Éxodo venezolano: el Sur da ejemplo de acogida a desplazados

Una familia venezolana, cargada con unas pocas pertenencias, cruza el puente Simón Bolívar en la frontera hacia Colombia. Al paso de los años, la migración se hizo cada vez más masiva de personas con necesidades básicas insatisfechas. Foto: Siegfried Modola/Acnur

CARACAS – El éxodo de más de cinco millones de venezolanos en los últimos seis años ha permitido que en países del Sur, los vecinos de Venezuela, se construyan ejemplos de acogida e inserción de poblaciones desplazadas con beneficios compartidos para los recién llegados y las naciones que los reciben.

En la región “hay un laboratorio viviente, en donde sí están funcionando esfuerzos de inserción y absorción. Los recién llegados convierten en un aporte a las comunidades y naciones de acogida lo que se veía como una carga”, dijo a IPS Eduardo Stein, responsable del mayor programa de asistencia a los desplazados venezolanos.

De Venezuela han salido, principalmente hacia países vecinos, 5 650 000 personas como migrantes, desplazados o refugiados, según cifras hasta este julio de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

“Es la crisis de migración más grande en la historia de América Latina”, dijo por teléfono Stein, desde su oficina en Ciudad de Guatemala de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes venezolanos (R4V), creada por Acnur y la OIM en alianza con otras 159 entidades diversas que trabajan en toda la región.

Colombia, el vecino con una histórica relación más intensa, destaca por recibir flujos diarios de centenares e incluso miles de venezolanos, que ya suman casi 1,8 millones en su territorio, y por disponer para ellos un Estatuto de Protección Temporal que les otorga documentación y acceso a empleos, servicios y disfrute de otros derechos.

De la acogida y auxilio a los desplazados es ejemplo la colombiana Fundación Renacer, que ha asistido a miles de niños, niñas y adolescentes sobrevivientes de explotación sexual comercial y de otros tipos de violencia sexual y de género.

“Hay un laboratorio viviente, en donde sí están funcionando esfuerzos de inserción y absorción. Los recién llegados convierten en un aporte a las comunidades y naciones de acogida lo que se veía como una carga”: Eduardo Stein.

Renacer, con activistas como Mayerlin Vergara, merecedora en 2020 del premio anual Nansen que otorga Acnur a socorristas destacados, rescata niñas y jóvenes incluso de prostíbulos y bares donde son forzadas a explotación, sexual o laboral, a menudo por redes de trata que capturan a las migrantes más vulnerables.

“En el conjunto de la sociedad colombiana ha habido un proceso de comprensión, después de que durante varias décadas del siglo XX tuvimos el fenómeno al revés, de desplazados por la violencia y crisis en Colombia acogidos en Venezuela”, dijo a IPS Camilo González, presidente del colombiano Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz.

Al iniciarse la gran oleada migratoria, en 2014-2015, “muchos venezolanos fueron tomados como mano de obra a mitad de precio por empresarios, como algunos cosechadores de café y otros en las grandes ciudades, pero esa situación ha evolucionado, aún con el freno de la pandemia”, según González.

Stein mencionó el positivo ejemplo de los exportadores de flores de Colombia, que emplearon a muchas mujeres venezolanas en labores de corte y embalaje del producto, una labor que no precisaba de mucho tiempo de formación.

El coordinador de R4V, quien fue vicepresidente de Guatemala entre 2004 y 2008 y ha ostentado diferentes cargos internacionales, observó que en una primera fase los países receptores apreciaron la llegada de  venezolanos “altamente preparados, profesionales muy bien formados”.

Indígenas yukpa venezolanos se registran al llegar a un puesto fronterizo en Colombia. La legalización y documentación de los migrantes dispuesta por el Estado colombiano permite a los migrantes acceder a servicios y ejercer derechos en el país vecino. Foto: Johanna Reina/Acnur

“Un ejemplo puede ser el millar de ingenieros venezolanos que llegaron a Argentina y fueron integrados a actividades productivas en cuestión de semanas”, señaló.

Pero, puntualizó, “los venezolanos que siguieron abandonando su país dejaron de ser de un nivel profesional y su perfil cambió a gente con necesidades básicas insatisfechas muy grandes, sin una gran formación pero con destrezas básicas, y las fronteras siguieron abiertas, recibiendo respuestas realmente muy generosas”.

En algunos casos “la llegada de esta migración irregular, indocumentada, fue vinculada con hechos de violencia, de violaciones a las leyes, lo que creó una tensión interna”, reconoció.

En el caso de Colombia “ha sido impresionante recibir a casi dos millones de venezolanos, en un  país de 50 millones de habitantes de los cuales 40 por ciento vive en la pobreza”, observó a IPS Iván Briscoe, responsable regional del observatorio de conflictos International Crisis Group, basado en Bruselas.

Colombia sigue asaeteada por dramas sociales, como mostraron las protestas callejeras escenificadas desde abril, “y por ello el estatuto, una medida generosa del gobierno del presidente Iván Duque, no garantiza que los migrantes venezolanos  accedan a los servicios sociales que puedan demandar”, afirmó Briscoe.

La presencia de los venezolanos “significa un sobrecosto de 100 millones de dólares anuales solamente sobre los servicios de salud”, apuntó González, uno de los consultados por teléfono desde la capital colombiana.

En ese contexto pudieron manifestarse expresiones de xenofobia, como diversos medios interpretaron declaraciones de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, quien tras un crimen cometido por un venezolano planteó la conveniencia de deportar a los nacionales del país vecino que se considerasen indeseables.

También hubo manifestaciones contra la presencia de venezolanos en Ecuador, Panamá y Perú, dónde la política del presidente electo Pedro Castillo hacia el millón de migrantes todavía es una incógnita, así como deportaciones desde Chile y Trinidad y Tobago, y nuevos obstáculos a su arribo a las vecinas islas neerlandesas.

“No todo ha sido color de rosa”, admitió Stein, “pues sigue habiendo problemas, muy complejos, como los riesgos que, entre expresiones de xenofobia y el peligro de la trata, deben atravesar las migrantes niñas y mujeres jóvenes más vulnerables”.

Sin embargo, el coordinador de R4V consideró que “ya hemos entrado en una nueva fase, más allá del auxilio inmediato que se pueda y deba prestar al que apenas llega, y es la de la inserción e integración productiva o educativa en las comunidades”.

Migrantes favorecidos por la operación Acogida, de Brasil, donde hay más de 260 000 venezolanos, realizan compras en un mercado de su mayor urbe, São Paulo. Foto: Mauro Vieira/MDS-Acnur

En toda la región “hay núcleos que han visto que los migrantes representan una atracción de inversiones, de oportunidades laborales y productivas para las propias comunidades de acogida”.

Otro ejemplo lo da Brasil, con su operación Acogida, que incluye un programa para interiorizar o dispersar, en su vasto territorio, a venezolanos que ingresaron por la frontera norte y se asentaron primero, precariamente, en ciudades del estado Amazonas.

A Brasil han llegado más de 260 000 venezolanos –entre ellos unos 5000 indígenas  waraos, del delta del Orinoco, y parecido número de pemones, cercanos a la frontera- y cerca de 50 000 han sido reconocidos como refugiados por el gobierno brasileño.

Es apenas el séptimo país con población venezolana, superado por Colombia, Perú, Estados Unidos, Chile, Ecuador y España, y escoltado por Argentina, Panamá, República Dominicana y México.

En toda la región se han multiplicado las organizaciones no solo de socorro sino de activa búsqueda de inserción de los venezolanos, incluso con ellos mismos en el papel de líderes, como ha sido el caso de la fundación Fundacolven en Bogotá.

“Actuamos en un doble frente, pues primero motivamos a empresarios para que tomen a trabajadores que como inmigrantes vienen dispuestos a dar ´una milla extra´”, dijo el venezolano Mario Camejo, uno de los directivos de Fundacolven.

En cuanto a los migrantes, “les ayudamos a prepararse y pulir sus destrezas para que puedan encarar con éxito su búsqueda e ingreso a un empleo estable, si ya ´quemaron sus naves´ y no están dispuestos a regresar”, agregó.

Sobre ese punto, Stein comentó que la creciente inserción de venezolanos “muestra cómo puede evolucionar esta crisis sin que implique una solución interna en Venezuela”, un país cuya población proyectada según el censo de hace 10 años debía ser 32,9 millones y ronda ahora los 28 millones.

Con base en encuestas en varios países, el responsable de R4V indicó que “la mayoría de las personas venezolanas que han migrado y se han asentado en estos países de acogida no tienen voluntad de querer devolverse en el corto plazo”.

Julio Meléndez es un joven venezolano que ha conseguido empleo en la distribución de alimentos en un hospital en Cali, oeste de Colombia. La inserción laboral es clave para la inserción de los migrantes en las comunidades de acogida. Foto: Laura Cruz Cañón/Acnur

Les favorece que, según Filippo Grandi, el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, los países de la región “son un ejemplo, y el resto del mundo puede aprender mucho sobre la inclusión e integración de refugiados en América Latina y el Caribe”.

En el norte de la región, México lidia con su cuádruple migración. En primer lugar la de origen, pues 12 millones de mexicanos viven en Estados Unidos, y la de tránsito, al ser cada año territorio de paso para centenares de miles de migrantes, mayormente centroamericanos, pero en años recientes también caribeños, venezolanos y africanos.

 

Una tercera es la de reflujo, pues Estados Unidos devuelve a territorio mexicano a centenares de miles de personas que cruzan su frontera sur, indebidamente según sus leyes y normas incluso para refugiados y solicitantes de asilo. Y la cuarta, que es la menos publicitada: México alberga a más de un millón de migrantes y refugiados que han optado por establecer su hogar en ese país.

Grandes receptores de refugiados y solicitantes de asilo en otras regiones son Turquía, en el Mediterráneo oriental, que acoge a 3,7 millones (92 por ciento sirios), y, con 1,4 millones de desplazados cada uno, Pakistán (recibe afganos) y Uganda (refugiados de la República Democrática del Congo y otros vecinos).

En Sudán hay un millón de refugiados, Bangladesh, Irán y Líbano acogen a 900 000 cada uno, mientras en el Norte destacan los casos de Alemania, que recibió 1,2 millones de refugiados del Medio Oriente, y Estados Unidos, que tiene 300 000 refugiados pero un millón de solicitantes de asilo en su territorio.

ED: EG

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