Cosechando lluvia para mitigar las sequías en noreste argentino

La joven Jésica Garay, estudiante de magisterio y madre de un bebe, saca agua de lluvia de la cisterna familiar instalada al lado de su humilde vivienda, en el municipio rural de Corzuela, en la provincia de Chaco, en el norte de Argentina. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS
La joven Jésica Garay, estudiante de magisterio y madre de un bebe, saca agua de lluvia de la cisterna familiar instalada al lado de su humilde vivienda, en el municipio rural de Corzuela, en la provincia de Chaco, en el norte de Argentina. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS

En una semiárida región de la provincia del Chaco, en el noreste de Argentina, los campesinos incorporaron a su cultura una técnica simple para disponer de agua durante las recurrentes sequías: “cosechan” la lluvia y la almacenan en una cisterna, en el marco de un proyecto de adaptación al cambio climático.

Llueve en Corzuela, un pequeño paraje rural que engloba unos 10.000 habitantes desperdigados por su territorio, ubicado a 260 kilómetros de Resistencia, la capital provincial, y los enlodados caminos vecinales a veces impiden el paso.

Pero no es siempre así en esta región argentina donde como resume Juan Ramón Espinoza “cuando no llueve no llueve nada, y cuando llueve, llueve demás”.[pullquote]3[/pullquote]

“Siempre faltó agua pero cada año va peor. Hay temporadas que en cuatro o cinco meses no cae una gota de agua”, contó a IPS el agricultor.

Los vecinos del municipio de Corzuela atribuyen la intensificación de las sequías a los “desmontes” (tala de árboles) como consecuencia de los monocultivos que llegaron a esa zona con el nuevo siglo.

“Nos comenzaron a invadir con plantaciones de soja. Hay mucho desmonte. Vienen, meten la topadora en 4.000 o 5.000 hectáreas con la topadora tumban todo. No dejan un solo árbol”, relató.

Un causante local al que se suman los efectos globales del cambio climático, extendiendo e intensificando las sequías.

Los expertos lo llaman “déficit hídrico” que los campesinos de estos parajes traducen como falta de agua para beber, bañarse, lavar y cocinar alimentos, además de regar sus huertas.

“Medio día perdíamos seguro de ir y volver, llenar los tachos y los tanques con agua para poder lavar, cocinar, y bañarse”, recordó Graciela Rodríguez madre de 11 hijos, que la acompañaron tantas veces en esa tarea.

“Ahora si estás en tu casa y necesitás agua, vas y la sacás de tu propia casa nomás”, celebra a IPS la campesina, quien cuenta que ahora usa el tiempo que le quedó libre para hacer pan, limpiar la casa y cuidar a sus nietos.

La solución era construir cisternas para recolectar y almacenar agua de lluvia. Pero los campesinos no tenían recursos ni tecnología para implementar ese sistema.

En la actualidad, unidos en asociaciones vecinales, reciben esos recursos a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en el marco del Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) del Fondo para el Medio Ambiente Mundial.

El proyecto se ejecuta localmente con el asesoramiento técnico del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta), para la construcción de las cisternas con cemento, ladrillos, arena, hierro y piedra, y del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti), para la capacitación para la seguridad e higiene del agua almacenada.

“Este proyecto viene a solucionar un problema local muy acuciante que es el problema de la escasez de agua en la región. La solución es aprovechar los momentos de lluvia para recolectar y almacenar agua, para los momentos de escasez  hídrica”, resumió María Eugenia Combi, del PPD.

El campesino José Ramón Espinoza, al lado de una recién construida cisterna comunitaria para recoger el agua de lluvia, que permitirá a un grupo de familias mitigar las recurrentes sequías en Corzuela, un paraje rural de la norteña provincia de Chaco, en el norte de Argentina. El tanque subterráneo fue aportado por el Programa de Pequeñas Donaciones. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS
El campesino José Ramón Espinoza, al lado de una recién construida cisterna comunitaria para recoger el agua de lluvia, que permitirá a un grupo de familias mitigar las recurrentes sequías en Corzuela, un paraje rural de la norteña provincia de Chaco, en el norte de Argentina. El tanque subterráneo fue aportado por el Programa de Pequeñas Donaciones. Crédito: Fabiana Frayssinet/IPS

Un primer programa en el área se ejecutó entre 2013 y 2015, cuando se construyeron cinco cisternas comunitarias, que beneficiaron a 38 familias. Un segundo proyecto comenzó en marzo de este año, para construir otras cinco cisternas comunitarias y otras 30 familiares.

