Diluvia en la capital de Argentina, pero los consumidores no faltan a la cita con el Mercado de Economía Solidaria Bonpland, donde venden sus productos algunos agricultores familiares. Ahora, el gobierno decidió otorgarles un sello para identificar y fortalecer a este sector fundamental como proveedor de alimentos.
Norma Araujo, su marido y su hijo llegan atrasados a este mercado, en el barrio de Palermo Hollywood, porque la copiosa lluvia empantanó los caminos de tierra donde tienen su huerta, en el municipio de Florencio Varela, a 38 kilómetros de Buenos Aires.
Acomodan rápidamente las frutas y verduras mientras arriban los primeros clientes al viejo galpón, cerrado como mercado comercial a raíz de la crisis económica del 2001. Ahora, 25 puestos ofrecen productos de organizaciones sociales, indígenas y campesinas, realizados “sin trabajo esclavo” y bajo las normas del “comercio justo”.
“La calidad de nuestras verduras es totalmente natural. No tiene nada de agrotóxicos”, contó Araujo a IPS. Ella integra la Cooperativa de Productores Familiares de Florencio Varela, que vende también pollos, huevos, lechones y conejos.
Frente al local de Araujo, Analía Alvarado ofrece miel, dulces caseros, quesos, semillas nutritivas, cereales, jugos naturales, aceite de oliva, panes integrales, yerba mate orgánica y lácteos.
“La idea es darle la posibilidad a pequeños productores, y aquí tenemos de todo el país, que de otra manera no tendrían llegada para poder vender sus productos”, subrayó Alvarado.
El Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca dio un paso más en esa dirección con la creación en julio del sello “Producido por la Agricultura Familiar”, con el objetivo de “fortalecer la visibilidad, informar y concientizar sobre el significativo aporte de la agricultura familiar a la seguridad y soberanía alimentaria”.[pullquote]1[/pullquote]
El ministerio cifra el sector en 120.000 familias y lo reconoce “como el principal proveedor de alimentos de la población argentina, por aportar aproximadamente 70 por ciento de la dieta diaria de consumo de alimentos”.
“Un sello que identifique el producto genera además de visibilidad un diálogo entre los consumidores y el sector de producción que se mantiene en el campo, que tiene presencia a lo largo del país, generando soberanía territorial”, explicó Raimundo Laugero, director de Programas y Proyectos de la Secretaría de Agricultura Familiar del ministerio.
El gobierno define como agricultura familiar a campesinos, chacareros (finqueros), comunidades de pueblos originarios, pescadores artesanales, trabajadores rurales sin tierra, colonos, medieros, artesanos, minifundistas, productores urbanos y periurbanos.
El sello identificará ese origen, detalló Laugero en entrevista con IPS. Además, dijo, “garantizará el control sanitario, la producción sin agroquímicos o industrializada, y la producción con diversidad, contraria a los monocultivos”.
“Cuando hablamos de un producto de la agricultura familiar el atributo simbólico tiene que ver con procesos artesanales, donde está puesto el trabajo de la familia, y un aspecto fundamental es que detrás de ese producto hay rostros de gente que vive en el campo”, sostuvo.
En este país de 43 millones de personas, el sector agropecuario representa uno de los puntales de su economía, a la que aporta 13 por ciento del producto interno bruto (PIB), 55,8 por ciento de sus exportaciones y 35,6 por ciento de su empleo directo e indirecto.
La farmacéutica María José Otero llega de lejos al mercado en su bicicleta, pero no lo lamenta. Quiere una alimentación para su familia que “sea lo más sana y natural posible, sin (productos) químicos”.
También elige ese mercado por “una cuestión social”. Quiere favorecer a quien produce “alimentos naturales sin tanta industrialización”, evitando también “muchos intermediarios que encarecen muchísimo los productos”.
“Además, me interesa mucho el impacto que causa el acto de consumir algo con conciencia. Eso implica el cuidado del ambiente en el que se trabaja, el respeto por los animales. No es lo mismo consumir huevos de animales que caminan y que comen naturalmente a los de animales que tratan cruelmente, hacinados en galpones, alimentados de cualquier manera”, argumentó.
A Otero, el sello le parece “genial”. “En esto también hay mucha ‘truchada’ (engaño) de gente que dice que te vende un producto orgánico o está hecho a conciencia y no es así. Este sello te daría una garantía”, consideró.
“Serviría más que nada para que el público tome conciencia de lo que es ayudar a un pequeño productor. Que se den cuenta que lo que pagan y consumen realmente va para él, y que al que trabaja realmente le paguen lo que se debe”, opinó Alvarado.
Laugero destacó que hay además un aspecto distintivo “sobresaliente” del nuevo sello, vinculado a los “sistemas de garantía participativos para los productos agroecológicos”.
Recordó que habitualmente cuando un productor quiere un sello que reconozca su producto tiene que apelar a una empresa certificadora, mientras que el concepto “agroecológico” tiene otros componentes.
En ese sentido mencionó seis experiencias piloto en Argentina, de sistemas de garantía participativos de procesos agroecológicos, entre productores organizados y consumidores, a los que ahora se sumará el Estado.
“Con la propuesta del sello, van a tener mucho más auge porque va a ser con mayor masividad e inclusividad”, enfatizó.[related_articles]
En el mercado de Bonpland, Claudia Giorgi, integrante de la cooperativa La Asamblearia, que funciona en red con otras organizaciones sociales, prepara unos envíos a otra provincia que a su vez entregará productos, en el mismo flete, para ahorrar costos.
Giorgi produce jaleas de papaya. Pero vende también productos de otras cooperativas como cosméticos naturales, jabones de lavanda, hierbas medicinales, té sin pesticidas, mostazas o harinas.
“Lo producido en cada organización social se intercambia con lo de otra, a precio de cada organización, que es el costo de los productores más los gastos de logística”, explicó a IPS.
La cooperativista dice que aún no tiene información sobre el sello, pero adelanta que servirá si demuestra “ser funcional” y se diferencia de aquellos “que son un negocio” y “tienen un costo”
En la resolución que crea el sello se indica, precisamente, que uno de sus objetivos es “difundir, promocionar y promover nuevos canales de comercialización y puntos de venta”.
Laugero recordó que además de contribuir con 20 por ciento del PIB agropecuario, la agricultura familiar representa 95 por ciento de la producción caprina, 22 por ciento de la bovina, 30 por ciento de la ovina, 33 por ciento de la miel, 25 por ciento de los frutales, 60 por ciento de las hortalizas y 15 por ciento de los granos.
“Sin embargo eso no se traduce siempre en quien se queda con la renta. Necesitamos trabajar fuertemente en esos aspectos para que la renta quede también en manos del sector”, reflexionó.
En su caso, Araujo pone el énfasis en la solución de problemas aún más simple, como la de poder transportar sus hortalizas al mercado, aunque llueva.
“Que nos arreglen las calles de tierra”, plantea, y aclara que es una tarea en la que los productores ofrecen participar.
Editado por Estrella Gutiérrez