El glifosato, herbicida ampliamente usado en cultivos de soja de Argentina, causa malformaciones en el desarrollo de embriones anfibios, afirman científicos de este país que divulgaron algunos hallazgos de una investigación todavía inédita.
"Las deformaciones observadas son consistentes y sistemáticas", dijo a IPS el profesor Andrés Carrasco, director del Laboratorio de Embriología Molecular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
La disminución del tamaño de las cabezas de los embriones, alteraciones genéticas en el sistema nervioso central, incremento de muerte de células que intervienen en la formación del cráneo y cartílagos deformados fueron efectos repetidos en el experimento de laboratorio, resumió el biólogo.
La noticia había sido divulgada el lunes por el diario Página 12. El científico aclaró a IPS que las conclusiones corresponden a un "reporte de investigación con datos precisos", pero que el trabajo final aún no está listo para su publicación. Sin embargo, consideró necesario difundir los primeros resultados "por una cuestión de interés general".
El glifosato es el principio activo del herbicida Roundup, fabricado por la corporación estadounidense Monsanto, que desarrolló las semillas de soja genéticamente modificadas para resistir altas dosis de ese producto que combate las malezas y toda otra especie verde que no sea esa variedad transgénica.
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Según comentó a IPS la responsable de comunicaciones de la empresa en Argentina, Fernanda Pérez Cometto, Monsanto tiene "diversos estudios que muestran la inocuidad del herbicida en humanos, en animales y en el ambiente". Pero hasta no conocer el estudio adelantado por la UBA, la compañía "no emitirá opinión".
"Es clave conocer qué tipo de metodología se utilizó para tener evidencias, por eso solicitamos al laboratorio una copia del estudio", dijo Pérez Cometto. De todos modos, insistió, el herbicida de Monsanto fue evaluado en 1996 por autoridades argentinas que lo calificaron como de "improbable riesgo agudo".
"Obviamente que es una sustancia que debe ser usada correctamente, con los recaudos previstos en la etiqueta, como el repelente o la lavandina (hipoclorito de sodio). Uno no se puede tomar un vaso de herbicida y pretender que no tenga ningún efecto", afirmó.
El biólogo Carrasco explicó que en una primera fase del experimento, se sumergieron embriones anfibios en una solución del herbicida diluido en agua en una proporción hasta 1.500 veces menor a la utilizada hoy en las siembras argentinas. Los embriones desarrollaron deformaciones en la cabeza.
En una segunda etapa, células embrionarias inyectadas con glifosato diluido en agua, pero sin los aditivos del producto comercial para facilitar su penetración, manifestaron un impacto más negativo aún, lo que revela que la toxicidad está en el principio activo, no en las demás sustancias, dijo.
"Se debería suponer con certeza que lo mismo que ocurre con anfibios puede ocurrir en humanos", dijo Carrasco, que trabaja con un equipo de especialistas en biología, bioquímica y genética desde hace 15 meses.
Los resultados son comparables por la conservación de los mecanismos que regulan el desarrollo embrionario de los vertebrados.
"Es evidente que el glifosato no es inocuo, no se degrada ni se descompone, sino que se acumula en las células", advirtió.
Una mezcla potenciada de glifosato rociada desde aviones es una de las armas que utilizan las autoridades de Colombia para erradicar por la fuerza las plantaciones ilegales de coca, materia prima de la cocaína.
Los efectos de estas fumigaciones sobre otros cultivos, animales y personas en zonas fronterizas con Ecuador dieron pie a denuncias internacionales de Quito contra Bogotá.
En Argentina se utilizan cerca de 200 millones de litros de glifosato por año. La soja ocupa alrededor de 50 por ciento de la superficie agrícola, casi 17 millones de hectáreas, y es el principal producto de exportación. El herbicida se aplica principalmente mediante fumigación aérea.
El ingeniero agrónomo Jorge Gilbert, del estatal Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), dijo a IPS que el glifosato, como otros productos químicos utilizados para combatir malezas o plagas, "no es bueno o malo por sí mismo, sino que depende de las técnicas de aplicación que se utilizan".
El INTA brinda asesoramiento técnico a los agricultores, pero nunca asumió una posición crítica a la soja transgénica. Al contrario, muchos de sus profesionales consideran que la introducción de la semilla modificada resistente al herbicida ha constituido un avance en el desarrollo rural.
En cambio, organizaciones ambientalistas y sociales denuncian desde hace al menos cinco años que las zonas pobladas aledañas a las siembras de soja sufren gran cantidad de casos de cáncer, malformaciones congénitas, lupus, enfermedades renales y respiratorias, dermatitis y otros males.
El no gubernamental Grupo de Reflexión Rural (GRR), que en 2006 lanzó la campaña "Paren de Fumigar" en las provincias con más plantaciones de soja, publicó este año un informe con testimonios de habitantes, activistas y médicos rurales de decenas de localidades del país.
El abogado del GRR, Osvaldo Fornari, dijo a IPS que el informe fue presentado a la justicia federal para que investigara el trámite de aprobación del herbicida y, con base en los casos de supuestos damnificados por la contaminación, reclamó la aplicación del principio precautorio y la prohibición preventiva del uso de Roundup.
La presidenta Cristina Fernández estableció por decreto una comisión nacional, integrada por personal técnico del Ministerio de Salud, las Secretarías de Ambiente y de Agricultura y el INTA, que deberá determinar los impactos sanitarios y ambientales del glifosato.