Escuelas resisten a los ciclones en Madagascar

Las fuertes lluvias de la temporada ciclónica de este año no implican que los niños tengan que faltar a la escuela en la aldea de Marolondo, en el distrito de Fénérive-Est, 450 kilómetros al noreste de la capital de Madagascar.

Nuevas aulas, construidas con apoyo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) permiten a alumnas y alumnos estudiar mientras se cobijan de la lluvia y el sol. Las ruinas de antiguas estructuras de madera se han convertido en patios de juegos.

Angita tiene 11 años y cursa el tercer año de la escuela primaria. Dice estar feliz con las nuevas obras.

"Es muy lindo estudiar en las nuevas aulas. El sol no quema demasiado fuerte, y estamos protegidos cuando llueve", declara a IPS.

Según Daniel Timme, director de comunicaciones de Unicef en Magagascar, los techos de los salones de clase fueron específicamente diseñados y construidos para volver menos agobiante el calor.
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"Luego del ciclón estudiamos en tiendas de campaña. Pero hacía mucho calor, y yo siempre quería dormir", dice Angita, recordando los años anteriores, después de que un ciclón destruyó en 2008 el viejo edificio escolar.

Además, "el viento destruía las tiendas. Cuando llovía entraba agua, y el sol convertía todo en lodo. Así que tuvimos que ir a casa y volver a la escuela solo cuando el tiempo estuvo más seco", relata.

Madres y padres están igualmente satisfechos con la nueva infraestructura, que se propone ser a prueba de ciclones. Fénérive-Est es una región afectada con frecuencia por estos fenómenos, y a todos les preocupa enviar a sus hijos a la escuela durante la temporada lluviosa.

Desde que se construyó el nuevo edificio, más padres permiten que sus hijos asistan a clases.

"Los padres están menos ansiosos, y hemos visto un aumento en la cantidad de niños inscriptos en las escuelas primarias públicas", dice a IPS el jefe de la aldea, Bruno Tsimitoa.

Para Unicef, que aportó unos 1,3 millones de dólares para las obras en Marolondo y en otros 57 sitios en Madagascar, el proyecto va más allá de crear un entorno seguro y placentero para estudiar. El objetivo también es reducir el impacto ambiental de la construcción, al tiempo de cumplir los objetivos del programa Educación Para Todos.

Madagascar necesita construir 3.000 aulas cada año hasta 2015. A esto se suma que el Ministerio de Educación también tiene que restaurar los aproximadamente 1.000 salones de clase dañados o destruidos cada año por los ciclones, según cifras de Unicef.

"Imaginen las consecuencias ambientales que tendría que esta construcción se realizara usando ladrillos hechos de modo tradicional", dice Timme a IPS.

"Para edificar apenas dos aulas se requieren 14.000 ladrillos de tierra cocida, lo que a su vez exige quemar una cantidad de leña equivalente a una hectárea de bosque, y emitir 200 toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera", agrega.

Así fue como se lanzó el concepto de una escuela amigable con el ambiente. "Requiere un enfoque que promueva técnicas y materiales de construcción que respeten el ambiente", explica Timme.

Jacques Ramaroson, coordinador de la organización no gubernamental encargada del proyecto de construcción escolar en Marolondo, dice a IPS: "En vez de tierra cocida, usamos ladrillos de tierra comprimida, y los materiales están disponibles localmente".

"Solo agregamos un poco de arena y barras de acero. La tierra es tratada según el tipo de suelo. Y no necesitamos cemento para edificar las paredes, porque los ladrillos son autobloqueantes", añade.

Según Ramaroson, construir con ladrillos de tierra compacta es hasta 25 por ciento más barato que los métodos tradicionales. El tiempo necesario para hacer una escuela también se acorta. "La escuela de Marolondo se construyó en apenas tres meses", señala.

Con sus edificios ubicados en las siete regiones de la isla, Unicef también espera crear capacidad local y conocimiento sobre materiales y técnicas, así como crear un ejemplo para otras instituciones y empresas involucradas en la construcción en Madagascar.

Un objetivo de Unicef ya se logró. "Empresas constructoras privadas han empezado a utilizar el proceso en otras regiones, mientras que artesanos locales han empezado a fabricar máquinas para hacer ladrillos de tierra compacta", dice Ramaroson.

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