Colombia y Venezuela rompen, pero no para siempre

La tarea de mediación que ofrecieron varios países para acercar las posiciones entre Venezuela y Colombia será fácil. Con la misma sangre ligera con que declaró rotas las relaciones, Hugo Chávez cambiará de opinión una vez que Juan Manuel Santos reemplace a Álvaro Uribe.

La pelea del presidente venezolano no es contra Colombia sino contra Uribe, quien representa lo contrario de lo que quiere ser él.

Uribe ha sido un obstáculo insalvable para el propósito chavista de crear una versión de la Gran Colombia que imaginó el libertador Simón Bolívar, pero bajo el signo revolucionario de la izquierda.

Los episodios conflictivos se multiplicaron durante los ocho años del gobierno Uribe. La captura el 13 de diciembre de 2005 en Venezuela del jefe guerrillero Rodrigo Granda, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ocasionó un cierre de frontera.

Se trataba de un peso pesado de las FARC y no quedó claro si las autoridades colombianas entraron a Venezuela para raptarlo o si habían sobornado a funcionarios venezolanos.

Cuando Uribe suspendió abruptamente el 25 de noviembre de 2007 la mediación de Chávez con esa guerrilla, para que liberaran los secuestrados, volvió a arder la frontera.

El bombardeo colombiano del 1 de marzo de 2008 al campamento clandestino en Ecuador de Raúl Reyes, donde murió el portavoz de las FARC y otras personas, provocó el cierre de la embajada de Caracas en Bogotá.

También hubo movilización de efectivos el 2 de marzo de 2008, cuando, en una reacción parecida a la de ahora, Chávez respondió con el retiro de su embajada en Colombia a las denuncias de Uribe sobre los lanzacohetes de la guerrilla adquiridos presuntamente en Venezuela.

Seguirían la crisis de noviembre pasado, con destrucción de puentes rurales, los reclamos ante el Grupo de Río y hasta un amago de agresión física entre los dos presidentes, que no se soportan, a pesar de la retórica consabida de los países hermanos.

Son dos hermanos nacidos para pelearse. Ese hecho es el que permite afirmar que, finalizado el gobierno de Uribe, desaparecerá la molestia. Han sido ocho años de un estilo de gobierno "personalizado, mediático, confrontacional y desinstitucionalizador", como apuntó la internacionalista Socorro Ramírez.

El mismo Chávez espera ese cambio, según lo advirtió el jueves 22, poco después de que anunció el cese de relaciones. "Con Santos puede haber una nueva etapa de entendimiento", dijo.

Y aunque Santos fue un duro crítico de Chávez, una vez investido de la dignidad de presidente electo de Colombia puso entre sus prioridades la de romper el aislamiento de su país con una gira por México, Panamá, Chile, Argentina, Perú y República Dominicana.

Al mismo tiempo, Santos invitó a Chávez y a su par Rafael Correa, de Ecuador, a la ceremonia de posesión del cargo el próximo 7 de agosto.

Por eso el presidente venezolano habla de proceso de acercamiento y de "construir el tablero de respeto mutuo y de buenas relaciones".

Es, pues, claro que con Uribe desaparecerá el gran obstáculo para esas relaciones. Los anuncios de guerra de Chávez, sus órdenes imperiales de movilización de tanques y soldados a la frontera, en esta ocasión han sido alternados con un discurso conciliador.

A la reunión de cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), del jueves en Quito, fue el canciller de Venezuela, Nicolás Maduro, después de una precipitada gira por América Latina con una propuesta de paz.

El mismo Chávez, que había roto relaciones con Colombia unas horas antes rechazando de modo airado las acusaciones de colaboración con las FARC, les pidió a ésta ante un foro de sindicalistas que reconsideraran su estrategia armada.

Coincidiendo con una tesis conocida en Colombia sobre la imposibilidad de un triunfo militar de la guerrilla o de una victoria del ejército, les recordó, en tono paternal, que "no hay condiciones para que puedan tomar el poder".

¿Qué persigue Chávez al cubrirse con esa piel de oveja? Lo cierto es que su lenguaje no es el de enfrentamiento armado que utilizó en el pasado. Las elecciones de septiembre en Venezuela dan una clave para entender el comportamiento del mandatario.

¿Qué harían ustedes en vísperas de unas elecciones en las que serán definitivos los votos de los "ni ni", como se llaman en Venezuela a los que ni están con Chávez ni con la oposición y que suman 38 por ciento de la intención de voto, mientras los dos sectores enfrentados políticamente están empatados en 30 por ciento?

Usted tendría que hacer algo para convencer a los "ni ni". Ahora se le agrega el escándalo de las 120 toneladas de alimentos podridos por la corrupción de los funcionarios y por la ineptitud oficial, y súmele el desabastecimiento de los mercados y el curso errático del bolívar, la monea local.

Con todos esos elementos negativos en mente, concluirá que al gobierno de Chávez le ha convenido el escándalo internacional de la ruptura, pero no le sirve mantenerlo.

El escenario de un gobierno que acoge al nuevo presidente colombiano, porque representa algo distinto, resulta coherente con el rechazo visceral de Chávez a Uribe. Además le permite poner condiciones desde una posición fuerte y aceptar, sin decirlo, que el bienestar de una buena parte de su población, pasa por la restauración de unas relaciones comerciales que se han mantenido y fortalecido a través de generaciones.

En los entretelones de la historia de este rompimiento se puede leer, por tanto, que será un episodio transitorio porque a nadie le conviene prolongarlo.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe