SRI LANKA: Con el miedo encima

El cartel con la imagen de un soldado en una congestionada esquina de la capital de Sri Lanka sintetiza el nerviosismo de todo el país, ante la evidencia del fracaso de la tregua vigente desde hace cuatro años entre el gobierno y los rebeldes tigres tamiles.

La leyenda que acompaña el cartel exhorta a los militares a no temer, y asegura que la nación le acompaña. Para los civiles que pasan por allí, es apenas otro recordatorio de que, con o sin cese del fuego, son de nuevo un posible blanco de ataque.

El temor cunde por doquier, aunque el gobierno de Sri Lanka y los insurgentes Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE) aseguran que continuarán cumpliendo el cese del fuego acordado en febrero de 2002 con mediación noruega.

Antes de la tregua, más de 65.000 personas habían muerto a lo largo de las dos décadas de violencia. Los Tigres libran la lucha armada para lograr un estado tamil separado en el norte y este de esta isla dominada por la etnia singalesa.

Pero la tregua fracasó desde que la ciudadanía eligió en noviembre un gobierno nacionalista singalés liderado por el presidente Mahinda Rajapkase. Desde diciembre murieron unas 700 personas —de las cuales 450 eran civiles, según la misión noruega— en violaciones al cese del fuego cometidas por ambas partes.
[related_articles]
Los intentos de revitalizar el diálogo fracasaron y se fijaron nuevas fechas para las conversaciones tras una ronda de de deliberaciones en Ginebra.

"Los civiles continúan viviendo con miedo. En el pasado reciente hubo muchas instancias en que los civiles fueron el blanco", dijo el portavoz de la misión, Thorfinnur Omarsson.

En un ataque el 3 de julio en el nororiental puerto de Trincomalee, explosivos escondidos en un trishaw (vehículo de tres ruedas a tracción humana) fueron detonados cerca de un puesto militar, justo cuando una fila de personas esperaban para pasar por él.

Seis personas, incluido un civil, murieron en el ataque. Investigaciones revelaron que el vehículo había estado estacionado en el lugar durante dos horas y que la bomba se detonó mediante control remoto. Los Tigres negaron cualquier responsabilidad en estos hechos.

El 15 de junio, 64 personas murieron y otras 75 resultaron heridas cuando el autobús en el que viajaban chocó con una mina antipersonal en la norcentral localidad de Kepethigollawa.

La otrora congestionada carretera donde se registró el ataque está ahora virtualmente desierta, con apenas un viaje en autobús diario.

Los Tigres también se quejaron de que civiles tamiles son tomados como blanco por fuerzas del gobierno. En efecto, los insurgentes impusieron el cese de toda violencia contra civiles tamiles en el norte y este de Sri Lanka como condición para reanudar las negociaciones.

"El gobierno debe detener de inmediato todas las atrocidades contra los tamiles a manos de las fuerzas de seguridad y organizaciones paramilitares", escribió el jefe político de los Tigres, S. P. Tamilselvan, en una carta a Rajapakse.

Tras una escalada de atentados en Colombo, el ejército debió reintroducir estrictas medidas de seguridad, que alcanzaron los niveles anteriores a la tregua tras el asesinato del tercer jerarca del ejército, general Parami Kulathunga, en un ataque suicida el 26 de junio, según admitió el Ministerio de Defensa.

Se aumentó el personal en los puestos de control en los puntos de ingreso a la ciudad y el paso de vehículos y personas en áreas dominadas por los Tigres está sujeto a un minucioso registro.

Pero la inutilidad de estos ejercicios luego del último atentado en Trincomalee.

"Hay tensión y ansiedad cuando uno ve tanta seguridad en la ciudad, la cual se ha vuelto ahora una necesidad a causa de los ataques", dijo Lakshmaindre Fernando, representante de una compañía de computación.

Hace dos semanas, el pánico se extendió por todo el país, cuando cicruló el rumor de que los Tigres estaban decididos a atacar escuelas.

El pánico se apoderó de los padres, que corrieron en busca de sus hijos. Ahora el gobierno puso en práctica nuevas medidas de seguridad en las escuelas, que incluyen la instalación de detectores de metales y la revisión de todos los estudiantes.

A comienzos de esta semana, la Oficina de Inmigración y Emigración en Colombo fue evacuada por una amenaza de bomba, aunque un registro posterior no detectó objetos sospechosos.

Más de 1.000 personas que se encontraban allí fueron evacuadas y el edificio acordonado.

También se reportaron amenazas de bomba cerca del principal hospital del país y en la sede del Banco Nacional de Ahorros.

"Esto es muy malo para los negocios. La confianza es baja, todo se mueve en cámara lenta, desde los departamentos del gobierno hasta las escuelas", dijo Fernando.

Si la seguridad es estrecha en la capital, lo es aún más en el norte y en el este. Los registros casa por casa y la revisión de los autobuses se volvieron frecuentes en la septentrional península de Jaffna, bastión de los tamiles.

"Por supuesto, no nos gusta que el ejército venga y revise las casas. Obviamente, nos sentimos incómodos y nos preguntamos qué vendrá después. Pero no los podemos culpar. Ellos hacen su trabajo", opinó S. Priya, tamil residente en Jaffna.

Quienes ya no pueden soportar el acoso y la tensión simplemente se subieron a botes de pesca o a cualquier aparato disponible y huyeron a través del estrecho de Palk hasta la costa de India. Más de 4.000 personas hicieron ese cruce desde enero, según Nueva Delhi.

Colombo ordenó a la marina de guerra frenar el éxodo. Varias decenas de civiles que intentaban ingresar en aguas territoriales indias fueron atrapados y entregados a la policía por violar leyes de emigración.

En Kilinochchi, centro político de los Tigres, los civiles construyeron búnkeres subterráneos para protegerse de ataques aéreos. El gobierno bombardeó aparentes campamentos de los Tigres en represalia tras el fallido intento de asesinato en abril contra un jefe del ejército, general Sarath Fonseka.

Todo esto hizo que la mayoría de los srilankeses sientan que el país retornó a los días de violencia desenfrenada. "Vivimos esto durante 20 años, supongo que se volvió parte de la vida", dijo Fernando.

"Continuamos cavando búnkeres pese a la relativa calma. Esperaremos y veremos qué ocurre. Estamos prontos para cualquier cosa", dijo V. Muruhan en Kilinochchi.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe