El cambio climático es más mortal que el coronavirus

El cambio climático es más grave que el coronavirus. Las epidemias de dengue, el hambre, las inundaciones o los incendios que castigan a muchos países de América Latina y África están asociados al cambio climático
Piezas de hielo flotando en el Canal Príncipe Gustavo, en la Antártida, donde antes existían plataformas de hielo de más de 28 kilómetros. Foto: Gonzalo Javier Bertolotto Quintana/OMM

Millones de personas ven afectadas cada año su salud, hogar y alimentación como consecuencia del calentamiento global, trágico además para la biodiversidad, por lo que altos responsables de la ONU consideran al cambio climático más letal que la pandemia de coronavirus esparcida sobre el paneta.

«El coronavirus es una enfermedad que esperamos que sea temporal, con impactos temporales, pero el cambio climático ha estado allí por muchos años, se mantendrá por muchas décadas y requiere de acción continua», afirmó el secretario general de la ONU (Organización de Naciones Unidas), António Guterres.

Para el secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Petteri Taalas, “el virus tendrá un impacto económico a corto plazo, pero las pérdidas serán masivas si pensamos en el calentamiento global. Estamos hablando de un problema de mayor magnitud, con consecuencias mucho más graves en la salud de las personas y en nuestras sociedades”.

El informe sobre el estado mundial del clima, presentado por Guterres  y Taalas el martes 10, muestra la fuerza con la que el cambio climático golpea la vida de millones de personas y llama la atención sobre la necesidad de que los gobiernos se aboquen a cumplir sus compromisos ambientales y movilicen recursos para mitigar el calentamiento global.

La epidemia de dengue que el año pasado azotó a Brasil, Colombia, México y Nicaragua, el hambre que castiga a millones de personas en Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán y Sudán del Sur, las inundaciones en Argentina y Uruguay o los incendios en Bolivia, Brasil y Venezuela están asociados al cambio climático.

Igualmente los incendios que afectaron hasta 70 por ciento de los cultivos en zonas de América Central, o el tifón Idai, que contribuyó a la destrucción completa de 780 000 hectáreas de cultivos en Malawi, Mozambique y Zimbabwe, socavando todavía más la precaria situación de seguridad alimentaria en África oriental.

En un área tradicional de huracanes, el Caribe, el ciclón Dorian fue intenso y lento, tocó tierra en Bahamas como huracán de categoría cinco, destrozando infraestructura y hogares.

Australia padeció gigantescos incendios y en las regiones polares hubo una enorme pérdida de hielo: en Groenlandia, 319 000 millones de toneladas (la media anual en la última década era de 260 de esas gigatoneladas) y los glaciares en la Antártida se reducen constantemente.

Como resultado, hay un crecimiento en los niveles de los océanos, cada vez más cálidos y más acidificados, con consecuencias nefastas para las poblaciones costeras, la vida marina y la pesca.

Guterres ha insistido: “El calor del océano está en un nivel récord, con temperaturas que aumentan al equivalente de cinco bombas de Hiroshima por segundo. Contamos el costo en vidas y medios de vida humanos a medida que las sequías, los incendios forestales, las inundaciones y las tormentas extremas cobran su precio mortal”.

“No tenemos tiempo que perder si queremos evitar una catástrofe climática”, dijo el secretario general de las Naciones Unidas.

Agregó que en la 26 Conferencia de las Partes (COP26) sobre  cambio climático, prevista para septiembre en la ciudad británica de Glasgow, el éxito dependerá de que los países, el sector privado y la sociedad civil demuestren que están tomando medidas significativas para reducir las emisiones de carbono, aumentar la resiliencia de las comunidades al cambio climático y movilizar, desde los países industrializados, recursos del orden de los 100 000 millones de dólares anuales.

A-E/HM

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