La historia por escribir necesita de mujeres en la toma de decisiones

La directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, y la presidenta de Chile, Michelle Bachelet (a la izquierda), se saludan durante la jornada inaugural de la cumbre de más de 60 lideresas de todo el mundo, reunidas en Santiago en un encuentro sobre “las mujeres en el poder y en la toma de decisiones. Crédito: Ximena Navarro/Presidencia de Chile
La directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, y la presidenta de Chile, Michelle Bachelet (a la izquierda), se saludan durante la jornada inaugural de la cumbre de más de 60 lideresas de todo el mundo, reunidas en Santiago en un encuentro sobre “las mujeres en el poder y en la toma de decisiones. Crédito: Ximena Navarro/Presidencia de Chile

Convocadas por el gobierno de Chile y ONU Mujeres, mujeres  líderes de todo el mundo se reúnen este último fin de semana de febrero en Santiago de Chile. Celebraremos sus logros. Recordaremos sus contribuciones y trazaremos el camino  a seguir que nos permita corregir la trayectoria histórica. La historia no ha sido justa con las mujeres, pero hasta ahora, en general no eran ellas quienes la escribían.

La reunión será una oportunidad para analizar detenidamente la situación actual del mundo así como la del mundo que viene. La situación es urgente, no solo para las mujeres de forma individual y en lo relativo  a su derecho a la igualdad, sino también para todas las personas.

“tormenta perfecta de las crisis”, como la denominó una experta, amenaza la seguridad alimentaria, la energía y el abastecimiento de agua, amenaza la estabilidad política y económica de todos los países y podría acabar con cualquier posibilidad de desarrollo equilibrado y sostenible.

Por otro lado, movilizar el potencial y las contribuciones de las mujeres revertirá algunos de los peores efectos del cambio climático y ayudará a garantizar el suministro de alimentos y agua; ayudará a corregir la desigualdad económica de la población; mitigará los conflictos y la inestabilidad política y ayudará a consolidar una paz duradera. Los derechos de las mujeres son derechos humanos.

En el centro de nuestra discusión se ubica el interrogante acerca de cómo incrementar el número de mujeres en la toma de decisiones. En los 192 países miembros de la ONU, encontramos lo siguiente:

  • Solo 19 mujeres son Jefas de Estado o de Gobierno;
  • Una de cada cinco parlamentarios son mujeres;
  • Una de cada 20 alcaldes son mujeres;
  • Una de cada cuatro jueces y fiscales son mujeres, y
  • Menos de una de cada 10 policías son mujeres.

En la esfera económica, es igualmente difícil encontrar mujeres: apenas uno de cada cinco puestos en las juntas directivas de las grandes compañías están ocupados por mujeres. Esto ocurre incluso pese a las evidencias de un mejor desempeño y mayor productividad  de las empresas cuando cuentan con más mujeres en sus juntas directivas.

De modo que, ¿cómo llegamos al objetivo marcado? Ya contamos con una hoja de ruta que fue acordada en 1995 por 189 líderes mundiales en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing.

Los países han dado un buen paso inicial mejorando la educación y la atención sanitaria para las mujeres; sin embargo, no han cumplido en su totalidad el resto de los compromisos, especialmente en materia de participación política y empoderamiento económico. Con el índice de progreso actual, nos tomará 81 años alcanzar la paridad en el lugar de trabajo. Las mujeres —y sus países— no pueden esperar tanto.

Este año, que marca el 20 aniversario de la conferencia de Beijing y el año en que la ONU adoptará los Objetivos de Desarrollo Sostenible para los próximos 15 años, brinda una oportunidad única para dar un nuevo impulso.

Antes que nada, las y los líderes de hoy deben asumir un compromiso personal para aumentar la presencia de mujeres en la toma de decisiones, no solo en cuanto a cantidad, sino además en lo que se refiere a sus contribuciones.

Son muchas las formas de hacerlo: cuotas y objetivos cuantificables para la participación de las mujeres; formación y mentoría que fomenten su confianza y capacidad; una participación del sector privado que se equipare a las iniciativas del sector público. Si tienen la voluntad política, los países encontrarán un modo propio de hacerlo.

Quienes generan empleo deben garantizar políticas de igualdad salarial, de contratación y promoción; introducir medidas para facilitar la conciliación entre la vida laboral y familiar, y promover a las mujeres para cargos de liderazgo. Los directivos deben aprender a aceptar los aportes y contribuciones de las mujeres.

Quienes lideren con el ejemplo en la vida diaria ganarán aliados en cada aspecto de su labor por la igualdad de género. Pueden también ganar aliados en los medios, al menos para evitar el menosprecio patente y los estereotipos negativos y, en el mejor de los casos, para celebrar la contribución positiva y constructiva de las líderes, incluso en los entornos más difíciles.

Son muchas las mujeres que luchan y sufren a diario. Ellas son las heroínas cotidianas de nuestra era y su lucha por la igualdad merece un público más amplio. No deberíamos esperar que ocurra otro ataque atroz u otro asesinato antes de conocer sus nombres.

Estas medidas, aunque suenen ambiciosas, son totalmente realistas. Sabemos por la propia experiencia en liderazgo que todas se pueden aplicar. La Plataforma de Acción de Beijing no es una “lista de deseos”; es una “lista de tareas por hacer”.

Si las y los líderes de hoy se ocupan de la igualdad de género, si comienzan ya a cumplir aquellas promesas de hace 20 años, debemos alcanzar avances serios para 2020 y la igualdad de género para 2030.

“El arco del universo moral es amplio”, dijo Martin Luther King, “pero se inclina hacia el lado de la justicia”. En lo que atañe a las mujeres, debemos inclinar ese arco mucho más rápido para compensar todos los años en que no se inclinó en absoluto. Están en juego la justicia y los derechos humanos y, quizás también, la supervivencia misma.

Editado por Estrella Gutiérrez

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