LIBROS-VENEZUELA: Cela y sus mandados a la dictadura

El español Camilo José Cela, ganador del premio Nobel de Literatura en 1989, escribió por encargo de la dictadura venezolana de Marcos Pérez Jiménez (1948-1958) su novela «La Catira», en un vano intento por opacar la obra del más renombrado escritor nacional del siglo XX, Rómulo Gallegos (1884-1969).

"Historia de un encargo: La Catira de Camilo José Cela", del venezolano Gustavo Guerrero, ganador de la edición 2008 del premio Anagrama de ensayo, descubre que el laureado escritor español se disponía a escribir cinco novelas para promover el "Nuevo Ideal Nacional", de la dictadura pérezjimenista.

El general Pérez Jiménez "tenía una imagen de ‘sargentón’ y Laureano Vallenilla, su ministro del Interior e ideólogo del régimen, quería cambiarla para que apareciese como un mecenas que apoyaba las artes y la cultura", explicó Guerrero a periodistas en Caracas.

Cela, a cambio de más de 30.000 dólares de la época, "se dispuso a ayudar a Pérez Jiménez, quien estaba también interesado en una novela que promoviese sus políticas de inmigración. La literatura servía como un instrumento de propaganda", dijo Guerrero.

Recordó que durante la década de régimen de Pérez Jiménez se facilitó el arribo a Venezuela de centenares de miles de inmigrantes europeos, en consonancia con el fondo racista del Nuevo Ideal Nacional, y Cela "recoge esos contenidos racistas, alaba el caudillismo y además se inscribe en la estética llanerista del pérezjimenismo".

Cela, identificado con la dictadura española de Francisco Franco (1939-1975), viajó a Bogotá, Quito y Caracas en 1953. Entrevistó al dictador colombiano Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957), a Pérez Jiménez., dictó charlas y actuó como una especie de embajador cultural del franquismo en las capitales visitadas.

Franco, con la idea de la "hispanidad", trataba de quebrar el aislamiento en que se había visto sumido tras haber hecho compañía al nazismo alemán y al fascismo italiano. Bajo la protección de Vallenilla, Cela viajó a las llanuras de Venezuela y el resultado fue la escritura de "La Catira" ("catira" quiere decir rubia en este país), cuya protagonista Pípia Sánchez es una mujer sola a cargo de un hato heredado y que, fusta en mano, mediante el trabajo de sus peones, obtiene beneficios de la venta del ganado.

El crítico literario Diómedes Cordero destaca que "La Catira", un texto con al menos 800 venezolanismos, "es un producto exótico, en el que la voz irónica del narrador no se corresponde con una supuesta habla llanera, desarticulada y falsa". Para Guerrero, es "la novela más aparatosamente venezolanista que se haya escrito jamás".

El antecedente del encargo de Cela está en la obra de Gallegos, quien publicó en 1929 "Doña Bárbara", para mostrar la oposición entre civilización y barbarie en el llano venezolano, y cuya protagonista es una fuerte figura femenina ante quien se impondrá la resolución del joven Santos Luzardo, ganado para la modernidad.

Además de esa novela, que se considera la principal de este país del siglo XX, Gallegos escribió otras como "Cantaclaro" (1924), también sobre la llanura, "Canaima" (1935), acerca de la Guayana, "Sobre la misma tierra" (1943) (noroeste petrolero) o "Reinaldo Solar" (1920) (Caracas).

Cela previó escribir "La flor del frailejón" (los Andes), "Oro cochano" (Guayana), "Un negrito mundano" (Costa Caribe) y "La cachucha y el pumpá" (Caracas). "Descubrió una magnífica vaca llamada Venezuela y se propuso ordeñarla", comentó el historiador y ex canciller Simón Alberto Consalvi.

El interés de Pérez Jiménez y Vallenilla era notorio además porque Gallegos, quien adhirió en 1941 al partido socialdemócrata Acción Democrática, resultó en 1947 el primer presidente elegido por el voto universal, directo y secreto de sus compatriotas.

A los pocos meses de iniciado su mandato, en 1948, le derrocó un golpe militar dirigido por el entonces teniente-coronel Pérez Jiménez. Aventado al exilio en México, Gallegos era una referencia civilista y democrática que la dictadura procuraba opacar.

Cuando se publica "La Catira" en 1955, Cela viaja a Caracas, pero se encuentra con una sorpresa: un fuerte rechazo a la calidad y pertinencia de su obra, tanto de intelectuales que comulgaban con el régimen, como de la mayoría, que se oponía a la dictadura.

Uno de ellos, Guillermo Meneses, señaló como equivocaciones de Cela, en su uso del lenguaje, "un desmedido afán filológico, el desconocimiento de la flexibilidad y pluralidad semántica del español en América, y el uso literal del habla popular fuera de sus contextos culturales e ideológicos", destacó Cordero.

La Academia Venezolana de la Lengua también criticó la "ostentación abusiva" del escritor, al presentar "La Catira" como una novela venezolana, por lo que consideró "deformación del habla popular llanera" y "falsa interpretación del alma nacional".

A la vista de los resultados, el gobierno de Pérez Jiménez canceló la serie de novelas.

Para Guerrero, "Cela no sólo incurrió en el ridículo sino que le hizo el juego a una dictadura sangrienta, se prestó para suplantar la obra de otro escritor y hasta se burló de él en algunas páginas de ‘La Catira’. Eso es moralmente inaceptable".

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