La tecnología, es simple y de bajo costo. Se adaptan los techos de los “ranchos” (viviendas rurales precarias), y se construyen canaletas que conducen el agua hasta las cisternas familiares, con capacidad de hasta 16.000 litros, o comunitarias, de hasta 52.000 litros.

“Una vez que los beneficiarios se capacitan en la construcción de las cisternas, estas se puede replicar y construirlas en cada casa”, explicó la técnica a IPS.

Tradicionalmente, en esta región la principal fuente de aprovisionamiento de agua para consumo humano y productivo (ganadería menor y pequeños huertos), es el agua subterránea de algunos pozos familiares.

Pero como explica a IPS la asesora técnica del programa, Gabriela Faggi, del Inta,  además de la sequía que causa la merma de las napas de agua, muchos pozos tienen altos contenidos de sales y hasta arsénicos, que en casos extremos no puede usarse ni para bebederos de animales ni riego de huertos, agudizando los problemas alimentarios de la región.

Ahora la disponibilidad de agua todo el año, contribuyó a aliviar ese problema también.

“Antes traía agua del pozo público. Mi marido iba con un caballito y un tacho encima y traía el agua para el depósito acá atrás. Pero otras veces teníamos que ir a comprar y hubo veces que hasta dejé de comprar carne para pagar el agua”, recordó Olga Ramírez, otra vecina de Corzuela.

Estos campesinos viven de la agricultura de subsistencia sembrando cultivos tradicionales como batata (Ipomea batatas, también conocida como boniato o camote), mandioca (Manihot esculenta, yuca), calabaza y maíz, y con la pequeña ganadería o granjas.[related_articles]

“Es una ayuda grande para los animales. Utilizamos el agua de lluvia guardada para lavar para tomar mate, para cocinar, para los pollos, para los animales, para la huerta, para todo”, relató Ramírez.

Uso de agua que frente al panorama anterior es para Jésica Garay, estudiante de magisterio y madre de un bebé, “un derroche”.

“Ahora que tenemos esta cisterna podemos hasta derrochar el agua. La usamos hasta para hacer nuestra huerta. Antes apenas nos daba para tomarla y bañarnos”, contó.

“Ya no tenemos esa preocupación de dejar de comer algo para comprar algo”, recordó.

El PPD, implementado en 120 países,  nació en 1992 como una forma de demostrar que pequeñas iniciativas comunitarias pueden tener un impacto positivo en problemas ambientales globales. Los proyectos tienen un tope de financiamiento de 50.000 dólares.

“Lo que buscamos acá son acciones locales de impacto global. Es decir pequeñas soluciones a problemas ambientales mundiales, como el cambio climático”, explicó a IPS el coordinador del programa en Argentina, Francisco Lopez Sastre.

Para los especialistas del PPD, la actividad hortícola, que complementa el programa de las cisternas, “promoverá el consumo de verduras y frutas que es muy bajo entre las familias por ser de alto costo económico”, De esa manera, añaden,  “se podría mejorar la economía del hogar y la incorporación de alimentos sanos, que redundara en mejor salud y soberanía alimentaria».

En Chaco actualmente el PPD desarrolla otros 13 proyectos para los que en total se entregaron 537.000 dólares en donaciones.

Dos de ellos están vinculados al abastecimiento de agua para el consumo humano en comunidades rurales, complementado con huertas agroecológicas.

La provincia, con una población de un millón de personas, tiene según estudios independientes, el mayor índice de pobreza del país, En Chaco más de 57 por ciento de sus habitantes vive en pobreza y de ellos, 17 por ciento en la indigencia.

Forma parte además de la segunda región con más habitantes de pueblos originarios argentinos, y donde la densidad poblacional es de 10,6 habitantes por kilómetro cuadrado, inferior al promedio nacional de 14,4 personas por kilómetro cuadrado, en un país de 43 millones de habitantes.

Editado por Estrella Gutiérrez

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