VENEZUELA: Otro dilema opositor

La oposición política en Venezuela recorre el sinuoso camino de encontrar un abanderado para enfrentar al presidente Hugo Chávez, quien buscará la reelección el 3 de diciembre para un nuevo mandato sexenal y cuenta con viento a favor por el respaldo mayoritario de la población, según encuestas.

El mandatario y quienes lo respaldan se muestran como un bloque compacto y con una definición electoral resuelta, pues Chávez no tiene rivales en su propio campo, no oculta que desea gobernar por largo tiempo, y las encuestas conocidas a lo largo del año le asignan 55 por ciento o más de intención de voto en unos comicios presidenciales.

En cambio, sus adversarios están divididos entre quienes quieren acudir a elecciones y quienes prefieren la abstención; y entre quienes ponen el acento en las condiciones para votar, pues desconfían del poder electoral, y quienes prefieren hacer campaña y buscar mejores condiciones en el camino a diciembre.

Últimamente, los opositores se han dividido además entre quienes quieren escoger un candidato mediante elecciones primarias y quienes prefieren el consenso alrededor del más favorecido por las encuestas o por el análisis de sus condiciones para enfrentar a Chávez.

Nueve de los once aspirantes opositores aceptaron medirse en unas elecciones primarias organizadas por el grupo de tecnócratas Súmate, la cual se prevé para el 13 de agosto y estará abierta a todo el padrón electoral del país, de casi 15 millones de inscritos.
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Pero existen dudas acerca del éxito de esas primarias y de si acudirán sólo unas decenas o pocos cientos de miles de electores "porque muchos opositores no tienen motivación para participar, o nos les gustan los candidatos o tienen miedo de ser identificados como oponentes por quienes reparten los beneficios del Estado", comentó a IPS Luis León, director de la firma encuestadora Datanálisis..

El grupo de nueve aspirantes que se medirá bajo el paraguas de Súmate está encabezado por Julio Borges, joven abogado del partido centroderechista Primero Justicia, y por Manuel Rosales, un centrista que es gobernador del estado petrolero de Zulia, en el occidente.

Las encuestadoras Datanálisis, Keller y Consultores 21, las más conocidas del país, recogen en sus últimos sondeos entre siete y nueve por ciento de intención de voto tanto para Rosales como para Borges, alternándose uno sobre el otro.

Otros aspirantes, que recogen uno por ciento de intención de voto o ni siquiera aparecen en los sondeos, son el ex canciller socialdemócrata Enrique Tejera, el socialcristiano Omar Calderón, los disidentes del chavismo Pablo Medina y William Ojeda, el empresario Andrés Brito y el sindicalista Froilán Barrios.

Pero fuera de las primarias están el joven empresario Roberto Smith, quien se esfuerza por no ser identificado como opositor y recoge entre uno y dos por ciento de intenciones de voto, y Teodoro Petkoff, antiguo líder e ideólogo de la izquierda venezolana y quien tampoco ha logrado más de cuatro por ciento en las encuestas.

Pero Petkoff, quizá el más conocido de todos los aspirantes por su larga carrera política —fue guerrillero, disidente del comunismo y ministro de Planificación en el segundo gobierno del socialcristiano Rafael Caldera (1994-1999)— polemizó fuertemente con Súmate, acusándola de imponer condiciones arbitrarias para las primarias.

Súmate asoció la selección del abanderado con un compromiso de luchar por condiciones electorales que juzgue transparentes, pero Petkoff la acusó de "ejercer un autoritarismo como el de Chávez, cuando su papel debe ser meramente técnico, y las decisiones políticas deben estar en manos de los políticos y del candidato".

María Machado, portavoz de Súmate —centro de las críticas del gobierno desde que fue recibida el año pasado por el presidente George W. Bush en la Casa Blanca— replicó que las primarias "son el método preferido por la mayoría de la opinión pública y la posibilidad de mostrar cómo se puede organizar una consulta electoral limpia".

