que dirige el Centro de Investigación de la peruana Universidad del Pacífico.

Tampoco tiene buena acogida el capital chino, después que Shougang Hierro, que explota minas en Perú desde 1992, provocó gran contaminación por derrames de aceites y lubricantes y fue acusada de violar leyes laborales, a la vez que otras dos empresas chinas generaron conflictos, con muertos y heridos.

Nicaragua es otro país donde las represas hidroeléctricas están en manos de firmas brasileñas, favorecidas por el hecho de que el país centroamericano no tiene relaciones con China, porque las tiene con Taiwán.

El proyecto hidroeléctrico Brito, otorgado en 2007 a la constructora Andrade Gutierrez, desató también polémicas y críticas de ambientalistas, porque represará las aguas del río San Juan para invertir su curso natural hacia el mar Caribe y hacerlo desaguar en el océano Pacífico. Tendrá capacidad para generar 250 megavatios, a un costo inicial de 600 millones de dólares.

Otra central, Tumarín, de 220 megavatios, la ganó la firma también brasileña Queiroz Galvão.

En cuando al mismo Brasil, las inversiones chinas crecieron abruptamente en los dos últimos años, en variados sectores. En energía, curiosamente se destinaron a la compra de empresas de transmisión y distribución de electricidad, además de otras con participación en yacimientos de petróleo.

Son dos tipos de inversiones, uno para adquirir reservas de recursos naturales no renovables para atender la demanda en la misma China, mientras que el otro es para generar empleos para sus nacionales en el exterior y exportar equipos, comentó a Tierramérica Adriano Pires, consultor en energía y director del Centro Brasileño de Infraestructura.

China es uno de los pocos países que desarrollaron tecnología para ejecutar las grandes obras de infraestructura, pero difícilmente penetrará en ese sector en Brasil, como hizo en África y Ecuador, porque las constructoras brasileñas son muy competitivas, indicó Pires.

Sin embargo, sí participan en el auge actual de los complejos hidroeléctricos y termoeléctricos, vendiendo turbinas y equipos, por sus precios bajos.

Las inversiones chinas parecen "tímidas", porque muchas no aparecen en las estadísticas, como las que compraron el control accionario de empresas importantes, advirtió a Tierramérica el presidente de la Sociedad Brasileña de Estudios de Empresas Transnacionales, Luis Afonso Lima. Es el caso de la montadora sueca de vehículos Volvo, ejemplificó.

Pero su orientación no parece priorizar la energía eléctrica en Brasil, opinó.

Con casi tres billones de dólares en reservas internacionales, China trata de transferir sus inversiones en títulos del Tesoro estadounidense a otros activos, corroboró Pires.

* Este artículo fue publicado originalmente el 29 de enero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica. Con aportes de Gonzalo Ortiz (Quito), José Adán Silva (Managua) y Milagros Salazar (Lima).

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