POLÍTICA-ARGENTINA: El bipartidismo parece volver por sus fueros

Casi 100 días después de que Cristina Fernández fue elegida presidenta de Argentina, su esposo y antecesor en el cargo, Néstor Kirchner, sorprendió con una alianza considerada por analistas el primer paso de un lento retorno al tradicional sistema bipartidista.

Superados los embates de campaña, Kirchner se lanzó a su trabajo partidario con un llamado a Roberto Lavagna, su otrora ministro de Economía y luego contrincante de Fernández, para invitarlo a reorganizar el justicialismo (peronismo).

Lavagna fue separado del cargo en 2005, luego de completar la segunda parte del gobierno interino de Eduardo Duhalde (2002-2003) y la primera de la administración de Kirchner (2003-2007), tras lo cual se lanzó en busca de la presidencia en las elecciones de octubre, instancia en la que se ubicó tercero con 16 por ciento de los votos, detrás de Elisa Carrió y de Fernández.

El experimentado economista aceptó la propuesta político-partidaria, lo cual desató una ola de críticas de la oposición, que hasta hora también integraba aunque siempre se declaró peronista. El ex ministro explicó que él representa "una alternativa, no una oposición furiosa" al gobierno centroizquierdista de Fernández y que su intervención aportará diversidad al partido de gobierno.

Sin abandonar nunca su pertenencia al Partido Justicialista, el policlasista movimiento fundado a mediados del siglo XX por el tres veces presidente Juan Domingo Perón (1895-1974) y a cuya ala centroizquierdista también pertenece el matrimonio Kirchner-Fernández, el ex ministro se había aliado para las elecciones con un histórico rival partidario: la centrista Unión Cívica Radical (UCR).

Pero tras los comicios, los radicales abandonaron sigilosamente a Lavagna e iniciaron un acercamiento con la Coalición Cívica, una agrupación de partidos liderada por Elisa Carrió, ex afiliada a la UCR y hoy principal referente de una oposición más forzada que nunca a unir fuerzas.

Lavagna sostuvo el domingo que siempre creyó que en lugar de crear nuevos partidos había que "modernizar y transformar" los ya existentes, y reveló que en su reunión con Kirchner coincidieron en que el fortalecimiento del justicialismo impulsará un reordenamiento de todas las fuerzas políticas.

Los expertos consideran que el acuerdo puede ir en ese sentido, pero casi todos son hasta ahora muy cautos sobre la cristalización que tendrá el sistema en el futuro.

"Este pacto entre Kirchner y Lavagna es un incentivo positivo para retornar al tradicional bipartidismo con eje en el PJ y la UCR, pero por sí sólo el acuerdo no garantiza ese retorno", advirtió ante IPS Carla Carrizo, licenciada en ciencias políticas y profesora de la privada Universidad Católica Argentina.

Para Carrizo, a los fines del fortalecimiento de la democracia, la pauta tradicional de dos partidos resulta más eficaz que la actual fragmentación.

No obstante, observó que para el resurgimiento del bipartidismo es necesario además que la oposición logre articularse en una coalición competitiva, concentrada en nuevos ejes.

La socióloga y encuestadora Graciela Romer sostuvo que la jugada de Kirchner "es brillante", porque permite recrear un polo de centroizquierda cercano a la socialdemocracia, pero nada dice respecto de cómo se ubicará una oposición que mayoritariamente compite por el mismo perfil ideológico de votantes.

Ana María Mustapic, politóloga de la Universidad Torcuato Di Tella, diferenció lo que consideró como las intenciones del oficialismo, de los resultados que éste podría obtener. "El gobierno busca ir ordenando el campo político en dos polos ideológicos opuestos, pero no estoy muy segura de que vaya a lograrlo", dijo en diálogo con IPS.

Mustapic sostuvo que es complejo pensar aún en dos coaliciones enfrentadas. Por un lado el PJ, que busca reforzar su sesgo centroizquierdista, y por el otro la agrupación de Carrió, que compite por un espacio similar. "Las diferencias aquí están en las personas o en las propuestas de políticas, pero no en lo ideológico", observó.

Finalmente, Jorge Mayer, director de la carrera de Ciencias Políticas de la estatal Universidad de Buenos Aires, interpretó que, con este acercamiento, lo que busca Kirchner es "fragmentar y debilitar a la oposición". "Habla de recrear el bipartidismo, pero pulveriza a los opositores", comentó a IPS.

Este especialista consideró que el sistema político actual en Argentina no está regulado por sólidas estructuras partidarias o ideológicas, sino por personas con aspiraciones de llegar a la presidencia. "A nadie parece interesarle hoy construir un partido", añadió. Ni a Kirchner, ni a Lavagna, ni a Carrió.

Las elecciones presidenciales de 2007 habían puesto de manifiesto una inédita implosión en el sistema local de partidos que había comenzado a gestarse con la debacle social, económica y política de fines de 2001, que llevó a la renuncia del entonces presidente, el radical Fernando de la Rúa (1999-2001).

Tras el colapso, la UCR, fundada hace más de un siglo, obtuvo en los comicios de 2003 tres por ciento de los votos y el PJ puso en competencia a tres dirigentes, entre ellos a Kirchner, quien llegó en segundo lugar con 22 por ciento de los sufragios y asumió la presidencia ante la renuncia del ex presidente Carlos Menem (1989-1999) a pugnar en segunda vuelta pese a haber ganado en la primera.

En 2007, ningún candidato llevó el emblema del Partido Justicialista, intervenido por la justicia electoral. Recién ahora, con Kirchner, se pondría en marcha de nuevo esta maquinaria que la historia de mostrado que es muy efectiva para gobernar y ganar elecciones.

Tampoco la UCR logró sanear su crisis interna para ofrecer una alternativa. El partido opositor se fragmentó. Un sector apoyó a Lavagna, pese a su pertenencia al PJ, otros se fueron con el oficialismo y pasaron a ser llamados "radicales K, siguieron a Carrió o armaron nuevas coaliciones como la que postuló al derechista y liberal Ricardo López Murphy.

Una vez en el llano, Kirchner se propuso rearmar el PJ de manera de dar un mayor sustento político a la gestión de su esposa. "El acuerdo entre Kirchner y Lavagna demuestra que para el oficialismo la táctica de asociarse con dirigentes radicales no resultó redituable", interpretó Carrizo.

La experta consideró que la idea de elegir a Julio Cobos, un dirigente radical, como compañero de fórmula de Fernández no aportó al gobierno los votos que esperaban de la clase media urbana. "Los votantes de Cristina fueron sectores urbanos de clase baja y el conservadurismo del interior", explicó.

Con Lavagna de nuevo en el redil, el oficialismo cree que recuperará a los sectores medios. Pero Carrizo tiene dudas al respecto. Los votantes de Lavagna pertenecen en su mayoría a la UCR, no son propios del candidato y, por lo tanto, esos apoyos podrían fugarse ahora hacia una eventual coalición opositora. "En este aspecto, aún cuando la dirigencia opositora se enojó y consideró este acuerdo como una traición de Lavagna a sus votantes y un intento de cooptación del gobierno, yo creo que el acercamiento Kirchner-Lavagna podría ser una oportunidad de renovación y resurgimiento de la UCR", anticipó Carrizo.

Al respecto, la politóloga entiende que la Coalición Cívica y la UCR no deben persistir en un discurso de centroizquierda, que es el que articula hoy el oficialismo, y deben buscar posicionarse más en el centro, y sobre todo recomendó ahora sí conseguir un candidato no justicialista, para evitar nuevas sorpresas.

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