Uzbekistán en guerra con la cultura juvenil

Mahfuza, madre de tres hijos en una pequeña localidad del valle de Ferghana, en Uzbekistán, tiene mejores cosas que hacer que pasar sus tardes en clubes de Internet abarrotados y llenos de humo de cigarrillo.

Pero, como profesora de álgebra de educación secundaria, está obligada a realizar una actividad extracurricular: debe vigilar a los clientes de esos clubes, entre los cuales hay varios de sus estudiantes, mientras estos se divierten con juegos informáticos, navegan en Internet o ven vídeos musicales.

Un decreto emitido por el gobierno en la pasada primavera boreal obligó a todos los profesores, como Mahfuza (quien pidió mantener en reserva su apellido por temor a represalias), a pasar horas en los clubes de Internet para vigilar que los adolescentes no sean atrapados por lo que califica de ideas subversivas.

«Los estudiantes pasan mucho tiempo con juegos violentos, como el llamado Counter-Strike, y conversando a través de Internet con completos extraños», señaló Mahfuza.

«Los padres parecen no preocuparse, y la carga cae sobre nosotros, pobres profesores», dijo a EurasiaNet.org.
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Los educadores están obligados a vigilar a los jóvenes. «El Estado paga nuestros salarios, así que debemos cumplir las reglas aun cuando estas no nos gusten», indicó el subdirector del colegio secundario donde enseña Mahfuza, y quien también habló a condición de mantener el anonimato.

El régimen del presidente Islam Karimov depende desde hace tiempo de los educadores para proteger a los jóvenes uzbekos de lo que a su juicio es una peligrosa influencia, como el radicalismo religioso o las ideas políticas independientes.

El gobierno de Uzbekistán, un país de Asía central situado al sur de Afganistán, mantiene un fuerte control sobre todas las formas de expresión política. Los grupos de oposición están prohibidos y operan en el exilio.

Los levantamientos de la Primavera Árabe en 2011, que en parte fueron impulsados a través de las redes sociales en Internet, agravaron los temores del régimen e hicieron que este pasara a considerar a la cultura juvenil y a las nuevas tecnologías como amenazas a su supervivencia.

Estos temores pueden sonar paranoides y arcaicos para aquellos que no están familiarizados con el modus operandi del gobierno uzbeko.

Por ejemplo, el sitio web oficial del parlamento publicó el 13 de noviembre una declaración señalando cómo se debía educar a una «generación espiritualmente rica».

«Hoy vemos esfuerzos para socavar los intereses nacionales, la ideología y los principios morales espirituales (de Uzbekistán) a través de ideas subversivas diseminadas por Internet, teléfonos móviles, juegos informáticos y productos de vídeo camuflados de cultura pop», señala.

«La tarea de crear un ambiente de información favorable para los jóvenes es una de nuestras prioridades», añade.

La agencia de inteligencia SNB (sucesora de la KGB de la era soviética) instaló una amplia red de informantes dentro de los colegios, según estudiantes y profesores.

El régimen también creó el curso obligatorio «La idea de la independencia nacional y el desarrollo moral», con el que busca infundir patriotismo entre los jóvenes, indicó el subdirector. Los estudiantes son obligados a memorizar los discursos de Karimov.

Bahodir Choriev, líder en el exiliado grupo opositor Birdamlik (Solidaridad), dijo a EurasiaNet.org que, debido a cursos como este, «muchos jóvenes uzbekos tienen poca idea de lo que es la oposición política».

Choriev huyó a Estados Unidos en 2004, luego de que fiscales uzbekos lo acusaran de fraude. Él sostiene que los cargos fueron inventados para silenciarlo.

Tras adoptar medidas para observar y controlar lo que ocurre en los salones de clase, las autoridades ahora ponen su atención también en otras áreas vulnerables a la influencia de la cultura pop. Cientos de páginas web son bloqueadas, mientras la televisión presenta a los juegos de computación como «veneno».

En enero de 2012, el Ministerio de Educación Secundaria Especializada y Superior, responsable de los alumnos de más de 16 años, presentó un código de conducta de 23 páginas en el que ordena a los estudiantes a no cuestionar a las autoridades, desechar vestimentas coloridas o brillantes y evitar participar de conciertos de rock.

El código también insta a los estudiantes a denunciar actividades religiosas no autorizadas.

Fund Forum, organización benéfica dirigida por la hija de Karimov, Gulnara Karimova, participa de esos esfuerzos por difundir «valores». Su sitio web señala que uno de sus objetivos es «promover el desarrollo de un contenido nacional en Internet y expandir el uso del idioma uzbeko» en la red.

Analistas en Tashkent y funcionarios del gobierno creen que el Ministerio de Cultura sigue directrices de Karimova.

Pero muchos sostienen que la hija del mandatario no tiene credenciales para promover los valores nacionales. En los últimos años, Karimova adoptó diversos tipos de imagen ante el público, incluyendo el de diva de la música y adicta a la moda, todo lo cual los conservadoras asocian con la «decadencia occidental».

«Gulnara muestra una completa falta de respeto por los valores culturales uzbekos. Ella está en todos los medios de Uzbekistán con sus llamativos vídeos musicales, y se aparece en las mezquitas con vestidos nada modestos», dijo Shahida Tulaganova, periodista uzbeka radicada en Londres.

La hija del presidente divulgó un provocativo vídeo musical en septiembre.

«¿Cómo puede ser un modelo para millones de jóvenes cuando muestra poco respeto por estas cosas que muchos uzbekos consideran sagradas?», añadió.

Autoridades educativas encargadas de implementar las nuevas reglas en pequeñas localidades descubrieron rápidamente cuán impopulares se han vuelto.

Los propietarios de los cibercafés se quejan de las «redadas de profesores» porque afectan su negocio, y los padres de los estudiantes están molestos por los castigos impuestos a sus hijos por llevar vestimenta «inapropiada».

Frente a este tipo de reacciones, muchos profesores optan por mirar para otro lado cuando alumnos incurren en violaciones a las directrices, dijo Dilnoza, estudiante de literatura uzbeka en Tashkent.

«Por lo general, delegan la tarea de supervisar a los estudiantes a empleados de los cibercafés», señaló.

* Artículo originalmente publicado en Eurasianet.org.

 

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