La oposición todavía duda que el sistema automatizado de votación que rige en el país garantice el secreto del sufragio, o si permite agregar o cambiar votos electrónicos, y además considera que el Consejo Nacional Electoral está parcializado porque cuatro de sus cinco miembros son pro-oficialistas.

Antes de que se fijase la fecha de la consulta opositora la semana pasada, los tres principales aspirantes, Borges, Rosales y Petkoff, mantenían un pacto para buscar un candidato unitario entre ellos por algún método, con las primarias como última opción.

León destacó que "la oposición dista mucho de ser homogénea, quizá sólo esté unida por su deseo de sacar a Chávez del poder, pero allí hay grupos desde extrema izquierda hasta extrema derecha con distintos intereses, objetivos y agendas".

En el horizonte se dibujaría una nueva victoria de Chávez "favorecido con una disposición de voto de 55 por ciento o más, mientras que sus opositores juntos no pasan de 20 por ciento en este momento", advirtió.

Saúl Cabrera, de Consultores 21, coincidió en que "el indicador de confianza en Chávez, que perfila la intención de voto en su favor, es de 54 por ciento, mientras que hasta 26 por ciento confía en algún opositor y 24 por ciento en ningún líder".

Entre quienes apoyan a Chávez, según Cabrera, 20 por ciento son incondicionales y el resto lleva una carga de condiciones, mientras que quienes respaldan a los líderes opositores de manera incondicional apenas suman seis por ciento de consultados.

Según las cifras de Keller, la popularidad de Chávez está en 58 por ciento, distinguiendo un 30 por ciento de respaldo claramente político y 28 por ciento "por razones transaccionales", es decir para hacerse con alguna prebenda del Estado.

En Venezuela, a diferencia de otros países de América Latina, la capacidad clientelista del Estado es muy elevada, comentó a IPS el encuestador Alfredo Keller, al extremo de que en estudios suyos de hace pocos años más de la mitad de los encuestados consideraban injusto trabajar tanto como lo hacían, pues habitaban un país muy rico.

Las encuestas de Datanálisis, Keller y Consultores 21 se realizan en los centros poblados de más de 20.000 habitantes, donde vive 80 por ciento de la población.

Otra encuestadora, Hinterlaces, que estudia las 15 principales ciudades y combina mediciones con grupos de discusión ("focus groups"), también cifró en 55 por ciento la intención de voto para Chávez, en tanto registró siete por ciento para Rosales, cinco para Borges, tres para Petkoff, dos para Smith y 17 por ciento para "alguien nuevo".

"El único candidato que puede enfrentar con algún margen de éxito a Chávez, según este estudio, es un 'outsider', alguien de fuera del actual cuadro político y que todavía no ha surgido", dijo a IPS el director de Hinterlaces, Oscar Schémel.

En su opinión, un amplio espectro de la población, hasta 49 por ciento, se puede ubicar en un espacio "ni-ni", pues no le gusta Chávez ni la oposición. En la otra mitad del país, 33 por ciento es claramente chavista y 16 por ciento opositor.

Por otra parte, Keller sostuvo que 72 por ciento de los encuestados ansían que surja un líder que pueda disputar el protagonismo a Chávez en la conducción del país, "lo que indica que muchos chavistas desean un opositor firme y fuerte, y habla bien de la solidez del cimiento democrático de los venezolanos".

Schémel dijo que en sus estudios, la población traslada a ese hipotético líder fortalezas que resumen sus valores, como que sea joven, humilde, que venga de abajo y haya sufrido, que tenga una oferta concreta de gobierno y se aparte de los extremos políticos.

Esa búsqueda, aunada a un rechazo generalizado a la gestión de gobierno por la mayoría de los encuestados —sobre todo en temas como manejo de la seguridad personal y desempleo— anima a los opositores a mantenerse en campaña, pese a las condiciones adversas, según Keller.

A partir de agosto habrá posiblemente uno o más candidatos opositores, y no se descarta que, faltando pocas semanas para los comicios, decidan dejar solo a Chávez en la contienda, si aprecian extremadamente desventajosos los términos de la competición o si un progreso de la tendencia abstencionista reduce sus posibilidades de recoger votos.

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