CUBA: Las otras revoluciones del siglo XXI

«SÍ a la diversidad sexual», «NO a los transgénicos», «VIVA la @». Alejados de la apatía política de muchos de sus contemporáneos, algunos sectores de la juventud cubana cambian radicalmente las consignas, optan por la participación activa e impulsan «nuevas revoluciones dentro de la Revolución».

Jóvenes en una "La revolución racial, la revolución LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero) y la revolución ecológica son las que han abonado el camino con más persistencia y cuya eclosión pudiera estar en nuestras manos. El término ‘minorías’ debiera carecer de sentido en este mundo y sobre todo en este país", dijo a IPS el biólogo Isbel Díaz.

Creador de El Guardabosque, un boletín electrónico por la preservación de los árboles, Díaz observa entre los jóvenes que le rodean "unas ansias muy marcadas de libertad, en el sentido más amplio de la palabra: libertad de expresión, sexual, de ideología, de movimiento, de acción, de consumo".

"El ahogo que provoca haber alcanzado un alto nivel cultural y de instrucción en un ambiente constantemente limitado, es algo de lo cual todos deseamos desembarazarnos", afirmó este hombre de 35 años que todos los días demuestra la teoría de que la juventud no es una edad sino "una actitud, un estado de ánimo".

Sin embargo, personas como Díaz no son mayoría. Estudios realizados por el estatal Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) encontraron que las aspiraciones sociopolíticas mantienen un peso importante en algunos sectores juveniles, pero no son una tendencia mayoritaria.
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Si en la década del 80 muchos jóvenes colocaban objetivos sociopolíticos específicos como su tercera prioridad después de la superación y la familia, la situación cambió con la crisis económica de los años 90. Estas aspiraciones pasaron a quinto lugar y se centran en grandes objetivos como que "la Revolución logre estabilidad".

Desde la década pasada los intereses juveniles volvieron a variar y el tema sociopolítico sigue perdiendo peso y diversificándose en la escala de aspiraciones, incluso entre personas que mantienen prácticas políticas sistemáticas a través de la pertenencia a organizaciones estudiantiles o a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).

"La gente se centra en sus precariedades diarias y se olvida del futuro. Siento a muchos jóvenes despreocupados por el país. Así y todo, hay bastante gente involucrada en proyectos comunitarios", afirmó a IPS Ivet Ávila, una realizadora que trabaja con niños en un taller de creación de dibujos animados.

Esta tendencia no se da sólo en Cuba. "De una generación joven de los años 60, que en el mundo fue reivindicativa e involucrada en la transformación de la sociedad, fuimos pasando a unas generaciones que cada vez se fueron desentendiendo más", recordó en entrevista con IPS María Isabel Domínguez, directora del CIPS.

Para la especialista, este tránsito no sólo ha pasado por la prioridad otorgada a los intereses personales y a prácticas sociales muy centradas en la cultura y la interacción vía nuevas tecnologías, sino también por el descrédito que ha alcanzado entre la juventud mundial las formas tradicionales de hacer la política.

"El hecho de que la juventud cubana mantenga sus niveles de adscripción política y compromisos con prácticas más tradicionales de funcionar, también habla de una credibilidad de esas instituciones y organizaciones más allá de su deseo de cambiarlas, modificarlas y ajustarlas más a las características de su momento", aseguró.

En cualquier caso, añade, la sociedad cubana necesita "ajustes permanentes" que, de alguna manera, "la desaten" de maneras "ya aprendidas de hacer", fórmulas entronizadas como "permanentes e inmutables" que tienden a dar un tratamiento homogéneo a "grupos sociales que son diversos y cada vez más diversos".

Ante un proceso de "actualización" del modelo socialista en Cuba, especialistas y activistas de la sociedad civil coinciden en la necesidad de transformar las maneras en que durante décadas se concibió la participación y crear mecanismos que garanticen la expresión e iniciativa ciudadana, sin la necesidad de esperar "orientaciones de arriba".

Debemos "buscar una participación de los jóvenes en muchos espacios, de una manera más autónoma. No se trata de crear los proyectos desde los adultos y las instituciones, sino de que los jóvenes aporten sus opiniones, necesidades y expectativas", señaló a su vez a IPS Ana Isabel Peñate, investigadora del Centro de Estudios de la Juventud (CESJ).

Por su parte, Natividad Guerrero, directora del CESJ, defendió la necesidad de que las generaciones mayores compartan con las jóvenes, en lugar de simplemente "darles paso".

"Si el adulto no cambia su actitud de querer dominarlo todo, ser autoritario, pues este joven que quiere comenzar a mover el piso y hacer cosas lo podrá hacer solamente en el piso que tiene. Hemos preparado un joven combativo, pero para cosas que estén mal hechas, no para que él se movilice desde su persona", sostuvo Guerrero en entrevista a IPS.

Mientras en muchos ámbitos hoy en Cuba se mantienen los mismos esquemas de participación de las últimas cinco décadas, jóvenes como el creador de El Guardabosque optan por la construcción propia de espacios de expresión y participación ciudadana "para que sean verdaderamente auténticos y funcionales"

Díaz creció con el acceso a la salud y la educación garantizadas. Las conquistas de la generación de sus padres, protagonistas de las transformaciones que sucedieron al triunfo de la Revolución en 1959, fueron para él "derechos heredados". Vivió la adolescencia marcado por la desintegración de la Unión Soviética y el fin del socialismo en Europa oriental.

A su juicio, iniciativas como el Ciclo Taller Vivir la Revolución, convocada en 2009 por la Cátedra de Estudios Antonio Gramsci del gubernamental Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, o muchos proyectos autogestionados que surgen por todo el país, muestran formas participativas de hacer y pensar Cuba.

Convencido de que "la fusión" marca a la juventud cubana y por eso los espacios "puros" ya no funcionan, Díaz propone que el trabajador intelectual dialogue todo el tiempo con los verdaderos actores sociales: "los casos donde ambas funciones se unen son los que considero con mayor capacidad transformadora".

Los jóvenes que trabajamos por el socialismo en Cuba "hemos comprendido que ya no se trata de defender la Revolución sino de desarrollarla, ampliarla, radicalizarla", afirmó.

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