La Celac se pone como tarea frenar las desigualdades

Los jefes de Estado y de gobierno posan para la tradicional foto de familia, durante la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), en el Palacio de la Revolución, en La Habana. Crédito: Jorge Luis Baños/IPS

Reducir la pobreza, el hambre y las desigualdades fue el compromiso colectivo asumido por los jefes de Estado y de gobierno en la  II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), junto con la declaración de la región como una “zona de paz”.

Ese mandato, considerado “ambicioso” por los propios mandatarios, cerró la noche de este miércoles 29 dos días de deliberaciones, en la capital de Cuba, con acciones a favor de la seguridad alimentaria, el acceso a la educación y la mejora de las oportunidades de empleo, como instrumentos para reducir las inequidades en la región más desigual del mundo.

Al constituirse en zona continental de paz –excluidos Canadá y Estados Unidos- la región se comprometió a actuar “como espacio de unión dentro de la diversidad” y confirmó a la Celac, con solo dos años de vida, como el organismo político de la región para dialogar y concertar acciones colectivas al máximo nivel, sin importar ideologías.

A la cumbre de La Habana concurrieron los gobernantes de todos los países latinoamericanos y caribeños, salvo los de Panamá, Belice y El Salvador, los dos últimos por enfermedad. Los 30 gobernantes presentes consagraron así, además, el fin del aislamiento de Cuba.

“Esta es una cumbre histórica”, por decidirse a abordar un tema largamente exigido por los pueblos latinoamericanos: la lucha contra las desigualdades, el hambre y la pobreza, dijo la presidenta brasileña, Dilma Rousseff.

Otra mujer, Michelle Bachelet, la presidenta electa de Chile que asumirá el cargo el 11 de marzo, alertó que “no solo la pobreza y el hambre es desigualdad”, y subrayó que los gobiernos deben encarar “todas las desigualdades”, entre las que citó las de género, las del campo y la ciudad, las de los pueblos indígenas y los afrodescendientes.

La Declaración de La Habana, de 83 párrafos, ratificó el compromiso de promover la inclusión social y el desarrollo sostenible con políticas, medidas y metas cuantificables, para universalizar “el disfrute y ejercicio de los derechos económicos, sociales y culturales”, con atención prioritaria a grupos identificados como los más vulnerables.

Entre los principales objetivos, indica, estarán el fortalecer la seguridad alimentaria y nutricional, la alfabetización, la educación pública general y gratuita, la tenencia de la tierra y el desarrollo de la agricultura, incluyendo la familiar y campesina.

También se incluye el trabajo decente y duradero, la salud pública universal, el derecho a la vivienda adecuada y el desarrollo productivo e industrial, “como factores decisivos para la erradicación del hambre, la pobreza, y la exclusión social».

El documento Panorama Económico y Social de la Celac 2013, presentado por la Comisión Económica para América Latina (Cepal) durante la cumbre, mostró las cifras de la desigualdad en una región de más de 600 millones de habitantes.

El estudio indica que el sector más pobre capta en promedio cinco por ciento de los ingresos totales, y hasta menos en naciones Bolivia, Honduras y República Dominicana. Mientras, el más rico recibe 55 por ciento en países como Brasil.[related_articles]

En 2012, la tasa de pobreza alcanzó a 28, 2 por ciento de la población, y la indigencia o pobreza extrema a 11,3 por ciento. Eso significa que 164 millones de personas viven en situación de pobreza y de ellos 66 millones son pobres extremos. Esas “cifras de la vergüenza” como dijeron algunos mandatarios, centraron de las discusiones de la cita.

Los avances registrados en los últimos años han sido “lentos, fragmentados e inestables”,  dijo el anfitrión, Raúl Castro, en su discurso inaugural.

Según datos de 2011 y 2012,  el ritmo de reducción de la desigualdad solo superó el uno por ciento anual en Argentina, Brasil, Perú, Uruguay y Venezuela y un 0,5 por ciento anual en Chile, Colombia, Ecuador y Panamá.

La pobreza impacta con dramatismo a la niñez y adolescencia, debido a que su incidencia es más elevada en los hogares con un alto nivel de dependencia. El flagelo afecta a 70,5 millones de personas menores de 18 años, de los cuales 28,3millones de menores se encuentran en miseria extrema, de acuerdo a la Cepal.

Los mayores niveles de pobreza infantil se ubican en Bolivia, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Perú, donde, en promedio, 72  por ciento de los niños eran extremadamente pobres, con base en datos de 2000 a 2011.

Entre los países con menor pobreza infantil (19,5 por ciento), la Cepal cita a Argentina, Chile, Costa Rica, Ecuador y Uruguay.

Alicia Bárcena, la secretaria ejecutiva del organismo, advirtió que América Latina es una “región de contrastes” y  consideró que los gobiernos de la región deben impulsar políticas públicas que contribuyan a disminuir la pobreza. Añadió que el empleo es la “llave maestra” para remediar la desigualdad.

Para Castro, quien entregó la presidencia pro tempore de la Celac a Costa Rica, el área latinoamericana y caribeña tiene todas las condiciones para revertir el desequilibrado panorama social enumerado por la Cepal, al contar con riquezas naturales que van desde altas reservas minerales a un tercio del agua dulce del mundo.

El subcontinente posee además 12 por  ciento del área cultivable, el mayor potencial mundial en la producción de alimentos y 21 por ciento de los bosques naturales.

Los pueblos de la región, planteó Castro, demandan una mejor distribución de las riquezas y los ingresos, el acceso universal y gratuito a una educación de calidad, el pleno empleo, mejores salarios, la erradicación del analfabetismo, el establecimiento  de una verdadera seguridad alimentaria, sistemas de salud para toda la población, derecho a una vivienda digna, agua potable y saneamiento.

El presidente uruguayo, José Mujica, sumó la perspectiva humanista que lo distingue. “Tenemos que integrarnos por nuestro propio desarrollo, pero este no es solo sumar riqueza, aumento del consumo, es la lucha por la felicidad humana”, planteó.

“No puede intentarse un desarrollo contra la felicidad humana. Eso no sería desarrollo”, apuntó Mujica, para subrayar que “defender la vida significa poder dejar por el camino las aristas del despilfarro y la contaminación» e inquirir a sus homólogos: “¿Por qué despilfarramos tanto?”.

El analista cubano Carlos Alzugaray analizó para IPS que la Celac, más allá de lo que reflejó la Declaración de La Habana como metas, sale de su segunda cumbre con “el desafío de consolidarse” como foro de concertación política, “que fomente la cooperación regional y la proyección de la región con una sola voz”.

También tiene el reto, aseguró el politólogo, de que otras agrupaciones de otras regiones del mundo “la acepten y reconozcan como vocero legítimo y con autoridad para negociar en nombre de toda la región”. Eso, reflexionó,  “solo se logra con un trabajo sostenido, firme pero cauteloso”.

Con aportes de Ivet González (La Habana).

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