DESARME: Un tiro por elevación

Human Rights Watch (HRW) cuestionó a Rusia y Georgia por haber empleado bombas de racimo en el conflicto que libraron en agosto, en una declaración dirigida también al parecer a Estados Unidos, China, Israel, India, Pakistán, Corea del Sur y Brasil, que procuran mantener la producción y exportación de esas armas letales.

Un informe presentado este martes por esta organización no gubernamental con sede en Nueva York indica que el uso de las municiones en racimo causó la muerte de 16 civiles en los enfrentamientos entre rusos y georgianos inflamados por el separatismo del territorio de Osetia del Sur, originalmente parte de Georgia. Otros 54 civiles fueron heridos en las mismas acciones.

La autora del estudio, Bonnie Docherty, investigadora de la división de armamentos de HRW, resaltó que ese tipo de municiones, lanzadas desde aeronaves o mediante cohetes, siempre matan o mutilan a los civiles, durante los combates o aún mucho después.

Cada unidad de ese tipo de armamento puede dispersar o liberar decenas o centenares de pequeñas municiones, de las cuales algunas estallan en el acto y otras tiempo después.

La letal experiencia del conflicto ruso-georgiano deber servir de impulso para que todos los estados firmen y ratifiquen la Convención sobre Municiones en Racimo, dijo Docherty.
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Con anterioridad, otras investigaciones de HRW habían documentado que las mismas armas causaron también víctimas en Kosovo, Afganistán, Iraq, Líbano e Israel.

La Convención fue adoptada en una reunión de 107 países en Dublín y rubricada hasta marzo por 96 países, pero ha sido ratificada sólo por Austria, Irlanda, Laos, Noruega, Sierra Leona y Vaticano. El tratado entrará en vigor seis meses después de haber obtenido la firma de 30 países.

En coincidencia con la intervención de este martes en Ginebra de HRW, el grupo de naciones interesadas en la fabricación y comercio de las municiones en racimo, que integra Rusia junto a Estados Unidos, Rusia, China Israel, India y Pakistán, inició también una reunión para examinar la redacción de un acuerdo alternativo a la Convención, que regularía su uso sin prohibirlas.

Mark Hiznay, de HRW, dijo a IPS que esos países consideran que las municiones en racimo todavía tienen una función que cumplir en los conflictos que ellos prevén. Piensan que esas armas les otorgan una ventaja en el combate, en el enfrentamiento de fuerzas inferiores a otras más poderosas, añadió.

El problema es que las guerras que esas naciones proyectan nunca se producen y ellos terminan usando esas municiones en áreas pobladas cuando en realidad no han sido concebidas para ese empleo, comentó Hiznay. Aunque en algunos casos, ese armamento es la única capacidad que disponen, razonó.

HRW, una organización defensora de los derechos humanos, estimó que esta semana, en Ginebra, ese grupo de países "quemará su último cartucho en la tentativa de concertar un tratado separado y más débil" que la Convención.

Ante la posibilidad de que coexistan dos tratados diferentes sobre municiones en racimo, Hiznay opinó que "la competencia es favorable porque es de esperar que acarreará beneficios humanitarios, como la interrupción del armamentismo y del empleo generalizado de las armas".

Un caso parecido al que ahora se vislumbra en municiones en racimo se verificó en minas antipersonal.

La Convención sobre la prohibición del empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonal y sobre su destrucción lleva 10 años de vigencia, recordó el experto de HRW.

Sin embargo, esta coalición de estados no son estados parte de ese tratado. A pesar de ello, el uso de las minas antipersonal está en descenso. El comercio se ha evaporado y sólo quedan un número limitado de productores.

El problema causado en las décadas del 70, 80 y 90 por el uso indiscriminado de las minas antipersonal ha quedado arreglado, concluyó Hiznay.

El informe de HRW sobre el conflicto ruso-georgiano declara que las dos partes deben firmar y ratificar lo antes posible la Convención ya existente. En última instancia, deberían atenerse a los principios de ese tratado, dijo Docherty.

La investigación determinó que las dos partes usaron las municiones en racimo, causando víctimas civiles, a pesar de que existen marcadas diferencias en sus perfiles militares y en su relación con el empleo de esas armas.

Rusia produce y exporta sus propias municiones en racimo y posee almacenados millones de pequeñas municiones de distinto tipo. Con anterioridad, Rusia ya había apelado a esos armamentos, en particular durante el conflicto en Chechenia.

En cambio, Georgia no fabrica esas armas aunque es importador y recibió de Israel el modelo empleado en el conflicto de agosto pasado. Sus arsenales son inferiores a los de Rusia.

Las búsquedas de HRW no encontraron evidencias de que Georgia haya usado esas armas en el pasado.

HRW dijo que municiones en racimo fabricadas por Rusia o anteriormente por la desaparecida Unión Soviética, se encuentran almacenadas en por lo menos 29 países.

La lista incluye a Angola, Argelia, Azerbaiyán, Belarús, Bulgaria, Corea del Norte, Croacia, Cuba, Egipto, Eslovaquia, Georgia Guinea-Bissau, Hungría, India, Irán, Iraq, Kazajstán, Kuwait, Libia, Moldova, Mongolia, Perú, Polonia, Rumania, Sudán, Siria, Uganda, Ucrania y Yemen.

La organización humanitaria exhortó a la comunidad internacional a esforzarse para conseguir que el conflicto de Georgia sea el último que cobre la vida y el sustento de civiles a causa de "este armamento pernicioso".

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