SALUD: Europeos comen alimentos contaminados

Los alimentos consumidos a diario en siete países europeos contienen sustancias muy tóxicas, afirma un estudio realizado durante 10 años por la filial italiana del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).

La investigación descubrió los mismos contaminantes en animales y en tres generaciones de 13 familias, en 18 personalidades y en 14 editores de revistas que participaron y fueron analizados en el estudio.

La carne bovina, los pescados y los quesos fueron los alimentos más contaminados, con más de 60 sustancias tóxicas de 107 de origen industrial investigadas en Gran Bretaña, Finlandia, Suecia, Polonia, Italia, España y Grecia.

Compuestos usados en la industria del plástico, la electrónica y la cosmética, entre otras, son los causantes de la alarma.

Según el estudio Chain of Contamination – The Food Link (Cadena de contaminación – El vínculo alimentario), divulgado el 21 de septiembre por WWF Italia, la proporción de contaminantes varía entre 0,1 y 10 nanogramos por gramo de alimento. Un nanogramo representa la milmillonésima parte de un gramo.

"Estamos expuestos a grados bajos de contaminación. Sin embargo, estas sustancias son acumulativas. Y hay también un efecto cóctel, pues juntas pueden potenciar su capacidad tóxica. Por eso defendemos un uso más sustentable de estos productos", explicó la bióloga Eva Alessi, coordinadora científica de la campaña Detox de WWF Italia.

Sustancias prohibidas más de 20 años atrás en Europa fueron halladas en varios niños estudiados, quienes presentaron más contaminantes que sus madres.

"Este estudio es inédito, pues por primera vez se investigaron tres generaciones de una misma familia", destacó Alessi, una de las participantes del IV Foro Internacional para Periodistas sobre la Protección de la Naturaleza, organizado por la Asociación Cultural Greenaccord en esta comuna cercana a Roma, desde el miércoles hasta este sábado.

El principal objetivo del estudio es presionar al Parlamento Europeo, que debe votar en breve una legislación sobre Registro, Evaluación y Autorización de Químicos (Reach por sus siglas en inglés), para crear un sistema de información sobre sustancias químicas en el bloque y establecer un mecanismo estricto de control y seguridad.

Actualmente están en uso en Europa 30.000 sustancias químicas, de las 100.000 disponibles para uso comercial. Apenas desde 1981 fueron obligatorias las pruebas de toxicidad. Según Alessi, la mayoría de estos compuestos fueron lanzados al mercado antes de esa fecha sin una evaluación de sus riesgos para la salud humana y el ambiente.

Además de ser neurotóxicas, algunas de estas sustancias pueden causar cáncer o mutaciones genéticas en las nuevas generaciones. También provocan daños al sistema endocrino, afectando la función reproductiva. En el organismo, imitan a las hormonas, que son mensajeras químicas naturales, y alteran su producción.

En 2003, relató Alessi, fue hallado en el mar Mediterráneo un pez espada macho con características sexuales femeninas. La contaminación no tiene fronteras. Animales contaminados —osos polares, leones marinos, ballenas y pájaros— ya han sido encontrados por ambientalistas en el océano Ártico, donde no hay fuentes de emisión de esas sustancias.

Los ftalatos, un tipo de compuestos usados para flexibilizar los plásticos, son considerados responsables de daños al sistema reproductor masculino, como la disminución de la cantidad de esperma. Productos utilizados en la industria cosmética, como los almizcles artificiales, y los perfluorocarbonos de las cacerolas con teflón afectan asimismo la salud.

Las sustancias antiinflamables con que se fabrican los aparatos electrónicos, éteres de polibromobifenilos (PBDE, por sus siglas en inglés), son motivo de gran preocupación, señaló Alessi. De los tres tipos existentes de este grupo de compuestos —conocidos como Octa y Penta BDE— ya han sido prohibidos en Europa. Pero el Deca BDE aún está en uso. La ecologista asegura que hay soluciones menos tóxicas.

Asimismo, se necesita más control de los biocidas aplicados a los cascos de los navíos, como el tributilo de estaño o TBT (por sus siglas en inglés), pues causan enorme daño ambiental y acaban contaminando la fauna marina.

Todos estos compuestos no se degradan fácilmente y tienen una vida larga en los tejidos orgánicos. Su potencial de bioacumulación (de persistir en organismos vivos) depende de las propiedades de cada sustancia, y de factores ambientales y bióticos de esos organismos, como la edad, la cantidad de grasa, el metabolismo y la posición en la cadena alimentaria.

Según la bióloga Alessi, una alimentación rica en frutas y verduras ayuda a reducir los efectos nocivos de los contaminantes químicos alojados en otros alimentos y hasta en los utensilios domésticos, la vestimenta, los cosméticos, los productos de limpieza y las tinturas. Además, se recomienda consumir alimentos orgánicos, cultivados sin uso de agrotóxicos.

Mientras los europeos se preocupan cada vez más por la calidad de los alimentos que consumen, los países en desarrollo elevan de modo incesante el uso de plaguicidas y fertilizantes químicos en sus cultivos.

Para la cosecha 2003-2004, los países en desarrollo aplicaron 98,4 millones de toneladas de fertilizantes químicos. En el mismo período, las naciones ricas aplicaron menos de la mitad: 44,2 millones de toneladas. En 1997-1998, los volúmenes fueron 83 millones y 54 millones, respectivamente.

Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los países industriales usaban un promedio de 1,55 kilogramos de pesticidas por hectárea entre 1998 y 2000, lo que representó una reducción de 8,5 por ciento en comparación con la cantidad media aplicada entre 1989 y 1991.

Mientras, en las naciones en desarrollo se utilizaban 1,02 kilogramos por hectárea entre 1998 y 2000, lo que significó un aumento de 25 por ciento respecto de las cantidades aplicadas 10 años antes. Además, los productos menos tóxicos son los más costosos, y por tanto los menos usados en los países pobres.

Estos datos fueron presentados en el Foro por la directora del Programa de Agricultura, Alimentación y Ambiente de la estadounidense Tufts University, Kathleen Merrigan.

La investigadora estadounidense sostuvo que tres cuartos de las frutas y verduras consumidas por los niños en Estados Unidos contienen restos de agrotóxicos. El interés por la agricultura orgánica crece continuamente en ese país. Las ventas de estos alimentos aumentaron cerca de 20 por ciento en la última década. Es el sector agrícola que más crece, a pesar de que apenas 2,7 por ciento de los productores participan en este tipo de producción, sostuvo.

"Los cultivos orgánicos pueden producir más que los convencionales. Pero necesitan entre 12 y 15 años para alcanzar una buena productividad, según nuevos estudios realizados en Estados Unidos. No podemos comparar un sembradío químico con uno orgánico reciente", dijo Merrigan.

En su opinión, la humanidad se encuentra ante una encrucijada. O continúa el camino de la llamada "revolución verde", jugando con las sustancias químicas tóxicas en los alimentos, o toma el de la nueva revolución orgánica.

Los cultivos sin venenos, y sin organismos genéticamente modificados, tienen todas las condiciones técnicas para alimentar al mundo, concluyó.

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