Devaluación prende una luz en el túnel de la crisis brasileña

Silos de almacenaje de soja en Lucas do Rio Verde, un municipio del centro de Brasil que es un gran productor y exportador del grano, que junto con el hierro encabeza las ventas a China. Las exportaciones primarias fueron un factor de la sobrevaluación cambiaria que alimentó la desindustrializando del país. Crédito: Mario Osava/IPS
Silos de almacenaje de soja en Lucas do Rio Verde, un municipio del centro de Brasil que es un gran productor y exportador del grano, que junto con el hierro encabeza las ventas a China. Las exportaciones primarias fueron un factor de la sobrevaluación cambiaria que alimentó la desindustrializando del país. Crédito: Mario Osava/IPS

Varios economistas ven una pequeña luz en la crisis brasileña, que no apunta al final del túnel pero sí muestra un camino de recuperación de la actual combinación de prolongada recesión, ajuste fiscal e inflación y tasas de interés altas, junto con creciente desempleo.

La devaluación del real en más de 50 por ciento en los últimos 12 meses ya se refleja en la reducción de las importaciones y la tímida recuperación de las exportaciones industriales, además de la caída de los viajes y gastos internacionales de los turistas brasileños.

Se abre así una posibilidad de interrumpir la fuerte desindustrialización que afecta a Brasil al menos desde la década pasada, y de iniciar una recuperación del sector, achicado por la sobrevaluación cambiaria desde el Plan Real, adoptado en 1994 para controlar una inflación alta y persistente y crear la nueva moneda brasileña.[pullquote]3[/pullquote]

Desde entonces mantener el real sobrevaluado fue un instrumento usado para contener la inflación, mediante la importación de bienes baratos que sustituían la producción interna y rebajaban sus precios por la competencia. La principal víctima fue la industria nacional, ante una invasión de manufacturas chinas a precios imbatibles.

Ahora el proceso se invierte.

“El primer efecto positivo es la sustitución de importaciones, que ya empezó, luego se podrán incrementar las exportaciones de la parte de la industria que sobrevivió”, evaluó Luis Eduardo Assis, profesor de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo y exdirector de Política Monetaria del Banco Central.

“Es el único factor con que podemos contar ahora para una pequeña recuperación económica, no hay otro foco de dinamismo en la economía de Brasil hoy”, advirtió  IPS, al recordar el descenso del consumo por la recesión y el desempleo y que las inversiones serán el último rubro en mejorar, ante las incertidumbres económicas y políticas.

Pero muchas industrias no sobrevivieron al largo período de sobrevaluación cambiaria. Otras cambiaron su proceso de producción, importando muchos insumos y componentes, agregando muy poco valor y operando más bien como revendedores.

“Costará mucho tiempo restablecer las cadenas productivas nacionales, en contraste con los años 80, cuando una maxidevaluación impulsaba una pronta recuperación. La desarticulación esta vez fue muy profunda”, destacó Assis.

“En el pasado el tema cambiario salvaba, era la puerta para superar una contracción, ahora no, porque la industria brasileña se alejó demasiado del comercio exterior y no se recuperan mercados y relaciones de un día para otro, para ampliar exportaciones”, corroboró a IPS el consultor del Instituto de Estudios para el Desarrollo Industrial (IEDI), Julio de Almeida.

El cambio resultó desfavorable para las manufacturas por demasiado tiempo, mientras los productos primarios, mineros y agrícolas, ampliaron sus exportaciones, agravando la sobrevaluación del real en las dos últimas décadas.

La industria vive hace mucho en crisis, especialmente en el sureño estado de São Paulo, que en 1995 concentraba 48,7 por ciento del sector y en 2012 la vio reducirse a 40,3 por ciento, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE)

La producción industrial paulista de julio de este año cayó 12 por ciento respecto al mismo mes de 2014.

El sector de bienes de capital registró en julio una producción 27,8 por ciento inferior a la de 12 meses antes, según datos del IBGE analizados por el IEDI. “Se trata de una reducción brutal que amenaza diezmar esa industria clave si no hay una pronta reacción”, alertó Almeida, también profesor de la Universidad Estadual de Campinas.

