CINE-CUBA: Pantalla pobre en tiendas de campaña

El más importante festival internacional de cine alternativo que se realiza en Cuba desde 2003 apuesta a sobrevivir pese a la destrucción provocada por el huracán Ike en septiembre en Gibara, su ciudad sede, y a la muerte pocos días después de su creador, el director Humberto Solás.

Director de Lucía (1968), considerada una de las 10 películas más importantes del cine iberoamericano, Solás había dedicado los últimos años de su vida a un proyecto que para muchos era "un disparate" y para él la apuesta por un cine alternativo, independiente, económico, pero de calidad.

Un encuentro que tendrá su cita de 2009 en Gibara, a 775 kilómetros de La Habana, "aunque sea en tiendas de campaña", dijo en entrevista con IPS Sergio Benvenuto, director del Festival Internacional del Cine Pobre de Humberto Solás y uno de los colaboradores más cercanos del cineasta fallecido el 17 de septiembre.

IPS: ¿Cómo surge la idea de hacer un festival precisamente en Gibara, una ciudad casi olvidada del oriente cubano?

SERGIO BENVENUTO: Fue justamente en Gibara, durante el rodaje de "Miel para Ochún" (2001). Recuerdo a Humberto diciéndome que debíamos hacer un festival en aquel pueblo "tan humilde y tan bello, totalmente desprovisto de alfombras y de payasadas, de momias y ridiculeces"; un encuentro que defendiera "la valentía de salir a hacer cine".

Me decía: "yo quisiera hacer en este pueblo…". Y yo miraba a aquel pueblo, que no tenía nada pero era una preciosura, y pensaba "lo que me espera". Ahora la historia se borra, pero los inicios fueron muy difíciles.
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IPS: No pocas personas aseguraban que una idea como ésta sólo era posible porque venía de Humberto Solás. ¿Cuántas incomprensiones enfrentaron durante estos años?

SB: Increíblemente, el espaldarazo al festival se lo dieron instituciones como el Ministerio de Cultura y el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Los cineastas tenían razones muy importantes para reaccionar en contra: se entiende a un creador, que quiere ser exquisito, y al que le das la opción de trabajar con una cámara de baja resolución.

Los productores, desde mi punto de vista, tenían una razón un poco menos espiritual: había que hacer tres películas con el mismo dinero de una.

IPS: Para muchas personas, incluso defensoras de Gibara, el mismo concepto de "cine pobre" ya era en sí un disparate. ¿Cómo lo ves desde tu posición de director de ese festival?

SB: Está a muchos kilómetros nuestro país de retomar esa posibilidad de que el individuo diga un disparate; todos estamos autorizados a decir un disparate. Humberto era un individuo que decía sus disparates, lo que pasa es que la suerte lo tocó con la lucidez y entonces no eran muy grandes.

Gibara fue un disparate, pero ese disparate movió algo. Humberto se montó por completo en ese tren porque su intuición estaba dirigida al futuro: era un pretexto para mover las fichas.

Hay que remontarse a lo que pasaba en el audiovisual cubano en 2000. No tiene nada que ver con lo que pasa hoy y la forma en que se ha reasumido desde espacios independientes. Es un giro de 180 grados y en eso ha jugado un papel la promoción de la tecnología digital como alternativa económica de hacer cine y, por supuesto, el festival.

IPS: A pesar de todo, el festival se impuso y empieza a trascender las fronteras de Gibara. Para noviembre se anuncia su primera muestra temática en la ciudad cubana de Cienfuegos. ¿Qué de novedoso tiene esta muestra y cómo se relaciona con Gibara?

SB: Va a ser una experiencia sui géneris. Se va a exhibir y a polemizar sobre los elementos científicos, éticos, didácticos, presentes en positivo y en negativo en las obras más importantes exhibidas en el festival en varios años. El tema central este año será género y se tratarán temas como violencia, diversidad, masculinidad, migración y pobreza.

Vamos a unir a dos grupos que están desunidos siempre: los especialistas que dominan los temas y pueden evaluar cómo se trata bien o mal, pero que no tienen que saber del audiovisual, y los artistas que, de algún modo, rechazan todo lo que pueda tener que leerse en un artículo especializado para hacer una obra.

Es un evento primo del festival que pertenece a Gibara y eso no tiene ninguna discusión. El alma del festival está en Gibara, ni Ike ni ninguna de las otras fuerza van a tener fácil la posibilidad de impedir el próximo encuentro, porque es un festival que se puede hacer de campaña. Basta con salir con tiendas de campaña y ya lo podemos hacer.

IPS: Ante la destrucción provocada por el huracán Ike en la ciudad sede, la llamada villa blanca que quizás nunca vuelva a ser la misma, ¿cuál ha sido la posición de la dirección del ahora Festival del Cine Pobre de Humberto Solás?

SB: Que cada cual haga lo que pueda o desee. No centralicemos, no rompamos el espíritu de la gente y lo que está ocurriendo por la emoción. El actor Jorge Perugorría convocó a una expo-venta de obras y muchas personas empezaron a llevarnos ropa para enviarla en el primer ómnibus de ayuda que saliera para Gibara.

Tratamos de ir a lo práctico. No estar sólo en el momento de la emoción sino pensar en cómo articular una estrategia que mueva ayuda a Gibara desde nuestra modesta posición y que se sume a todo lo que se pueda hacer. Por ese camino, empezamos a articular apoyos con la organización portuguesa Oikos y la holandesa Hivos.

Lo importante es que ya hay ayudas encaminándose a Gibara y esa era nuestra primera misión. No podía ser que en un pueblo que queda tan dañado, donde la población queda tan lacerada, fuéramos a centrar el discurso en un festival. Debemos continuar lo que para Gibara fue siempre el festival.

IPS: ¿Piensas que de alguna manera, cuando nace el festival, Solás no sólo quería llamar la atención sobre la tecnología digital en el cine sino también sobre Gibara?

SB: Por supuesto. Porque el festival es un proyecto cultural, pero también social y comunitario. Hoy existe Gibara, pero todavía la gente no la reconoce, no la valora.

Estamos hablando de una de las ciudades pequeñas más interesantes arquitectónicamente de Cuba. Es también una ciudad que, al quedar aislada durante unos 70 años, supo retener los hábitos, las costumbres y una cultura hermética. Es un pueblo increíble, con magia.

Queda mucho que hacer por Gibara y el festival tiene una misión que no termina ahí. Humberto tenía una intención muy clara de rescatar las tradiciones en pequeños pueblos. Para él la manera de salvar algunos valores de la cultura cubana tenía que empezar en esos sitios, donde habían nacido los grandes artistas. Gibara es sólo un comienzo.

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