ROMA – En medio de las verdes colinas y los remotos rincones de las regiones rurales de Vietnam, el crecimiento que ha transformado la economía en esta parte del sudeste asiático en las últimas décadas puede ser difícil de percibir.
La desnutrición de los niños y niñas sigue dando lugar a un retraso en el crecimiento, incluso en las ciudades, donde el sobrepeso/obesidad también va en aumento.
Los datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) muestran que casi 10 % de la población de Vietnam vive en la pobreza, lo que se refleja en las tasas de desnutrición y el retraso en el crecimiento.
Los pequeños agricultores suelen ser considerados los más expuestos a la pobreza y la inseguridad alimentaria.
Pero como resultado del cierre de actividades para contener la covid-19 en Vietnam se incrementó en forma asombrosa el desempleo, que podría haber sumido en la pobreza hasta cinco millones de personas en las zonas urbanas, especialmente a los muchos que tienen trabajos precarios en el sector informal.
No han faltado ejemplos de reacción de la sociedad civil ante las emergencias provocadas por el cierre de las actividades para controlar los contagios de covid.
El empresario vietnamita Hoang Tuan Anh, según informan medios vietnamitas, llegó a crear una red de dispensadores automáticos de arroz para los pobres que sufrieron la reducción de los ingresos familiares durante la pandemia, distribuyendo miles de toneladas del cereal básico en la dieta del país.
Otras iniciativas privadas similares han promovido auxilio alimentario en los barrios pobres.
Pero se trata de pequeños paliativos para un problema más profundo y general, como es la malnutrición en este país del sudeste asiático de más de 98 millones de habitantes, que solo pueden abordarse a gran escala.
La seguridad alimentaria, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se produce cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico, social y económico a los alimentos, que son seguros y se consumen en cantidad y calidad suficientes para satisfacer sus necesidades dietéticas y sus preferencias alimentarias.
Además, esos alimentos deben estar respaldados por un entorno de saneamiento, servicios sanitarios y cuidados adecuados, que permiten llevar una vida sana y activa.
Por lo tanto, una alimentación adecuada no solo depende de la cantidad, sino también de la calidad de los nutrientes.
En 2015, el gobierno vietnamita lanzó un programa de acción para el Desafío del Hambre Cero y, en 2018, el primer ministro Minh Chinh firmó la Decisión Nº 712 / QD-TTg sobre el Plan de Acción Nacional de Hambre Cero, destinado a abordar la mala nutrición, a fin de cumplir el dos de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030.
La Alianza de Bioversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) junto con el Instituto Nacional de Nutrición, la Academia de Ciencias Agrícolas de Vietnam y otros socios nacionales e internacionales han apoyado al gobierno en este esfuerzo a largo plazo.
Para ello esos aliados han proporcionado soluciones basadas en la investigación para aprovechar la biodiversidad y transformar la agricultura, los sistemas alimentarios para dietas más saludables, de acuerdo con su mandato.
En colaboración con la Academia de Ciencias Agrícolas de Vietnam y la Oficina de Hambre Cero del Ministerio de Agricultura, el Instituto Nacional de Nutrición y el Ministerio de Sanidad, y en contacto con agentes públicos y privados, los aliados han aportado conocimientos tecnológicos al proyecto de agricultura sensible a la nutrición en el marco de Hambre Cero.
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Tras varios años de investigación e identificación de problemas y factores sociodemográficos, el Plan de Hambre Cero se dispone a continuar su fase piloto y a preparar su fase de implementación. Las expectativas son altas para una transición hacia dietas más saludables y una mejor nutrición destinada a abordar tanto la desnutrición como la sobrealimentación.
La Alianza Bioversity desempeño un papel activo en los preparativos de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas, celebrada el 23 de septiembre. El objetivo de la Alianza será recordar a todos los representantes de la industria alimentaria, especialmente a las grandes empresas, y a todas las partes interesadas, que la mejor manera de combatir el hambre es a través de la diversidad y la sostenibilidad.
El mensaje clave es que solo el aumento de la conservación y la agrobiodiversidad puede garantizar los tipos de alimentos que son resistentes a los cambios bruscos de clima, las pandemias y un planeta apto para la vida en general.
Los índices de desnutrición en Vietnam han disminuido en los últimos años y las olas de hambruna con alimentos estrictamente racionados pertenecen, afortunadamente, al pasado.
Sin embargo, los recuerdos de lo que hizo que la falta de alimentos fuera normal siguen siendo vívidos.
Ahora que los patrones climáticos han alterado los logros recientes y que la covid ha acelerado la crisis, hay una mayor conciencia política de que los sistemas alimentarios tienen que someterse a una drástica revisión.
Tuyen Huynh, coordinador nacional del Programa de Investigación para la Nutrición y la Salud del Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional (GCIAI), citó como ejemplo que el río Mekong, fundamental para gran parte de la agricultura y el transporte del país, es uno de los ecosistemas clave que más riesgo corre.
Ello, explicó, porque el sistema fluvial es cada vez más inestable.
Cuando el clima cambia de forma tan imprevisible respecto a lo que solía ser y los acontecimientos se vuelven más extremos, resulta más difícil decir que cultivaremos esto porque el tiempo es así, detalló. La salinización del agua, añadió, afecta cada vez más al cultivo del arroz, ya que empobrece la calidad del suelo y los nutrientes.
La investigación sobre los perfiles de los sistemas alimentarios demostró que las estrategias para hacer frente a la inseguridad alimentaria deben aplicarse tanto en los entornos urbanos como en las zonas rurales. En todo el país, y especialmente en las zonas montañosas y en invierno, algunas carnes y verduras son difíciles de conseguir para los pobres.
La Alianza se ha centrado en el vínculo entre la agricultura y los modelos de nutrición y se ha asegurado de que los agricultores puedan comunicar sus puntos de vista apoyando técnicamente al gobierno en las encuestas y directrices utilizando las diferentes lenguas que se hablan en todo el país.
En lugar de presionar para aumentar simplemente la producción de alimentos como tal, los gobiernos, los agricultores y los productores tienen que pensar en cómo proporcionar alimentos más diversificados y saludables, así como mejorar la calidad de los nutrientes en los alimentos.
Es una transformación que se espera como resultado de adoptar una perspectiva local de los sistemas agrícolas.
El reto en Vietnam es hacer llegar alimentos sanos tanto a los entornos urbanos como a los rurales.
Los fertilizantes y pesticidas químicos pueden agravar las deficiencias de los sistemas alimentarios, fomentando el monocultivo, la falta de adaptabilidad y la falta de respuesta. Y el importantísimo vínculo entre los alimentos, la gente y su cultura también corre el riesgo de romperse.
«El arroz es el principal alimento básico en Vietnam. Exportamos principalmente arroz y fruta, que no están disponibles en algunas montañas remotas en determinadas estaciones, por lo que en invierno a menudo no hay suficientes alimentos”, dijo Truong Mai, vicedirector del Instituto Nacional de Nutrición del país.
“El agua y el saneamiento son también un problema muy importante en las zonas remotas”, añadió, subrayando que la seguridad alimentaria no puede abordarse de forma aislada.
T: MF / ED: EG