Entrada de la planta de Alunorte, productora de alúmina, la base de la industria del aluminio, cuya producción cayó en Brasil debido a los altos costos, especialmente de la energía eléctrica. Crédito: Mario Osava/IPS
Entrada de la planta de Alunorte, productora de alúmina, la base de la industria del aluminio, cuya producción cayó en Brasil debido a los altos costos, especialmente de la energía eléctrica. Crédito: Mario Osava/IPS

Las esperanzas despertadas por la devaluación cambiaria aún contrastan con la realidad actual de la industria. La Confederación Nacional de la Industria (CNI) espera para este año una contracción de 3,4 por ciento en el producto del sector. Analistas de varias empresas consultoras son más pesimistas y prevén una caída de 6,2 por ciento.

Procesos similares de desindustrialización, considerada precoz por ocurrir en países aún en desarrollo, como los latinoamericanos, ya se registraron en Argentina, por adoptar políticas de sobrevaluación cambiaria en la década de los 70 y 90.

La fijación por ley de la paridad entre el dólar y el peso, para contener la inflación, también condujo al país al colapso económico en 2001 y a restricciones en el acceso al crédito internacional que perduran hasta hoy.

“La ‘argentinización’ no amenaza a Brasil por ahora, porque tenemos una economía más diversificada, que sigue teniendo el decimoprimer parque industrial del mundo, aunque con participación muy inferior a la de décadas anteriores”, confió Almeida.

Además, Brasil no enfrenta dificultades en sus cuentas externas. Ha obtenido un creciente superávit comercial en lo que va de año, aunque más por reducción de importaciones, debido a la recesión económica y a la devaluación cambiaria, que por el incremento de exportaciones.

Con la competitividad parcialmente recuperada gracias al cambio, la industria nacional ya sustituye importaciones, principalmente de bienes de consumo popular, como vestuario y calzados. En productos más sofisticados la batalla será más lenta, porque la industria brasileña se rezagó tecnológicamente en ese proceso de desindustrialización.

Será necesario un esfuerzo de recuperación y el gobierno puede perder una oportunidad si le quita a la industria el reintegro, como se anunció. Se trata de la devolución de impuestos cobrados y que las empresas no recuperan al exportar, como ocurre en otros países. Es un factor adicional de competitividad, que el gobierno no considera necesario tras la fuerte devaluación cambiaria.[related_articles]

Pero retomar el crecimiento económico exige apostar a algunas actividades como paso inicial, y las exportaciones son una buena apuesta, recomienda Almeida.

Algunos estímulos pueden ser cruciales en ese momento de crisis y falta de confianza en la economía y el gobierno brasileños, defendió. Otras dificultades se suman al desmantelamiento de las cadenas productivas de la industria, según el economista.

América del Sur, que “fue un factor del crecimiento industrial brasileño como  importante mercado para sus manufacturas, vive también una desaceleración económica y la consecuente reducción de la demanda”, apuntó.

”La industria sufre además, los efectos de todos los eventos negativos, como por ejemplo el escándalo de (la empresa estatal) Petrobras, que afectó las grandes constructoras brasileñas cuyas obras en el exterior fomentan exportaciones industriales de cemento, equipos, máquinas y componentes y muchos otros bienes”, lamentó.

También la perjudica la escasez del crédito internacional, como sucede actualmente.

En contrapartida, la recuperación industrial distribuye efectos positivos a todos los sectores, observó el economista.

La devaluación cambiaria fue uno de los factores del éxito económico del gobierno de  Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), cuyo crecimiento se atribuye en general a los elevados precios de las materias primas que beneficiaron las exportaciones brasileñas de productos minerales y agrícolas

Lula inició su presidencia con el empuje de grandes devaluaciones del real durante 1999, promovidas por su antecesor, Fernando Henrique Cardoso, y también durante 2002, cuando su previsible triunfo generó pánico en el mercado, que entonces lo temía como líder izquierdista.

Hasta 2008, las exportaciones brasileñas de manufacturas acompañaron el crecimiento de las ventas de las materias primas.

La industria nacional, además de beneficiarse por la depreciación del real, aguanta ahora una competencia menos arrolladora de China, cuyos costos ya no son tan bajos, e igual sucede con su moneda.

Editado por Estrella Gutiérrez

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