MUJERES-PARAGUAY: Por el espacio rural propio

Un grupo de campesinas e indígenas paraguayas atienden a niñas y niños pequeños en el patio de una vivienda. En una habitación contigua, otras tantas celebran una reunión de dirigencia.

Esta era la postal tomada el lunes en la sede de la Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas (Conamuri), en la capital de Paraguay.

Uno de los puntos de la reunión era organizar la actividad que protagonizaron este martes 24 de febrero, Día de la Mujer Paraguaya, junto con la Comisión Nacional de Mujeres de la Central Nacional de Trabajadores.

Las manifestantes decidieron reunirse frente al Panteón Nacional de los Héroes, en el centro de Asunción, para reivindicar la lucha de la población femenina paraguaya.

Diez años atrás, alrededor de 300 mujeres provenientes de diferentes puntos del país se encontraron para analizar la situación que vivían. Eran delegadas de comunidades campesinas e indígenas.
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Concluyeron que sus problemas eran comunes: pobreza extrema, alto porcentaje de analfabetismo y dependencia económica, así como doble discriminación, por ser mujeres y pobres.

Hoy la Conamuri reúne a 280 comités rurales y a 23 agrupaciones indígenas. Su membresía supera las 6.000 socias.

En las décadas de 1980 y 1990 nacieron en Paraguay varias organizaciones campesinas, donde las mujeres podían ocuparse de cuestiones operativas, pero no había espacio para ellas en las instancias de decisión. "Conamuri nació de la necesidad de las mujeres campesinas e indígenas de tener un espacio propio, con autonomía, para lograr que se nos visibilice, se valore nuestro trabajo y el aporte que hacemos a la sociedad", dijo a IPS Julia Franco, integrante de la conducción nacional de la organización.

Los primeros años no fueron fáciles. Tropezaron con dificultades dentro de las mismas organizaciones campesinas, donde algunos dirigentes promovían campañas contra el crecimiento del liderazgo femenino.

"Siempre tuvimos que aclarar que nuestro objetivo nunca fue ir en contra de la lucha campesina, ni en contra de los varones, porque era eso lo que nos atribuían", recordó Franco.

La Conamuri se define como una organización de género y de clase. "Buscamos trasladar la perspectiva de género a las organizaciones mixtas, a fin de que sea transversal a todos los ejes de acción de los sectores campesino e indígena", explicó.

Para Carmen Vallejo, oficial de Género del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), las campesinas e indígenas organizadas "tienen un espacio propio, muy visible, porque realizan actividades aglutinantes y han hecho propuestas importantes que atañen en forma directa al sector".

La discriminación de la población femenina es una constante, tanto en las comunidades campesinas como indígenas, asegura Franco.

La cultura machista sigue siendo el principal obstáculo que enfrentan, dijo Vallejo a IPS.

"En la histórica lucha por la tierra, cuando se obtenían propiedades, los varones pasaban siempre a ser los dueños y nosotras no, siendo que también aportamos a esa lucha", ejemplificó Franco.

La mayoría de las campesinas son productoras, pero no se las reconoce así, sino como "amas de casa".

Según estudios realizados por Conamuri, la jornada laboral de las campesinas es de 19 horas diarias, pues suman actividades en el campo y en el hogar.

"Somos como dos pueblos diferentes (campesino e indígena), pero sufrimos de la misma manera las consecuencias negativas del sistema", apuntó Franco.

En los últimos cinco años, el protagonismo de la Conamuri se proyectó con más fuerza, en grandes movilizaciones y con sucesivos reclamos de acceso a la tierra, a la soberanía alimentaria, la igualdad y la justicia.

La lucha de estas mujeres organizadas, apunta Vallejo, pasa por factores que hacen a su calidad de vida de manera directa: "la salud, la educación, la seguridad alimentaria, el ambiente, una serie de demandas que en estos momentos son únicas", dijo.

El uso excesivo de agrotóxicos en el cultivo extensivo de la soja, la emigración forzada, la criminalización de la pobreza y la falta de acceso seguro a servicios de salud forman parte del paquete de reclamos del sector.

Las cifras nacionales de mortalidad materna muestran que la salud no está garantizada como derecho en las zonas rurales.

Según datos de 2001 del Ministerio de Salud Pública, había en Paraguay 150 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos. Pero ese promedio ocultaba que en la capital las muertes maternas eran 21 por cada 100.000 y en Caazapá, uno de los departamentos más pobres, saltaban a 214 por cada 100.000.

Y en las comunidades indígenas, la tasa de mortalidad materna era de más de 400 por 100.000 nacidos vivos.

Las trabajadoras rurales subrayan que casi 10 mujeres mueren por mes por causas prevenibles vinculadas al embarazo y parto, en este orden: abortos, hemorragias, toxemias e infecciones.

En las ciudades, las mujeres tienen un promedio de 2,9 hijos, mientras en el campo esa medida es de 4,5 hijos.

Una mujer rural pobre y hablante de la lengua guaraní —idioma de la principal etnia indígena de este país— tiene un promedio de tres años de educación, mientras un hombre urbano hispanohablante y rico tiene 14 años de educación, afirma el Informe Nacional de Desarrollo Humano 2008, elaborado por el PNUD.

En 2007, cada 100 hombres alfabetos había 82 mujeres alfabetas, mientras 60 por ciento de las indígenas rurales no sabían leer y escribir, añade el estudio.

Las desigualdades en Paraguay no son sólo económicas, sociales o educativas.

"Existen grupos afectados por una discriminación general (ser mujer), y otros por su identidad étnica-cultural (ser indígena)", señala. Se necesitan políticas específicas para combatirlas, recomienda el PNUD.

Vallejo subrayó también que las organizaciones de campesinas e indígenas hacen frente a la discriminación con la capacitación permanente de sus asociadas.

Además, "se articulan a nivel nacional, promueven alianzas con otros sectores sociales y se vinculan con organizaciones de otros países, todo de manera colectiva, democrática y participativa", aseveró.

Franco concluyó que "ahora somos reconocidas como aliadas a nivel de las federaciones de organizaciones campesinas y queremos seguir avanzando".

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