La tierra brasileña ahora da gas para respirar mejor

Las reservas de gas natural descubiertas en Brasil abren una nueva frontera energética, más sostenible que otras fuentes tradicionales, como el petróleo y el carbón, coinciden expertos y ambientalistas.

Los yacimientos son tantos y con tal potencial de producción que, según la directora general de la Agencia Nacional del Petróleo (ANP), Magda Chambriard, en lugares como las cuencas de Parecis, en el occidental estado de Mato Grosso, y de São Francisco, en el oriental de Minas Gerais, el gas "llega a hacer burbujas", en un fenómeno llamado "exudaciones".

"En ciertos puntos, como en la ‘Pequeña Buritizeiro’, en Minas Gerais, el agua que brota de la tierra se puede encender con solo usar un fósforo", ilustró Chambriard en una entrevista publicada en el diario nacional O Globo, para mostrar lo que algunos consideran podría ser una "revolución energética" en Brasil.

El entusiasmo de la directora de la ANP se basa en estudios geológicos realizados por esa agencia reguladora, los cuales estiman que los yacimientos de gas natural en cuencas terrestres sedimentarias se extienden prácticamente de norte a sur del país.

Según el Ministerio de Energía y Minas, esas reservas podrían pasar de la actual oferta de 65 millones de metros cúbicos diarios a 300 millones para 2025 o 2027, pero garantizando la autosuficiencia del país ya para dentro de cinco años.
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Actualmente Brasil importa de Bolivia entre 24 y 31 millones de metros cúbicos por día.

Los ambientalistas llaman la atención sobre un hecho no destacado cuando se habla de abaratamiento de costos y beneficios para el país, y es que la mayor parte del gas que se consume hoy proviene de yacimientos marítimos asociados a los pozos petroleros.

Los activistas observan que, en cambio, el gas natural encontrado en tierra firme es menos contaminante que ese otro y, por supuesto, que el carbón y el petróleo y sus derivados.

En ese sentido, en grandes volúmenes, el gas natural de las cuencas terrestres sería una alternativa de transición válida hacia otras fuentes limpias y renovables, como la eólica y la solar.

José Goldemberg, físico del Instituto de Electrotécnica y Energía de la Universidad de São Paulo, no tiene dudas en ese sentido. "Las emisiones de dióxido de carbono (CO2) del gas terrestre caen hasta la mitad cuando se comparan con las que produce el petróleo o el gas asociado", apuntó.

"Además, no tienen impurezas por azufres y partículas, por lo tanto reducen mucho la contaminación local y la global", explicó a IPS este científico que ocupó la Secretaría de Medio Ambiente del estado de São Paulo y es considerado uno de los mayores especialistas sobre energía y sustentabilidad del país.

También Roberto Kishinami, consejero ambiental de entidades como el Instituto Democracia y Sustentabilidad y Action Aid, indicó a IPS que es mucho menos contaminante este gas "on shore", como se lo identifica para diferenciarlo del asociado al petróleo "off shore", extraído de yacimientos en el fondo del océano Atlántico.

Explicó que la emisión de CO2 se reduce casi a la mitad por unidad generada de energía cuando se sustituye el carbón por este gas on shore.

Igual de positivo es, por ejemplo, que en el caso del gasóleo, que emite 800 kilogramos de CO2 por cada megavatio hora generada de energía, y del petróleo bruto, que lanza unos 900 kilogramos, mientras que el gas natural emite solo 600 kilogramos.

Kishinami considera que, a partir de la comprobación y producción de las nuevas reservas, el camino debe ser sustituir las plantas termoeléctricas, o desestimular las proyectadas, que sean operadas por los combustibles derivados del petróleo.

Sin embargo, este experto entiende que la política del gobierno de Dilma Rousseff no va en esa dirección y que no hay garantías de que, por explorar el gas natural, se promueva la sustitución de proyectos de termoeléctricas a carbón.

El estatal Banco Nacional de Desarrollo, por ejemplo, beneficia con el mismo índice de financiamiento a quien instala tanto una usina a gas natural como una a carbón, precisó.

Por otra parte, los especialistas y ambientalistas ponen énfasis en que, aparte de los beneficios ambientales, el gas natural resultará más económico y práctico en su utilización porque los yacimientos están más cerca de los grandes centros urbanos de consumo que los otros combustibles de origen fósil.

En el interior del país se podría sustituir las fuentes de biomasa ambientalmente dañinas, como la leña, que contribuye a la deforestación, y el carbón, observó Marco Tavares, de la consultora Gas Energy.

Pero Tavares advirtió a IPS, al igual que Kishinami, que eso no basta. Sostuvo que una planificacion adecuada en términos económicos y ambientales debe contemplar también infraestructura e incorporación del gas natural como fuente de consumo de la industria.

Por ahora el desafío inmediato es confirmar los yacimientos de gas y comenzar a producirlo. Es que 96 por ciento de las áreas potenciales de existencia de este combustible todavía no fueron exploradas y la licitación de nuevas zonas está pendiente.

Los resultados, según el gobierno, son de cualquier manera alentadores. Empresas como la brasileña OGX confirmaron reservas en los estados de Minas Gerais, Mato Grosso y el nororiental Maranhão.

Según el Balance Energético Nacional del Ministerio de Energía y Minas de Brasil, la participación de fuentes renovables en la matriz eléctrica nacional creció de 86,3 a 88,8 por ciento entre 2010 y 2011 debido a las condiciones hidrológicas favorables y al aumento de la fuente eólica. En el resto del mundo, ese porcentaje llega en promedio solo 19,5 puntos.

Este documento oficial indica, además, que cada brasileño produce y consume, en promedio, "cuatro veces menos que un europeo, nueve veces menos que un estadounidense y menos de la mitad que un chino".

Analizando la matriz energética brasileña de 2011 sector por sector se indica que 81,7 por ciento del total generado corresponde a fuentes hidráulicas, 6,5 a biomasa (leña y bagazo de caña, entre otras), 4,7 a gas natural, 2,7 a nuclear, 2,5 a derivados del petróleo, 1,4 a carbón y otros, y 0,5 por ciento a la eólica.

Por último, señala que entre 2010 y 2011 se registró una caída de 7,9 por ciento en la generación termoeléctrica, correspondiendo 36,9 por ciento a biomasa, 25,7 a carbón, 15,4 a la nuclear, 14,2 a derivados del petróleo, y 7,8 por ciento a carbón en general.

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