MÉXICO-AMÉRICA CENTRAL: Tormentas que matan con aviso previo

«Se dijo, se advirtió», son algunas de las expresiones de los expertos y activistas en ambiente al referirse a los daños causados esta semana por las tormentas que golpearon el sur de México, Guatemala, El Salvador y Nicaragua, con un saldo primario de más de 160 personas muertas.

Es que la devastación se registró sobre todo en zonas donde la cubierta vegetal fue previamente destruida.

Aún antes de hacer evaluaciones, "podemos decir ya que habrá una coincidencia entre las zonas más afectadas con las más deforestadas y degradadas", dijo a IPS el jefe de Recursos Naturales de la oficina para América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), Julio Calderón.

La mayoría de las muertes provocadas por la tormenta tropical Stan, que se formó en la zona del golfo de México el fin de semana pasado y estuvo precedido por lluvias moderadas, se produjo por desprendimientos de tierras, lo que enterró a cientos de viviendas o las arrojó a barrancos.

Además, muchos ríos y arroyos se desbordaron precisamente por lugares donde la vegetación había sido antes destruida.

Autoridades de Guatemala reportaron 79 muertos por las lluvias y las consiguientes inundaciones, las de El Salvador 62, México nueve y las de Nicaragua 11. En cuanto a damnificados la cifra supera los 80.000.

Los gobiernos de los países afectados declararon en emergencia a las zonas devastadas y se volcaron a brindarles ayuda.

Calderón señaló que, aunque la tormenta Stan no llegó a tener la fuerza de huracanes como Katrina, que en agosto golpeó el sur de Estados Unidos dejando más de 1.000 muertos, su capacidad de daño fue importante, pues se trató de un fenómeno "estacionario y continuo", que tarda más tiempo en disiparse.

El experto del Pnuma, cuyas oficinas para América Latina y el Caribe están en México, declaró que los países de la región han sido advertidos en múltiples ocasiones que la capacidad destructiva de los fenómenos naturales se multiplica cuando el ambiente ha sido previamente deteriorado.

Los ambientalistas recuerdan que la vegetación, ya sea en forma de árboles, manglares o matorrales, son efectivas barreras naturales frente a los vientos, oleajes y crecidas de ríos. Además, la tierra sobre la que se levantan, tiene mayor capacidad de absorción de agua, que una árida o degradada.

Pero parte de la cobertura vegetal del sur de México y de los países de América Central, ahora afectados por inundaciones y torrenciales lluvias, ha ido desapareciendo debido a la expansión de zonas urbanas, agrícolas y ganaderas, así como por la construcción de caminos y otras obras de infraestructura.

La organización internacional ambientalista Greenpeace señaló que los daños registrados en el estado mexicano de Chiapas, fronterizo con Guatemala, se multiplicaron debido a la previa destrucción de los manglares y a la deforestación. En ese estado sureño, las lluvias dejaron seis muertos, 40.000 damnificados y unas 2.000 casas totalmente destruidas.

"Las inundaciones ocasionadas ponen de manifiesto una vez más que la degradación de los manglares y la deforestación aumentan la vulnerabilidad a huracanes, inundaciones y otros fenómenos climáticos", apuntó el grupo.

Diversos estudios indican que 76 por ciento de la cobertura forestal original de Chiapas está degradada.

Los eventos relacionados al clima, como inundaciones, huracanes y tormentas, fueron la segunda causa de muerte por desastres de origen natural en América Latina y e Caribe en las últimas tres décadas, según datos aportados por el Pnuma.

"Aunque parezcan golpear sin previo aviso, los desastres son predecibles en diversos grados y sus efectos dependen de la vulnerabilidad ambiental y humana", reza el documento "Geo, América Latina y el Caribe", editado por esta agencia de la Organización de las Naciones Unidas.

La vulnerabilidad humana es elevada en los nueve estados del sudeste mexicano y en Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá, una extensión de un millón de kilómetros cuadrados, donde habitan 64 millones de personas.

Tal zona está marcada por la pobreza. De cada 1.000 niños nacidos vivos, entre 20 y 40 mueren antes de cumplir los cinco años, y 25 por ciento de la población infantil está desnutrida.

Además, 20 por ciento de los habitantes son analfabetos, y cerca de 14 por ciento de los niños menores de cinco años tienen bajo peso y baja talla debido a la falta de alimento adecuado, indican investigaciones realizadas en el marco del llamado Plan Puebla-Panamá, un proyecto intergubernamental que busca el desarrollo conjunto de esa región.

Es esta zona una de las más afectadas por las tormentas tropicales y huracanes que se forman cada año entre junio y noviembre en la parte central del continente americano.

Las tormentas tropicales y su pariente mayor, el ciclón —que en América es llamado huracán—, se forman cuando aumenta la temperatura del agua de los océanos en latitudes cercanas a los trópicos.

De forma previa a la temporada, todos los países activaron sus sistemas de prevención y alarma, pero aún así, ahora varios ya cuentan por cientos a sus muertos y damnificados.

La región se ha preparado de mejor forma para enfrentar los fenómenos naturales, pero aún falta mucho por hacer, sobre todo en materia de prevención, y ése es un asunto importante, señaló el jefe de Recursos Naturales de la oficina del Pnuma.

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