ISRAEL-SUECIA: Prensa desencadena incidente diplomático

El gobierno de Israel se mostró oficial y públicamente indignado por lo que considera un caso de «difamación de sangre», que sigue la tradición de las peores falsedades antisemitas de la historia.

El episodio se originó en un artículo de un periodista independiente publicado en el popular diario sueco Aftonbladet.

Según el informe, durante años los soldados israelíes secuestraron a jóvenes palestinos y devolvieron sus cuerpos desmembrados unos días después, tras haberles extraído sus órganos para usarlos en transplantes.

El diario donde el 17 de este mes se publicó ese artículo citó a familias palestinas diciendo que esos incidentes datan de 1992, época de la primera Intifada (levantamiento en los territorios ocupados).

Ante la indignación de Israel, la embajadora de Suecia en ese país, Elisabet Borsin Bonnier, emitió una inmediata declaración de condena al artículo, catalogándolo de "espeluznante y atroz".
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Pero el gobierno sueco desestimó los comentarios de la embajadora por considerarlas "para el consumo israelí", y se negó a reiterar la condena.

Pese a los títulos de prensa, la historia bien puede haberse desvanecido en las brumas de la apatía estival, excepto por una furiosa reacción israelí que se manifestó en las más altas esferas.

En la reunión semanal del domingo del gabinete israelí, el ministro de Relaciones Exteriores Avigdor Lieberman arremetió contra Estocolmo.

"Es lamentable que el Ministerio sueco de Relaciones Exteriores no intervenga en lo relativo a una difamación de sangre contra los judíos. Esto hace recordar a una de las conductas de Suecia durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando tampoco intervino" contra los nazis, dijo Lieberman.

El canciller israelí se apresuró a comparar el caso actual con la publicación de 12 viñetas sobre Mahoma, originalmente por el diario danés Jyllands-Posten el 30 de septiembre de 2005 pero reiterada en meses siguientes por periódicos europeos y de otras regiones, que causó una ola de indignación en naciones musulmanas, con manifestaciones violentas y boicots comerciales.

Lieberman señaló que en ese momento el gobierno sueco no se mostró tan reticente a formular una condena, solicitando en cambio a Dinamarca adoptar las medidas adecuadas para calmar el enojo rampante en el mundo islámico.

El artículo sobre la extirpación de órganos rápidamente se convirtió en un auténtico asunto diplomático, fortaleciendo a su paso el sentido de identidad nacional asediada, entre suecos e israelíes por igual.

Algunos periodistas israelíes enviados a Estocolmo citaron a la presidenta de la comunidad judía local, Lena Posner, diciendo que "el absurdo reclamo de una condena por parte del gobierno sueco ha cambiado el (eje del) debate, del antisemitismo a una cuestión de libertad de expresión".

"En vez de desacreditar el artículo, ahora todo se trata de la libertad de expresión, que en Suecia es sacrosanta", agregó Posner.

Levemente más diplomático que su poco diplomático canciller, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, dijo no estar esperando una disculpa oficial del gobierno sueco, pero sí una "condena".

Netanyahu no se ha pronunciado sobre si el ministro sueco de Relaciones Exteriores, Carl Bildt, debería cancelar una visita oficial a Israel cuyo inicio está previsto para el 10 de septiembre.

Pero otros ministros no han tenido reparos en hacerlo. "Cualquiera que no esté dispuesto a condenar semejante difamación de sangre debería considerar que no es bienvenido", dijo el ministro de Finanzas, Yuval Steinitz.

Actualmente Suecia ocupa la presidencia rotativa semestral de la Unión Europea, y por lo tanto se ubica en un lugar crucial para impulsar las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos.

El propio Bildt se ha negado rotundamente a emitir la condena que reclama Netanyahu. En cambio, en su blog, el canciller sueco señaló que los delitos de odio, que incluyen la incitación al antisemitismo, son ilegales en Suecia, y que su país está entre los pocos que han aprobado legislación especial contra el antisemitismo.

Los medios israelíes, tanto de derecha como de izquierda, se mostraron consternados por lo que se describe como la conversión de "un montón de bosta" en un incidente diplomático desconcertante.

"La reacción apasionada y demagógica de Lieberman ha perjudicado a Israel. Le ha quitado valor al Holocausto, le ha conferido al artículo un carácter desproporcionado, y ha causado una agitación internacional, empujando a Suecia a una confrontación innecesaria con Israel", escribió el periódico liberal Haaretz en su editorial del domingo.

"Lieberman debe comprender que en Suecia existe libertad de prensa —tanto para el buen como para el mal periodismo— y que, igual que en Israel, el gobierno no dicta qué se publica", enfatizó Haaretz.

Incluso el derechista The Jerusalem Post, aunque está más en sintonía con los puntos de vista nacionalistas de Lieberman, tiene dudas en cuanto al tono estridente que adquirió la campaña oficial.

"Si los israelíes han reaccionado de manera exagerada ante esta estupidez falaz, es porque las difamaciones de sangre antisemitas han tenido consecuencias mortales para nuestro pueblo, incluso desde que los paganos griegos acusaron por primera vez a los antiguos judíos de secuestrar a extranjeros con el fin de realizar sacrificios", escribió el diario.

"Los nazis introdujeron la difamación en el siglo XX a través de (el periódico) Der Stürmer. Ahora, Aftonbladet se distingue por mantener viva la mentira en la Europa del siglo XXI. De todos modos, tal vez la reacción oficial ha sido desmesurada", añadió.

Es difícil hallar israelíes que no estén consternados por el relato del Aftonbladet. Pero a los israelíes liberales les perturba que la conmoción generada por una acusación sin base de hecho corra el riesgo de legitimar a quienes deslegitiman a Israel.

Según su punto de vista, la campaña israelí ha hecho que los israelíes —incluso los que critican la esencia de las políticas de su gobierno en Palestina— cierren filas ante un mundo que perciben intrínsecamente hostil a ellos.

Tanto Netanyahu como Lieberman fueron, en el pasado, maestros en explotar este sentimiento de temor y victimización entre judíos e israelíes.

Ahora, al estimular un sentido de rectitud nacional, el gobierno de Netanyahu cree que puede consolidar el respaldo del público para sus obstinadas posiciones políticas, como resistir a la creciente demanda internacional de revertir la agresiva política israelí de asentamientos en Cisjordania y Jerusalén oriental.

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